𝐈𝐈. 𝐠𝐞𝐯𝐢𝐞.

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Era un nuevo día en Desembarco del Rey, algo nublado

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Era un nuevo día en Desembarco del Rey, algo nublado. Daemon Targaryen despertaba en los aposentos de su sobrina, viéndola dormir aún. Decidió acercarse un poco, lo más que podía, y acariciar nuevamente una de sus mejillas. Gruñó cuando se escucharon toques en la puerta, y voces pidiendo permiso para ingresar a la habitación.

Recién despierto, denme unos momentos y las dejaré entrar.

La princesa, quien recién se despertaba habló con la voz adormilada Rhaenyra, dirigiendo ahora su mirada hacia el hombre que durmió en su habitación la noche anterior, soltando un ligero bostezo.

- Buenos días, Daemon.

Y no era que el príncipe no quisiera contestarle, era que había quedado hipnotizado por la belleza de la menor una vez más, ya que nunca la había visto tan temprano por la mañana, y le parecía hermosa.

-Ya no soy tío Daemon, es solo Daemon ahora. Está bien, cuando estemos a solas puedes llamarme solo por mi nombre, pero cuando estemos con los demás recuerda llamarme tío, ya sabes cómo son todos, unas malditas víboras chismosas.

El platinado se levantó por fin de aquel sofá y decidió despedirse de su sobrina, pues si no lo hacía pronto empezarían a sospechar de que ambos estaban juntos.

-Debo irme, ambos tenemos que estar presentables para el funeral, y llegar a tiempo. Te veré ahí.

Habló en un tono suave, queriendo ser algo reconfortante para ella. Salió por uno de los pasadizos de la habitación hasta llegar a un pasillo del castillo y dirigirse a la habitación que le correspondía, no muy lejos de la de su sobrina, más sin embargo, la mano del rey decidió arruinar su tranquilo andar.

-Príncipe Daemon, que gusto verlo. Ayer no nos honró con su presencia durante el torneo, espero que pueda acompañarnos hoy durante el funeral.

-Otto Hightower, para su desgracia, efectivamente me verá en el funeral junto a mi hermano y mi sobrina, mi intención es apoyar a mi familia en un momento tan trágico como este.

-Claro, porque ama tanto a su sobrina, estoy seguro de que pasaron una buena noche juntos en sus aposentos.

-Espero que no se meta en asuntos que no le incumben, menos en los míos. Mis asuntos familiares son eso, asuntos familiares. No esté insinuando cosas que no son, mucho menos cosas que podrían considerarse traicion a la corona, más específicamente a la única hija del rey, o tendré que decirle a caraxes que se encargue de usted.

Fue todo lo que contestó, mientras continuaba su andar, hasta que por fin llegó a la habitación que le correspondía, repitiéndose una y otra vez lo mucho que odiaba a los malditos Hightower.

Mientras tanto, Rhaenyra en sus aposentos tomaba un baño caliente, para luego ser vestida y peinada por las doncellas. Su vestido era negro, sencillo y con algunos pequeños detalles en tonos grises. Su rostro demostraba tristeza y dolor, pero también firmeza y fortaleza. Al salir, se encontró con su tío nuevamente, quien ya estaba vestido, también de negro, y parecía llevar algo en sus manos.

-Retírense todos, yo mismo me encargaré de escoltar a la princesa.

Daemon ordenó, hasta que el pasillo quedó solo, pues los guardias y doncellas no dudaron en obedecerle. Mirando a la menor mostró lo que traía en sus manos, un precioso collar de acero valyrio, y le dijo que se girara, pues oportunamente no traía nada colgando de su cuello.

-Es hermoso, Daemon. Acero valyrio, como hermana oscura.

-Lo mejor para la princesa. Pensé que ambos debíamos tener algo que represente nuestra casa, a nuestros ancestros. Gevie. (hermosa)

Susurró aquello para que solo ambos pudieran escucharlo, comenzando a caminar hacia la salida del castillo, con la Targaryen menor atrás de él. Una vez llegaron al lugar del funeral, Rhaenyra tomó posición junto a su padre, y Daemon unos pasos atrás de ellos. Todos esperaban expectantes a que la princesa ordenara a su dragón incinerar los cuerpos, mientras esta estaba luchando contra su dolor para lograr acercarse un poco más y dar la orden a syrax.

-Iksan kesīr, riña. (estoy aquí, niña)

El platinado caminó hasta la más joven que ahora se encontraba unos pasos más adelante de su padre. Él comprendía su dolor, y quería que supiera que estaba con ella, sentirse solo en un momento como estos, así de trágico, es la ruina.

- Puedes hacer esto, Rhaenyra, eres un dragón, eres fuerte, tienes que serlo por ti y por tu padre, por el bien del reino y nuestra casa.

-Kesan dōrī sagon iā valītsos. (yo nunca seré un varón)

Fue todo lo que dijo la princesa a su tío, antes de dar un paso firme hacia adelante y pronunciar la palabra que todos esperaban, con un profundo dolor en su corazón, que tardaría mucho tiempo en abandonarla, y dejarla en paz.

- Dracarys.

Y así, la joven en sus pensamientos se despedía de su madre y el hermano que nunca pudo conocer, el hijo que su padre siempre quiso. Veía como Syrax escupía fuego hacia los cuerpos y los desaparecía, dejándolos en cenizas. Caminó luego hasta el dragón y subió a este, dejando a todos los demás allí, solo viéndola irse.

-Hermano, por favor, ve con ella y asegúrate de que esté bien. Mi hija no merecía que su padre le hiciera esto, y me arrepiento, pero sé que en estos momentos debe odiarme. Ayúdame, y te daré todo lo que desees y necesites.

Aquello fue lo que el rey le dijo a su hermano mientras veía a su hija volar por los cielos, preocupado por su bienestar y seguridad, ya que después de todo, era su única hija, lo más importante que tenía ahora, su princesa.

-Recuerda muy bien tus palabras, mi rey. En unos años te pediré que me des aquello que deseo, aún no es el momento.

Con esas palabras el príncipe canalla subió a su dragón que estaba cerca de aquel lugar en una colina. Comenzó a volar, diciéndole a caraxes que persiguiera a syrax, lo cual no se le hizo difícil pues su dragón era más grande y rápido que el de la princesa, por eso pronto estuvo volando junto a ella, ofreciéndole una pequeña sonrisa que fue correspondida. Su destino era incierto, pero a él no le importaba, solo quería que ella fuera feliz al menos un rato, antes de tener que volver al nido de las serpientes.

 Su destino era incierto, pero a él no le importaba, solo quería que ella fuera feliz al menos un rato, antes de tener que volver al nido de las serpientes

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ɑvy jorrāelɑn; dɑemyrɑ.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora