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—Si querías escapar de la boda, deberías esperar al menos a estar casados—apuntó con diversión Logan mientras Ariel entreabría los ojos lentamente sin saber muy bien donde se encontraba ni quien le estaba hablando siquiera.

— ¿Dónde estoy? — preguntó seria la castaña.

— En mi cama. Prepárate hoy mismo es la fiesta de compromiso, hoy por la noche—acotó Logan sin siquiera mirarla.

Hacía poco que había salido de la ducha y ahora le estaba dando su ancha espalda mientras buscaba su camisa y la corbata adecuada, a eso le sumamos el pequeño detalle de que se encontraba en bóxer.

— ¡Tápate hombre! — gritó asqueada Ariel mientras le tiraba un cojín, aún así no negaría el hecho de que Logan Lambros tenía un cuerpo envidiable. Llamaría al pecado hasta la mujer con más autocontrol. La cosa es que Ariel se dijo hace tiempo que ni el amor ni el sexo era para ella. Todo lo que pasara por estar con otra persona más de la cuenta se le volvió repugnante.

— ¿De verdad quieres que lo haga? — susurró divertido Logan mientras se voltea mirándola provocador.

Ariel sintió la falta de aire con ese sutil contacto visual. Decidió que hacerse la dormida, era la opción más inteligente, después de todo no se encontraba bien. Sin saber que Logan Lambros no iba a rendirse, este al parecer estaba decidido a no dejarla ir, así que finalmente vaciló en cogerla entre sus brazos y así lo hizo. De repente, Ariel se sentía en las nubes.

— ¡Suéltame! — gritó ella enfadada.

— Eso no era lo que gritabas anoche—susurró Logan divertido.

Era increíble como estar con esa mocosa hacía que su carácter, el de antes, el que había conocido su mujer, el que la había conquistado, saliese a flote. Su vista se centro en los labios de ella, estaba jodidamente hipnotizado. El contacto con ella ardía en todos los sentidos. Se imaginó lo que se debería sentir al apresarlos, al domarlos, al dominarlos completamente, sentirlos contra los suyos para no soltarlos jamás hasta que les faltara el aire.

— No, tienes razón, lo que gritaba anoche era el nombre de Hunter—susurró el castaño apareciendo en medio de la habitación. Traía una cara de pocos amigos.

— Brad... — susurró Ariel sonrojándose inmediatamente y sorprendiéndose a si misma ante ese acto. Ariel Stone se había sonrojado, no lo hacía desde que salió de Aqueo— ¿Tú eras el otro jinete? — añadió Ariel sorprendida, Logan no duda en dejarla encima de la cama de nuevo. Alejandro, por su parte, sonrió orgulloso— Se podría decir así...Yo te llevé con Logan porq... — ni siquiera pudo terminar la fase, el rubio se puso en medio de Ariel y él.

— No le mientas a tu jefa, yo estaba con él. Somos grandes amigos. Cabalgamos siempre juntos. Por eso lo he invitado a nuestra fiesta de compromiso o boda, nuestra boda, tuya y mía, Ariel de mi corazón...— declaró Logan mientras con toda la sutileza y agilidad se sentó detrás de Ariel, y la atrajo por la cintura a sus brazos.

Sonríe forzosamente finalmente a su hermano menor mientras los ojos de Ariel casi se salen de sus órbitas. Ella miró a Logan escandalizada.

— ¡Estás loco! ¡Te estás pasando! ¡Recuerda que solo hago esto por mi hermana! ¡Ni por un segundo pien...

Ni siquiera la deja terminar la frase, Logan la intenta besar y ella le muerde los labios en el acto. Cinco segundos fueron suficientes, cinco benditos segundos, dónde Logan sintió los labios de ella encima de los suyos.

Hunter decide separarlos.

—Ya veo lo enamorados que estáis. Veo que debo haceros compañía por si acaso, no quiero que os matéis a besos antes de la boda— añadió con burla Hunter.

—De todas formas os doy las gracias por haberme salvado. No me encuentro muy bien—pronunció la castaña ignorando la batalla que se estaba librando sin que ella se diese cuenta.

—Tienes suerte, tu futuro cuñado es médico—sonrió orgulloso Brad hablando de Robert.

—¿No tienes trabajos que hacer, señor capataz? Quiero decir, esta hacienda no te pertenece. No vaya a ser que le quieran robar el trabajo—habló a regañadientes Logan a lo que su hermano muy a su pesar decidió marcharse, después de todo Logan tenía razón, su tapadera iba a quedarse descubierta si su madre o su hermano lo descubriesen. Parecía que todo lo que hablasen delante de Ariel tuviese segundas intenciones.

—Debo marcharme, gracias por la invitación. Me alegra de que este bien, señorita Stone—sonrió por última vez Hunter antes de desaparecer.

—Nuestra fiesta es en unas horas, deberías estar bien ya sabes. No quiero que digan que maltrato a mi prometida—habló el rubio observando como Ariel se estiraba en su cama y se adueñaba de sus cojines para dormirse de nuevo.

—Déjame en paz. No quiero casarme contigo. No quiero saber nada de ti. Quiero volver a Nueva York—concluyó ella mientras se tapaba el rostro con uno de los gigantes cojines de Logan.

Si tan solo supieras que no eres la única, pensó Logan serio.

—Lo siento, las cosas no siempre van como queremos. Debes cumplir con tu promesa. Es un compromiso. Tienes a Amber, ahora cásate conmigo—afirmó el ojiazul terminando de vestirse.

Ella lo miro seria.

—¿Qué ganas realmente con este pacto?—preguntó ella.

Si tan solo supieras, pensó para sus adentros.

—¿Quieres realmente saberlo?—preguntó el rubio parándose en frente de ella.

—Sí—afirmó ella convencida.

—Te gano a ti.

Logan parecía convenido, sus palabras habían salido con una fuerza que hizo que el corazón de Ariel diese un vuelco gigante.

—No me mientas—blanqueó los ojos finalmente intentando mostrarse serena ante la situación.

—¿A caso el amor es una mentira?

—Ja, si ni siquiera me conocías. ¿Quieres mis tierras? ¿Es eso? ¿Quieres poseer las tierras de los Stone para hacer un nuevo centro comercial en la región? —inquirió gateando en la cama hasta pararse frente a frente con él.

Eres inteligente cariño pero no lo suficiente, afirmó él para sus adentros, mientras su mirada no podía evitar pasarse por el cuerpo de Ariel, su amigo ya le había hecho una visita alzándose por lo alto.

—Claro que sí. Por eso te llamé, en principio quería tus tierras pero luego vi esa carita tuya y mi corazón cayó rendido—afirmó divertido aprovechando que la tenía cerca, recordó como se había sentido el tener sus labios rozando los suyos a pesar de la mordida que le había regalado. Debería ser genial tenerla entre sus brazos. Sacudió su cabeza ante tales pensamientos mientras decidió mantener las distancias y marcharse de la habitación dejando a una confundida y desubicada Ariel.

La piel no olvidaWhere stories live. Discover now