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—¿Puedo pasar?—preguntó Hunter llamando la puerta. Sin esperar respuesta decidió entrar por los ruidos que estaba escuchando, parecía que se estuviese librando la tercera guerra mundial. Sus ojos se salieron de órbita al ver que su hermano mayor y Ariel peleaban como si fueran dos niños de primaria con los cojines.

—¿Buenos días?—respondió él perplejo ante la escena.

—Buenos días—afirmó sonriendo Logan para coger a Ariel de la cintura al verla desprevenida. Sintió su piel, su cuerpo, su aroma, podría haber derretido ambos polos con el fuego que con tan solo un roce había iniciado—He ganado—añadió aplastando el rostro de una sorprendida Ariel con un cojín guardado con la mano libre, aunque mirando de reojo a su hermano menor sabiendo que lo último iba más para su estúpido trato que la guerra de almohadas.

Hunter sintió la rabia en cada rincón de su cuerpo. Si sus ojos dispararan rayos, su hermano ya estaría muerto y más que chamuscado.

—¡Logan!—gritó ella apartándolo de ella asqueada—Eres un mal jugador, has ganado haciendo trampas. Lo cuál te hace perdedor—añadió poco después la morena.

Logan sonrió triunfador.

—Cuando crezcas lo suficiente te darás cuenta de que lo que importa en este mundo es el resultado, jamás los medios, el mundo se guía por las apariencias—le respondió él.

—Muy filosófico, todo un sofista. Mi mundo, hasta donde sé yo, se guiará siempre por los hechos. Y el hecho aquí es que eres un perdedor—añadió haciendo una pausa para mirar a su nuevo capataz—Alejandro, perdona. Ya sabes, mi prometido es un poco payaso—explicó ella para sorpresa de los tres. La primera sorpresa era oír como llamaba prometido a Logan, de forma natural, y la segunda es que estaba dando explicaciones. Ariel Stone estaba dando explicaciones y no solo ellos eran los sorprendidos.

Ariel no tardó en analizar su frase en su cabeza, una y otra vez, mi prometido, dicho de aquel hombre con el que vas a contraer matrimonio, poco payaso, bueno siendo honestos esa parte no era mentira. Pero hablar así implicaba cierto grado de confianza que ella no tenía con nadie. Rezó a los dioses para que eso se quedará ahí, pero ya era tarde. A veces por nuestra boca salen cosas, ciertas cosas que es mejor guardar en silencio, ese era su caso.

—No te preocupes, solo he venido a despertarte. Ya estamos en marcha. Trabajando duramente para poner todo a tope de nuevo—musitó entre dientes Hunter intentando fingir indiferencia.

—Gracias Brad—Sonrió cordial Ariel—Me visto y bajo a ver. No tengo mucho tiempo, debo ir a buscar a mi hermana. Pero quiero hablar contigo sobre algo muy importante—añadió observando al castaño. Debía asegurarse de que su sueño fuese una estúpida obsesión de su subconsciente con Hunter y no tuviese nada que ver con la realidad.

Los hermanos Lambros miraron sorprendidos la escena. Hunter miró divertido a Logan, había usado la carta de Amber, muy hábil, pensó para sus adentros Hunter, pero no lo suficiente añadió. Estaba loco si pensaba que iba a rendirse a la primera de cambio, definitivamente su hermano estaba pecado de ingenuo. No se podía jugar con los sentimientos, bastaría que el destino soplara el viento a contradicción, y lo que había comenzado como una trampa para cazar a otros, terminaría siendo su suicidio. Tampoco deseaba ver a su hermano hundido, se dijo que le bastaría con que se alejara de Ariel. Ariel ya había sufrido suficiente por culpa de un Lambros no hacía falta que viniese su hermano a terminar aquello de lo que le quedaba a Ariel de amor para destrozarlo.

—Entendido—afirmó marchándose.

—Tu también debes irte. No me voy a cambiar contigo delante—le respondió la morena negando a Logan.

—Pensaba que no eras mojigata—inquirió el ojiazul mirándola con malicia.

—No confundas que no quiera nada contigo con que no quiera nada con los hombres —le respondió ella con una sonrisa triunfadora mientras finalmente el rubio salía de la habitación molesto.

—¡Te espero a bajo!—gritó él des del pasillo.

(***)

Decidió optar por un vestido largo de manga corta azul, no muy ceñido a su cuerpo, y hacerse una trenza de lado. Adornó sus orejas con un par pendientes zafiro y un anillo azul del mismo tono. Se miró contenta en el espejo, estaba realmente guapa. No se ponía maquillaje prácticamente nunca, no iba a ser la excepción ese día, así que finalmente salió con pasos seguros hacia la planta de abajo donde Logan la esperaba sentado en el salón.

—Hermosa—afirmó él prácticamente sin contener las palabras al verla.

Ella sonrió.

—Por lo menos eres honesto en esto. ¿Nos vamos?—preguntó finalmente.

—Nos vamos—afirmó él acariciando ese nos con toda su alma, lo saboreó despacio, le gustaba escucharlo de esa boca suya tan rebelde y poco común. Se sorprendió a si mismo contento y entusiasmado como si de un adolescente se tratara. No había sentido nada parecido excepto por su esposa. Bastó con recordarla para que su buen humor se fuese por un instante y se sintiera como la rata traidora en la que se estaba convirtiendo al sentir lo que sentía.

Caminaron juntos hacia la entrada, ahí vieron a Hunter a través de una de las ventanas, trabajando, se despidió de ellos agarrando su sombrero, sin más, continuó enfrascado en sus que haceres. Mientras Ariel no podía apartar la mirada de esa imagen, trabajando, codo a codo con todos los trabajadores, no había rastro del borracho que había conocido, volvió a pensar en su sueño. Era imposible...Hunter y Brad no eran la misma persona, se dijo. No tenían nada en común. Hunter era un buscón, atrevido, fiestero, jamás ensuciaría sus manos trabajando, añadió intentando apagar esa duda que se estaba colando en lo más profundo de su ser.

—Vamos, Amber nos espera—habló el rubio mientras la ojiverde tan solo asintió cabizbaja siguiéndole hacia el parking que había en frente de la casa.

Se montó en el todoterreno del rubio sin hablar en todo el trayecto, tan solo observó el majestuoso paisaje verde, era demasiado hermoso como para no pararse a ver. Largas y enormes hectáreas de bosques y arbustos adornaban la carretera hasta llegar al monasterio, rodeado por montañas y un río.

—¿Te pasa algo?—preguntó finalmente Logan mientras salían del coche.

—No.

En el gigantesco portal de la entrada Melanie y Amber aguardaban con una sonrisa.

—¿Ya nos podemos ir?—preguntó Amber impaciente a Melanie.

—Ya nos podemos ir—sonrió de corazón Ariel estrechándola de nuevo entre sus brazos.

La piel no olvidaWhere stories live. Discover now