𝐈𝐗. 𝐬𝐰𝐞𝐞𝐭 𝐡𝐞𝐥𝐚𝐞𝐧𝐚.

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Había pasado un mes desde el nombramiento de Daemon Targaryen como mano del rey, y sorprendentemente para muchos, el reino estaba muchísimo mejor que antes, los príncipes Targaryen estaban mejorando demasiado el reino, con todos sus acuerdos polít...

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Había pasado un mes desde el nombramiento de Daemon Targaryen como mano del rey, y sorprendentemente para muchos, el reino estaba muchísimo mejor que antes, los príncipes Targaryen estaban mejorando demasiado el reino, con todos sus acuerdos políticos y nuevas ideas, proyectos e instalaciones.

Aquella mañana comenzó tranquila, la princesa Rhaenyra tomó un baño y con ayuda de sus doncellas se vistió y se peinó. Su vestido era de color crema, con detalles en color negro, y claramente sus accesorios no podían faltar, aunque más que accesorios, eran objetos que la hacían sentir fuerte y segura. Los obsequios de su tío, aunque no eran ninguna armadura, la hacían sentir segura de sí misma, y eso le encantaba. Estaba sorprendida de que nadie en la corte hubiera preguntado por el anillo en su dedo anular, pero ella no le había tomado mucha importancia a aquello.

Estaba perdida en sus pensamientos hasta que un pequeño Aegon entró por su puerta sin ser anunciado, iba corriendo y atrás de él llegaron un par de doncellas.

Nyra, mamá. -habló el niño con desespero, notándose nervioso.- Mi hermanita.

Y en ese momento la princesa entendió todo. Tomó al pequeño en sus brazos y le besó la frente, sonriéndole.

Tranquilo, dulce dragón, yo iré con tu madre y todo estará bien. -susurró solo para ambos.- Enviaré a Daemon para que te busque en cuanto Alicent esté tranquila y tengamos limpia a nuestra pequeña hermana, lo prometo.

Con esa promesa, Rhaenyra dejó en los brazos de una doncella al príncipe, y suspiró para luego salir rumbo a la torre de la reina, lugar al que llegó unos minutos después, encontrándose con Ser Criston Cole en la puerta.

-Ser Criston, buen día. -saludó ella cortésmente al guardia.- Dígale a la reina que estoy aquí para verla.

-Mi reina me ha dicho que no deje pasar a nadie, que no se siente bien. -respondió a él, siendo tosco.-

-Infórmele a la reina que estoy aquí, ella decidirá si quiere verme o no. Soy un miembro de la familia real, por favor acate mis órdenes. -insistió la heredera al trono comenzando a perder la paciencia.-

-Yo solo obedezco a mi reina, a nadie más. -soltó él con soberbia, viendo a la Targaryen con repudio.-

-Abra esa puerta ahora mismo, Ser Criston. -ordenó ahora ella, sin una sola gota de paciencia en su ser.- Usted no entiende lo que está sucediendo. Como princesa heredera al trono, le ordeno que me abra.

Ambos voltearon a la dichosa puerta en cuanto un grito se escuchó, y algo se cayó, haciéndolos detener aquella discusión.

-Vaya ahora mismo por un maestre y doncellas. No deje ingresar a nadie que no sean ellos, Daemon o mi padre. -al ver que no se movía, lo empujó con todas sus fuerzas para quitarlo de la puerta.- Haga lo que le digo o tendrá problemas, Criston Cole.

El guardia corrió asustado luego de oír un rugido de syrax desde pozo dragón, por fin dejando a la platinada entrar a la habitación de la reina.

Rhaenyra. -fue todo lo que la joven de cabellos cobrizos logró pronunciar, sosteniéndose de uno de los muebles de aquella habitación.-

ɑvy jorrāelɑn; dɑemyrɑ.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora