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—No debería cabalgar por esta zona, es peligrosa—, una voz ronca hizo que Ariel se sobresaltara y se volviera hacia ella. Instintivamente, agarró su pistola y sujetó las riendas de su caballo, que se puso un poco nervioso ante su gesto. Ella lo tranquilizó con una caricia.

Estaba en el lago, sumida en sus pensamientos, disfrutando de la tranquilidad y la belleza del lugar, cuando ese hombre alto y sucio la interrumpió. Tenía marcas en la cara y algunas heridas, pero en lugar de asustarla, le recordaba a alguien, como si se conocieran de antes.

—Son mis tierras, puedo hacer lo que quiera. Eres tú quien no debería estar aquí—, respondió Ariel con una media sonrisa al hombre frente a ella, quien arqueó una ceja divertido.

—Tienes razón. De hecho, no sé qué hago aquí...— dijo el moreno mientras la observaba con ojos brillantes, como los de alguien enamorado. Ariel se recordó a sí misma que eso era imposible, que dos desconocidos no pueden estar enamorados. Probablemente fuera el alcohol, pensó ella, considerando el estado del hombre. Había visto a muchos como él antes, pero ninguno tan desgastado. Los peores desgastes son los causados por otros seres humanos.

Hunter sabía que ese lugar era el favorito de Ariel, donde habían compartido momentos apasionados cuando eran jóvenes, prometiendo cosas que nunca debieron prometer. Ahora, ver a la mujer de su vida frente a él, con el maquillaje corrido y reflejando el dolor de los recuerdos, debido a su culpa, le parecía un delirio, un espejismo.

Ariel levantó una ceja sorprendida. Aún no entendía qué hacía ese borracho allí. Pocos sabían cómo llegar a ese lugar, y Hunter era uno de ellos. Seguramente estaría de fiesta en fiesta, saltando de falda en falda. La rabia se apoderó de ella en cuestión de segundos, pero decidió mantener la calma. Esa rata no merecía ni siquiera una venganza. Lo mejor era que las cosas se mantuvieran así.

—Entonces... ¿Te has perdido en el camino?— preguntó ella con malhumor. —Porque no enti...—. No pudo terminar la frase, ya que el hombre se adelantó con su defensa.

—Está bien... Solo quería hablar contigo sobre un tema... ¿Eres tú la señorita Ariel Stone, verdad?

La ojiverde no le dio la oportunidad de terminar. Se levantó y lo empujó lejos, como si pudiera moverlo. Era evidente que en una pelea física ella saldría perdiendo. No quería tener a ese hombre cerca, pero su presencia le resultaba extrañamente familiar.

Logan, que había estado observando la escena desde lejos con el ceño fruncido, salió de las sombras de manera prudente. Había salido a cabalgar por sus tierras, aunque no recordaba cómo había llegado allí. Sentía como si algo lo empujara a ir por esos caminos. De pronto, había visto a esa hermosa criatura.

De pronto, había visto a esa hermosa mujer llorando en silencio. Logan quedó hipnotizado y la observó durante un momento. Pero su fascinación se vio interrumpida cuando su hermano menor, Hunter, apareció de la nada, metiendo su nariz en asuntos ajenos, como siempre hacía. En ese momento, Logan se dio cuenta de que la mujer era Ariel Stone.

De repente, sintió la necesidad de acercarse y hablar con ella, tal como su madre le había pedido. Sin embargo, al ver a su hermano entrar en escena, todo cambió. Quién sabe qué planeaban hacer esos dos. Ya habían tenido una relación antes, y si Ariel había sido lo suficientemente ingenua como para caer en los brazos de su hermano la primera vez, podría hacerlo de nuevo. Logan se mantuvo en silencio, oculto en la oscuridad de la noche, observando la escena.

Hunter, por su parte, observaba a Ariel y la encontraba más hermosa que nunca. Necesitaba encontrar una excusa para quedarse más tiempo con ella, para tenerla a su lado y buscar su perdón. Pero ¿cómo hacerlo? En su estado de embriaguez y cegado por la felicidad de tener a Ariel frente a él, una idea surgió en su mente, una idea que más tarde lamentaría, pero que en ese momento le pareció una bendición divina.

Ariel suspiró, agotada. Lo último que necesitaba era lidiar con un acosador pobre y borracho. Observó al hombre de arriba abajo, notando algo en él que despertaba cierta atracción en su interior, a pesar de sus intentos por negarlo.

