Capítulo 21: Betsy

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—¿Betsy? —exclamé con el ceño fruncido

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—¿Betsy? —exclamé con el ceño fruncido.

—Necesitas mi ayuda.

La chica se abrió paso en mi casa, sin yo haberla invitado antes. Sostenía un pequeño maletín plateado. Se detuvo a medio salón y se dio la vuelta, fijando su mirada en mí.

—¿No vas a cerrar la puerta?

La forma en que me hablaba, ya no denotaba amabilidad ni alegría. Tenía la boca en una línea cerrada y la mirada perdida en cualquier lugar, menos aquí. Sus movimientos eran lentos, casi como si estuviera agotada. Tenía ojeras muy pronunciadas y los ojos rojos, como si no hubiera dormido en noches. Por primera vez sentí, que esta era la verdadera Betsy.

—¿Dónde está? —preguntó, seguido de haber cerrado la puerta.

—¿Quién? —no sabía qué podía decir y qué no.

—El chico del sótano. Estoy aquí por él, ¿no?

No dije ni una palabra. Estaba un poco confundida con la situación que se había presentado ante mí.

—Olvídalo. —La chica negó con la cabeza. En cambio, abrió el maletín que llevaba en la mano y me lo mostró— Ponle esta inyección. La aguja es muy delgada, por lo que no le dolerá.

—¿Qué es eso?

—No lo sé. Lo único que puedo asegurarte es su efectividad para bajar la fiebre rápidamente en alguien como él.

—¿Y cómo...?

—Las preguntas para después, Madi. —me interrumpió. Nadie me llamaba así desde mis padres.— Cada minuto que pasa es crucial para decidir sobre su vida.

Tenía razón. No confiaba en ella, pero esta Betsy que acababa de aparecer ante mi puerta parecía más verdadera que la que había conocido antes. Además, Eisherz era mi prioridad. Solo cuando abriera los ojos, yo podía respirar en paz.

Le di dos toques a Mr. Hugs que aún seguía en mi cuello. El chico entendió lo que quería y saltó hasta el cuello de la chica sin quejarse. Por supuesto que no iba a quejarse. Aren estaba encantado de estar entre sus dos poderosas razones. La chica bajó la cabeza y puso cara de asco.

—Sigues sin caerme bien. —cogió a Mr. Hugs por el pescuezo y lo dejó caer en el sofá—. Ahí te ves mejor.

No perdí más el tiempo, cogí la maleta con la inyección y corrí hasta el laboratorio. Eisherz seguía con la misma temperatura. No había mejorado nada. Preparé la inyección y presioné el botón que abría la máquina y dejaba a mi chico al descubierto. El frío me golpeó de repente.

—Por favor, que funcione. —murmuré y le apliqué la inyección en el brazo.

Acto seguido, cogí su reloj sobre la mesa —le había explicado a Aren que tenía que quitárselo antes de ponerlo en la máquina— y se lo coloqué en la muñeca.

EisherzWhere stories live. Discover now