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Había echado de menos, muchísimo, a su hermana. Cada oportunidad que tenía de demostrárselo, sería aprovechada hasta el límite. Después de todo, solo se tenían a ellas ahora mismo.

Amber miró a Melanie.

—Muchas gracias por todo prima. Espero tu dimisión pronto. Ya no pintas nada aquí ahora que me he ido...—afirmó Amber seria.

A lo que Melanie la mira con los ojos fuera de órbita ya que un par de monjas cotillas aguardaban en la entrada y ya estaban cuchicheando al verla ahí. Siempre lo hacían.

—Amber...—la recriminó Melanie molesta.

—¿Qué??...—hizo una pausa Ariel como si no entendiese el problema—¿A caso es una mentira?—prosiguió divertida apoyando a su hermana—Eres joven y bonita. Tu sitio no es este. Tu sitio está fuera. Divirtiéndote, aunque vives en Aqueo—finalizó con una risotada que fue compartida por su hermana.

Logan observaba la escena sin entender muy bien la situación. No le gustaba venir a ese monasterio. Se obligó a si mismo a mantenerse cuerdo, ¿a caso era un cobarde que no enfrentaba la realidad? Su ex mujer, que se había convertido en ex a la fuerza, residía ahí. Ella estaba ahí encerrada. Su único y verdadero amor, estaba custodiado por esas montañas y ese río. Esos viejos edificios encerraban al más bello ser que podría haber conocido en esta tierra, su mujer, Anabelle Lambros.

Quiso entrar a por ella, sabría que no habría manera ya lo había intentado por activa y por pasiva. Incluso sacándola de ahí, ella no quería seguir con él. Con nadie. Se sentía como una basura por todo lo que pasó... Cuando la única basura era él por no haberla protegido ni a ella ni a la criatura que llevaba dentro. Miro las enormes ventanas, notó como si alguien les estuviese observando, se giró en busca de ese par de ojos que parecían analizarles des de lo lejos.

—¿Nos podemos ir? Tengo cosas que hacer en la oficina—afirmó el con sequedad. No quería quedarse ahí. No quería meterse en líos, no quería saber nada de nadie. Quería volver a su castillo. Encerrarse ahí. Todo esto había sido un error demasiado grande. Pero ya había dado su palabra y Logan Lambros no valoraba nada más en esta vida que la capacidad de un hombre de respetar sus promesas.

Amber y Ariel se despiden de Melanie, esta les sonríe.

Logan condujo todo el trayecto en silencio hasta llegar a la hacienda.

Se despidió con un choque de manos con Amber y de Ariel con un gruñido. Ariel tan solo observó sorprendida el cambio de actitud del rubio, de un segundo a otro volvía a ser el ogro que le había molestado por teléfono. Agradeció que volviera a comportarse así. Haría más fácil la tarea de odiarlo.

(***)

—Robert, hermano. No entres. No estoy de humor tengo mucho trabajo pendiente—habló Logan sin girarse siquiera a ver quien había osado a interrumpirle en su despacho.

Robert blanqueó los ojos molesto.

—¿Entonces, qué le digo a nuestra madre?—preguntó desesperado—Quiere saber los avances.

Logan tomó aire molesto.

—Inventate cualquier cosa no estoy para sus majaderías de actriz venida a bajo—expresó el rubio abriendo una carpeta llena de archivos que debería escanear, el trabajo lo mantendría a flote como siempre había hecho.

Tan solo debía resistir, estar con ella lo mínimo, hacer el menor contacto con ella, dejar que su hermano se hiciera el héroe, y felices todos. No quería dolores de cabeza ni hacer daño a nadie.

—Está bien—bufó el mediano—Estoy harto de ser la chacha de esta casa—añadió con frustración dramático.

—Otro que se merece un Oscar...—negó con la cabeza Logan—Vaya a trabajar señor doctor Lambros—respondió el rubio sin levantar siquiera la mirada de la hoja de papel que tenía en frente.

—Vaya a trabajar señor Lambros—repitió burlón Robert caminando hacia la puerta. Ahora debía enfrentarse a Megan Lambros toda su ira sería aplacada con él, odiaba a sus hermanos. La única victima de sus errores era él, porque de algún modo siempre recibía.

➔ ➔ ➔

Después de pasar toda la tarde jugando y charlando con su hermana, Ariel vió como Amber caía rendida en la cama. Exhausta por el día que habían tenido. Había sido un regalo del destino tener a Amber a su lado.

Entonces no pudo evitar dejar su mente soltar las preguntas que habían hecho que no pudiese encontrar paz. Al final había desistido de ir a hablar con Alejandro, el pobre hombre ya había tenido suficiente con todo el trabajo que había realizado prácticamente solo. Tan solo quería ganarse el pan y de qué manera. Así que por primera vez y recobrando un instinto que creyó muerte, Ariel decidió apiadarse de él.

Decidió que salir a cabalgar, sería la mejor opción para liberar su cuerpo y su mente. Así podría caer rendida igual que su hermana en la cama y no pensar tanto en sus demonios. Además, pensándolo más era normal que su subconsciente le mandara mensajes de Hunter...Y de su pasado. Y de su presente en Nueva York. Sintió sus entrañas removerse asqueada con tan solo recordar lo que había vivido una mujer sin recursos en una ciudad cosmopolita como esa, mejor dicho, lo que había desvivido. Aquello no se le llamaba vivir, aquello era un infierno diario.

Además de qué...¿Cómo olvidaría a Hunter si cuando pensaba en amor era él quien aparecía? ¿Cómo podía olvidar su madre si era la primera persona que vio al llegar al mundo? ¿Cómo olvidaría a su padre si era su jodido héroe? ¿En qué clase de persona se había convertido ella ahora que de no haber sido por su hermana jamás hubiese pisado la tierra que la vio nacer?

De repente, notó sus ojos mojados, estaba llorando y ni siquiera se había dado cuenta. Había llegado en lo profundo y oscuro del bosque. En todo este tiempo se había dedicado a cabalgar sin rumbo fijo, todo estaba cambiado, ni sabía como había llegado a ese punto. Se sentía sola, rota y jodidamente triste. Su vista ya estaba nublada y se sentía demasiado mareada. Lo siguiente que recuerda fue ver aparecerse un caballo a toda marcha, encima de él iba...Ni siquiera se fijó en quien era. Tan solo distinguió una figura masculina viniendo hacia ella, cabalgaba a la perfección. Lo último que sintió fue un golpe seco, el duro suelo, su cabeza contra el duro suelo. Pronto sintió calor, como si empezara a brotar un pequeño chorro de su cabeza. ¿Sangre? Y poco después el grito alarmado del hombre, de ese jinete.

La piel no olvidaWhere stories live. Discover now