Capítulo Diez.

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Hoy es uno de los días malos. Ofelia se resiste a salir de su habitación y puedo escuchar desde la sala sus sollozos, sus hípidos y las únicas palabras que repite cuando hay días malos.

"Quiero irme con Xavier."

"¿Por qué, Dios? ¿Por qué te llevaste a mí hijo?"

"¿Por qué te llevaste a la única luz de mi vida?"

Ruedo los ojos.

Pasó tanto tiempo empeñada en tener al hijo perfecto, adulandolo y aumentando su ego que se olvidó de lo más importante: darle valores y enseñarle a ser un buen ser humano.

Aunque lo más grave es que pasó tanto tiempo adulando a Xavier que se olvidó de que no solo tenía un hijo. Tenía dos.

Y mientras uno era toda una estrella enaltecida; el otro se partía la espalda y las piernas trabajando en el duro campo, sacando adelante a la granja y llevando dinero a la casa.

Si yo fuera Ofelia me sentiría más orgulloso de Harry. Seguramente no fue fácil atender una granja entera él solo desde los diez años.

Ofelia se metió en su perfecta burbuja, creyendo que su vida es perfecta mientras que la de sus hijos no lo era.

Aveces me pregunto si su perspectiva de Xavier cambiaría si se enterara como era en realidad su hijo. Si se enterara de lo egocéntrico, prepotente, narcisista y agresivo que era....

Realmente no lo creo. Su amor por él no tiene límites aunque el amor que tiene para Harry si los tenga.

Suspiro y decido salir a tomar aire. Me siento en las escaleras de la puerta de enfrente y disfruto del viento envolver mi rostro y despeinar mi cabello. El viento es fresco, limpio y capaz de tranquilizarme en todos los sentidos.
Es como si estuviera sintiendo un viento diferente al que había en la ciudad, este es fresco y de alguna extraña manera se siente melancólico.

No veo a Harry en ningún lado, seguramente está en la parte trasera de la casa en donde se encuentran los corrales de los cerdos.

Todo es tan solitario, el silencio es abrumador. Fácilmente en mi campo visual no percibo nada más que césped y maíz, no hay nada, no hay nadie. Únicamente kilómetros y kilómetros de tierra árida y césped.
El cielo está limpio, las nubes son de su debido color blanco haciendo contraste con ese azul vivo. No hay bruma grisácea.

Sin duda la granja es un lugar pintoresco en donde cualquiera viviría feliz, lejos del bullicio, los gritos, el tráfico y el odio.

Tengo más felicidad aquí que la que he tenido a lo largo de toda mi vida. O más bien, más tranquilidad...

"Me alegra que te guste estar aquí." Me había dicho Harry en cuanto le conté. "Es bueno que te acostumbres a tu nuevo hogar...." Y posteriormente me besó.

Ni siquiera estoy consiente de cuanto tiempo llevo aquí aunque realmente no me preocupo demasiado por ello.

Mi nuevo hogar.

Me pone demasiado feliz que Harry también disfrute mi presencia, podría pasar mil años con él y no me importaría. Sin embargo, en ningún momento decidí que me quedaría aquí para siempre. Lo cual es demasiado confuso pues la idea de volver a la ciudad y a mi antigua vida me abruma y me asusta de una manera espantosa.

Nunca ha habido nada para mí en la ciudad y dudo mucho que en el futuro lo haya. Antes únicamente conocía el dolor y ahora hay un sabor diferente en mi día a día.

Vuelvo a mirar a mi alrededor. Aveces olvido que el pueblo más cercano se encuentra a tres horas de distancia en la camioneta, allí también se encuentra la estación de autobuses. De ahí en fuera durante el camino no encuentras más que soledad y bosque.

La Nube Gris (l.s)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora