5. Camino a tus ojos

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Después de darse un baño, Mew se enfundó en un traje gris y partió a la junta que tenía con sus socios, la cual justificaba su presencia en el estado de Nevada

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Después de darse un baño, Mew se enfundó en un traje gris y partió a la junta que tenía con sus socios, la cual justificaba su presencia en el estado de Nevada.

Su ahora exnovia siempre se quejaba de sus constantes viajes de negocios y el poco tiempo que compartían juntos, por lo que le pareció una gran idea llevarla consigo a Las Vegas; ese fue su primer error, dejarla sola en el hotel un par de horas había sido el segundo y ahora, era el esposo de alguien desconocido; ese definitivamente calificaba para el tercer puesto.

Debería doler, en ese momento debería estar entrando en un cuadro depresivo detonado por la infidelidad de su expareja, o pidiéndole explicaciones por sus actos, pero la verdad era que no le importaba ni le dolía, ni un poco. Su malestar se inclinaba más bien a la humillación de la cual había sido objeto.

Nadie se había burlado de él con tal descaro, y lo sorprendente era que esta ocasión no estaba deseoso de venganza. No había pensado en Daniela en todo el día, toda su atención estaba en una sola cosa, más bien, en una sola persona.

—¿Quién eres, Gulf Kanawut? —Se preguntó saliendo del elevador que lo depositó en el piso quince del complejo turístico donde tendría lugar su reunión.

—¿Disculpe, señor? Creo que no lo entendí —preguntó su secretario, quien tuvo que regresar algunos pasos para captar el mensaje por completo.

—No es nada, continuemos.

El chico no tenía un apellido común y por el ardor que descubrió en su espalda, al momento de tomar un baño, dedujo que también era alguien apasionado, experimentado. No pudo evitar que su mirada llegara hasta su mano, especialmente a su dedo anular, donde todavía descansaba la brillante sortija.

No se la había quitado y no estaba muy seguro del por qué. Lo que sí sabía era que lo hacía sentir diferente; más estable, importante, quizá también un poco más maduro, pese a la forma tan descuidada en cómo se habían dado las cosas. Era responsable de otra persona. Había aceptado el compromiso de hacer feliz a otro ser humano de por vida y no podía evitar sentir algo de nervios al respecto. Siempre había sido egoísta en ese aspecto, los sentimientos de los demás nunca importaban demasiado, pero ahora estaba obligado por ley a cumplir con esa promesa. ¿Sería capaz de lograrlo si la situación fuera otra?

La reunión tuvo lugar, pero la mente de Mew nunca estuvo presente. Intentaba adivinar sus rasgos, el color de sus ojos, la textura de su piel, la suavidad de su cabello, y el motivo que lo había llevado no solo a meterlo en su cama para calmar la lujuria, sino, a desposarlo en una sola noche. Ese sujeto lo intrigaba y ansiaba conocerlo.

—Muy bien. Que se preparen los cambios y los revisaremos en una próxima reunión, caballeros.

Inmediatamente Mew le pidió a su secretario un reporte completo de los temas que habían tratado, los cambios y condiciones que se acordaron para la firma, así como la fecha de la próxima reunión, porque él no le había dedicado la más mínima atención, y finalmente lo mandó a casa, los asuntos que le quedaban pendientes solo le concernían a él.

El chico del barWhere stories live. Discover now