Capítulo 23: Almas

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Te pido antes de leer, que me hagas un favor pequeñito

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Te pido antes de leer, que me hagas un favor pequeñito. Esta es la historia que más trabajo me ha costado escribir, razón por la cual llevo años para terminarla. No se imaginan todo el trabajo que hay detrás. Así que solo te pido que no te vayas sin regalarme tantos comentarios como te sea posible. Odiaría no poder leer vuestras opiniones  y reacciones, luego de haber escrito el capítulo con tanta ilusión.

Ahora sí, agarren vuestras biblias y a rezar que se viene capítulo Hot.

ALERTA +18 (Después no digan que no les avisé jeje)

Admito que no pensaba que esto pudiera llegar a más que simples besos, a fin de cuentas Eisherz era un espécimen raro, sin embargo, cuando su mano comenzó a desabrocharme el botón del pantalón, supe que él tenía otras intenciones. Si ya estaba agitada por su ataque repentino al llegar a casa, ahora mi pulso se había acelerado el doble de lo normal.

Me aferré a su cuello cuando sus manos se colaron por debajo de mi blusa. Se separó un poco de mí, sus ojos ahora se habían tornado de un gris oscuro.

—¿No llevas sujetador? —preguntó con la voz entrecortada.

Negué con la cabeza sintiéndome vulnerable. No estaba dotada de grandes cualidades, así que, la mayoría de las veces cuando usaba blusas que se adherían a mi cuerpo, no llevaba sujetador.

El reloj de Eisherz se disparó. Comenzó a sonar tan rápido, que caí en cuenta de lo que estábamos haciendo.

—Joder. —masculló justo antes de volver a besarme frenéticamente, como si su vida dependiera de ello.

—No. —intenté hablar mientras nos besábamos— Tu reloj.

Entonces Eisherz se arrancó el reloj y lo estampó contra el sofá. Se giró hacia mí con la mirada cargada de deseo. En ese preciso momento me sentí pequeñita a su lado, ya lo era físicamente, pero ahora se me hacía más notable. Necesitaba hablar, decirle que no podíamos hacer esto, que su vida estaba en peligro, pero las palabras no salían de mi garganta.

Me mordí el labio inferior y aparté la mirada de él.

—No hagas eso, Mad. —entonces sus manos me levantaron por la parte baja de mi espalda. Mis manos se encontraban juntas en su pecho.

—No podemos... —intenté decir.

—¿Quieres que pare ahora? —una de sus manos comenzó a acariciarme el cabello, haciéndome sentir como una niña pequeña.

Me preguntaba cómo Eisherz podía cargarme con solo una mano, sin yo ayudarle de ninguna forma, pero descarté la pregunta al instante. No podía concentrarme en ello cuando mi cuerpo pedía a gritos su toque. Sin embargo, no podía decirlo, si decía que no quería que parara, la vida de Eisherz estaría en peligro por mi culpa.

EisherzWhere stories live. Discover now