—He venido a buscar trabajo en tu finca. Me han dicho que, después de que tu tía se fuera, el capataz y los trabajadores del campo también se marcharon. Solo queda la ama de llaves y el jardinero. ¿Me equivoco?— dijo Hunter, recordando las palabras de unos trabajadores que había escuchado en la taberna. El alcohol potenciaba sus sentidos y le permitía recordar mejor las conversaciones.

Ariel sonrió al escuchar sus palabras. —¿Y por qué debería aceptar tu ayuda, señor...?— hizo un gesto con la cabeza, esperando que completara su nombre.

—...Brad Bentley—, respondió rápidamente el castaño. La ojiverde asintió, mordiéndose el labio inferior mientras trataba de manejar la situación de la mejor manera posible. Era una oferta interesante, después de todo.

—Entonces, señor Bentley... ¿por qué debería aceptar a un desconocido borracho y sucio como tú como capataz y jefe de las caballerizas y los asuntos de la hacienda? ¿Por qué debería confiar un puesto de tanta importancia a alguien que ni siquiera sabe cómo llegó aquí y que solo está buscando una excusa para quedarse más tiempo conmigo?— preguntó Ariel, con una sonrisa maliciosa al adivinar las intenciones de Hunter.

Así era ella, calculadora y astuta. Sabía que era atractiva, el mundo se lo había dejado claro de mil maneras. Era una mujer hermosa.

Los hermanos Lambros no pasaron por alto la inteligencia y la fuerza de carácter de Ariel. Logan aún no podía creer lo que estaba presenciando. Su hermano estaba a punto de cometer una locura por amor. Sonrió amargamente para sí mismo, sabiendo que Hunter odiaba los trabajos poco cualificados y, en general, detestaba trabajar. Dudaba que aguantara ni siquiera una semana siendo un simple capataz, por mucho amor que sintiera hacia esa mujer.

—Porque, a pesar de estar sucio y borracho, no me temes. Si no fuera así, ¿por qué soltarías las riendas y dejarías tu pistola en su lugar?— respondió Hunter con sinceridad, sorprendiendo a Ariel con su respuesta.

Ariel asintió, mordiéndose el labio inferior mientras intentaba mantener el control de la situación. Había algo en ese hombre que la intrigaba, a pesar de sus reservas iniciales.

—De acuerdo. Pero ten en cuenta que si acepto, necesitarás estar disponible las veinticuatro horas del día para la hacienda. No tengo ni idea de cómo se manejan estas cosas. Yo misma te proporcionaré una habitación en la casa. Pero antes, tendrás que jurar dejar la bebida, afeitarte un poco y cortarte el pelo. Ese aspecto de borracho bohemio solo te traerá problemas—, dijo Ariel, provocando una mirada de admiración en Hunter.

—Gracias, no lo dudes. Eres un ángel, mi ángel. Mañana a primera hora estaré disponible para ti, para lo que necesites—, respondió Hunter ágilmente, alejándose del lugar con una mezcla de alegría y nerviosismo. Sentía que había sido golpeado por el destino, un giro positivo y la oportunidad que siempre había deseado. Sin embargo, también sabía que debía ser cauteloso. Lo último que quería era hacer algo de lo que pudiera arrepentirse más tarde.

Ariel lucía una camiseta de tirantes con un escote en forma de V y unos pantalones tejanos que resaltaban perfectamente sus piernas. Se veía tremendamente atractiva. Hunter no era tonto y no caería en los mismos errores de antes. Había aprendido que las mujeres eran mucho más que un simple cuerpo. Miró al cielo estrellado, agradeciendo por esta nueva oportunidad que se le presentaba.

Por un momento, se alertó al darse cuenta de que alguien los observaba en la distancia. Sintió la tentación de investigar, pero Ariel le había susurrado previamente que se fuera tranquilo, que ella sabía cuidarse sola. En su tiempo fuera, había aprendido muchas cosas.

Hunter se recordó a sí mismo que debía confiar en ella. Sin embargo, no podía evitar sentir una sensación de inquietud y una extraña presencia acechante en el aire.

La historia estaba tomando un rumbo inesperado, con la llegada de Brad Bentley a la vida de Ariel y la presencia vigilante de Logan. Pronto descubrirían que había mucho más en juego de lo que imaginaban y que los secretos del pasado amenazaban con desenterrarse.

La piel no olvidaWhere stories live. Discover now