Capítulo Doce.

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"—¡Harry! ¿Por qué Xavier está llorando?

El pequeño niño de seis años comenzó a temblar de miedo, lo habían dejado vigilando a su hermanito de dos años y este al estar caminando cayó al suelo sentado.

—El se cayó, mami....

—¡TE DIJE QUE LO CUIDARAS BIEN!—Gritó Ofelia enfurecida.

—Si lo cuidé bien.

Harry estaba temblando de miedo.

—CLARO QUE NO, NO LO CUIDASTE, ERES UN INÚTIL IGUAL QUE TU PADRE.

Ofelia cargó a Xavier y comenzó a acariciar su cabello para calmarlo.

Harry también comenzó a llorar por los gritos que recibía y los nervios de escuchar a su hermanito llorar, por lo que el pequeño rizado terminó orinandose en los pantalones.

—¡Y DEJA DE LLORAR! ¡SOLO LOS BEBÉS Y LOS MARICAS LLORAN! ¿ACASO QUIERES SER UN MARICA Y QUE DIOS TE CASTIGUE?

Y Ofelia salió de la habitación llevándose a Xavier y dejando solo a Harry."

***

—Hijo, ¿el cerdo sigue enfermo?

Harry asiente, mordiendo un pedazo de pan.

—Si. Y no va a recuperarse, ya lo he apartado para evitar que contamine el corral y afecte a los otros cerdos.

Ofelia puso una mueca triste.

—Supongo que no hay nada más que podamos intentar para salvarlo.

—Lo voy a sacrificar. Solo está sufriendo las veinticuatro horas del día. Era de esperarse, es el cerdo más viejo del corral.

Ofelia asiente, aún triste.

***

—Ofelia dijo que querías que viniera a ayudarte... —Dije llegando a donde estaba Harry, en la parte de atrás de la casa en medio del campo.

Asintió.

—Vamos a sacrificar al cerdo.—Responde.

En ese momento me doy cuenta de la presencia del animal, solamente allí de pie, tan grande y de color rosado, con las orejas puntiagudas y haciendo ruidos extraños con la nariz.

Harry tiene un semblante neutral, está utilizando un sobrero vaquero el cual nunca había visto pero al parecer lo usaba seguido pues está gastado y tiene agujeros. También tiene puestas sus botas negras para el trabajo rudo y un cinturón de hebilla gruesa. Mantengo mis manos dentro de los bolsillos del pantalón, el sol se encuentra en su punto y Harry parece muy concentrado en poner las balas en el lugar correspondiente del arma.

—Vas.... ¿Vas a dispararle?....

—Yo no.

Frunzo el ceño, siendo completamente sinceros preferiría yo ayudarlo en algo así. El cerdo tiene los ojos entrecerrados y sigue haciendo ruido, pareciera que se está quejando.

—¿Tu no?—Pregunto.

—Tú lo harás.—Responde y al asegurar la pistola la tiende hacia mí.

—¿Yo?.—Pregunto confundido.—Yo no...

—Tiene que ser rápido, solo dale un tiro en medio de los ojos, tengo que ir a limpiar la caballeriza.—Continúa tendiendome el arma, yo la tomo y en el momento en que siento el frío metal entre mis manos mis piernas flaquean.

La Nube Gris (l.s)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora