Capítulo 14: Corazón

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No estaba segura del momento exacto en que me había quedado dormida

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No estaba segura del momento exacto en que me había quedado dormida. Solo era consciente de que hacía un instante estaba sentada en una silla junto a la máquina en la que se encontraba Eisherz y, al siguiente, estaba a punto de darme de bruces contra el suelo. Por obra y gracia del señor, cuando abrí los ojos, me percaté de que mi cuerpo no había impactado con las frías baldosas del piso del laboratorio, sino que Eisherz me había atrapado antes de caer y ahora mi cuerpo descansaba en sus brazos.

—¿Estás bien? —se me escapó una lágrima solitaria al escuchar su pregunta.

Su mirada grisácea estaba puesta sobre mí con un deje de preocupación. Mis labios temblaban. No fui capaz de responder a su pregunta, solo me abalancé sobre su cuello e inspiré su aroma característico sintiéndome una vez más en casa.

—Lo siento mucho. No debí haberte hablado así. No debí haberme puesto de esa forma. —exclamé sin ser capaz de detenerme— Soy consciente de que saqué las cosas de contexto. Ni tú ni Aren, se merecían aguantar mi mal humor. No se merecían que los tratara de esa forma. En especial tú. Lo siento, Eisherz. Sé que habías confiado en mí para contarme la verdad y que habrás tenido tus razones para ocultar...

—Ey, Mad. —mi chico me interrumpió mientras se separaba de mí y sostenía mis mejillas entre sus manos. Pero yo aún tenía muchas cosas que decir y que aclarar.

—No me molesté contigo. Aren me dijo que habías pensado eso y por eso tu temperatura bajó de nuevo. Necesitas saber que nunca en la vida sería capaz de molestarme contigo. —aclaré— Eres mi razón de vivir. Lo único que quiero es que estés bien. Quiero protegerte a toda costa...

Fue entonces cuando el rostro de Eisherz cerró la distancia que nos separaba y mis palabras se vieron obligadas a quedar atoradas en mi garganta al momento en que nuestros labios se unieron por unos pocos segundos. Mi cerebro se desconectó y perdí la capacidad para procesar lo que estaba ocurriendo. Me había tomado por sorpresa.

De alguna forma, Eisherz siempre conseguía tomarme por sorpresa.

A pesar de que sus labios estaban fríos, provocaban que los míos se calentaran más con su cercanía. Por eso, cuando se separó de mí, sentí que un escalofrío me recorría todo el cuerpo y enseguida comencé a echar en falta el calor que él me proporcionaba.

—¿A qué... qu.. qué...? —tartamudeé— ¿A qué... ha ven... venido eso?

—No sabía cómo hacer que dejaras de hablar.

—Dios mío.

—Además, hacía mucho que deseaba comprobar que tus labios seguían sabiendo igual.

Mi corazón martilleaba. Este chico —mi chico— no dejaba de sorprenderme. Me estaba acostumbrando a él, a su presencia en mi vida, a su mirada, a su contacto. Si alguien me hubiera dicho hace unos meses que aquel chico encerrado en mi sótano, sería el mismo que luego me esperaría con los brazos abiertos cada vez que yo regresara de una larga jornada de trabajo, que me besaría cada vez que tuviera la oportunidad y que todas las noches sería aquel que durmiera a mi lado, probablemente le hubiera dicho que aquello era imposible y que quería fumar de lo que estaban fumando por montarse tal historia en su cabeza.

EisherzWhere stories live. Discover now