𝐗𝐕𝐈. 𝐥𝐨𝐯𝐞 𝐚𝐧𝐝 𝐚𝐟𝐟𝐞𝐜𝐭𝐢𝐨𝐧.

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Era una hermosa mañana en Desembarco del Rey, todo estaba siendo trasladado hasta los barcos que llevarían a la familia real hacia Roca Dragón, mientras la princesa heredera se encontraba rompiendo ayuno con la reina consorte y sus hermanos menores

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Era una hermosa mañana en Desembarco del Rey, todo estaba siendo trasladado hasta los barcos que llevarían a la familia real hacia Roca Dragón, mientras la princesa heredera se encontraba rompiendo ayuno con la reina consorte y sus hermanos menores.

-Te casarás con quien amas, debes estar sintiendo una profunda felicidad, Rhaenyra. Me contenta que puedas estar escribiendo tu historia como desees. -soltó de repente la castaña, viendo hacia la menor.-

-Ciertamente, Alicent, es así. Me casaré por amor, como varios de mis antepasados. -hizo una pequeña pausa, y luego suspiró para mirar a la mujer frente a ella.- Sé que no te casaste con mi padre por amor, que ni siquiera querías hacerlo, solo espero que estés cómoda con él, al fin y al cabo están casados, unidos por tu sagrada fe de los siete.

-No amo a tu padre, Rhaneyra, todos lo sabemos. -bebió un poco de su té, y luego vio a sus hijos que jugaban algo alejadas de ellas.- Pero le tengo cariño sincero. Viserys me ha dado comodidades, afecto, y lo más importante que tengo en la vida, a mis amados hijos. Estoy agradecida por eso. Sé que ninguno heredará el trono, más sin embargo espero que puedan tener la misma oportunidad que tú, elegir con quien casarse, hacerlo por amor. Solo deseo que sean felices, que puedan cumplir los anhelos de su corazón.

La princesa miró ahora a sus pequeños hermanos, los adoraba, a ambos. No eran hijos de su madre, pero llevaban una parte de la misma sangre que ella, y Helaena hasta se le parecía en algunas cosas. No podría dejar desamparados a esos inocentes niños.

-Y lo harán, Alicent. -le contestó luego de algunos segundos, con una pequeña sonrisa.- Aegon y Helaena son mis hermanos, claro que tendrán todo lo que he tenido yo, todas las oportunidades exceptuando una, que espero no sea un problema a futuro. Deseo que sean felices también, que encuentren la felicidad como lo estoy haciendo yo.

La consorte real la vio con cariño, y una cálida sonrisa se instaló en aquel rostro que volvió a tomar vida desde que su padre fue exiliado, ahora visitaba más los jardines, compartía más con su familia, hasta iba algunas veces con sus hijos a ver los dragones en el pozo, pues la sangre Targaryen es espesa y sus hijos se lo demostraban cada día. Esto no era lo que ella había pensado para su vida, pero se sentía segura y tranquila, a pesar de todo, era feliz.

Antes de que comenzara el caluroso sol de la tarde de aquel día, el rey, la reina consorte y sus hijos abordaron el barco que los llevaría a rocadragon aquel primer día de la nueva luna, queriendo llegar antes que sus invitados para instalarse mejor.

Como de costumbre, Daemon y Rhaenyra montaron sus dragones, haciendo piruetas en los cielos y custodiando el barco desde allí. Ambos dragones danzaban juntos, escupiendo fuego entre ellos.

Casi al anochecer, por fin habían llegado a su destino, algo cansados por el viaje. Cada uno tuvo una habitación asignada, todas bastante cerca unas de otras. Aquella noche la princesa había decidido quedarse leyendo en su balcón, usaba una fina bata de seda negra que cubría su transparente camisón blanco, tenía su cabello suelto y los pies descalzos, disfrutaba del frío de la noche y ver el mar, al igual que el cielo estrellado.

ɑvy jorrāelɑn; dɑemyrɑ.Where stories live. Discover now