10. Ni muy importante ni muy especial

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Camino al restaurante se toparon con la recepcionista y el botones, aquel que Mew había descubierto en la cama junto a Daniela días atrás. Ambos parecían estar sosteniendo una discusión; la mujer lucía muy enfadada y el hombre solo se limitaba a mirar el suelo aceptando todos los regaños de la chica. El cuerpo de Mew se tensó al ver la escena, al verlo a él. La rabia comenzó a inundarlo, pues no podía evitar recordar aquella sonrisa de satisfacción que el botones le había dedicado cuando se vio descubierto.

Cuando el hombre reconoció a Mew su cara se transformó en una de horror, haciendo que la mujer fuera consciente de la presencia de ambos. Mew apretó su mano fuertemente con la intención de volverla un puño y Gulf no tuvo más remedio que liberarse para que no pudiera lastimarlo.

—Siento mucho que haya visto esta escena, señor Kanawut. Este no es el lugar adecuado para llamarle la atención a nadie, lamento el inconveniente. —Les ofreció una sonrisa de disculpa que no logró desaparecer el ceño fruncido de Mew—. Espero que su estancia esté siendo agradable y si hay algo que podamos hacer para mejorarla, háganoslo saber. Y nuevamente, muchas felicidades a ambos.

Gulf se preguntó por qué de pronto Mew estaba tan molesto si hacía apenas un momento no paraba de sonreírle. Sin embargo su cuestionamiento duró poco, pues a lo lejos vio a Samantha que murmuraba, quizá maldiciones, hacia él. No quería tener que explicarle quién era Mew y por qué había pasado todo el día con él.

—No me estoy sintiendo bien —le dijo tocándose el estómago y fingiendo un malestar—. Necesito ir a mi habitación. Te veo después.

Y sin darle oportunidad a preguntar nada Gulf salió corriendo hacia el elevador.

Apenas cinco minutos después vio entrar a Sam a la habitación y se dejó caer en la cama, preparado para un inminente sermón.

—¿Dónde te habías metido? Estuve buscándote por todas partes. —Lo reprendió en voz alta—. Te llamé todo el día. ¿Sabes lo preocupada que estaba?

—Te dejé una nota sobre la mesita de noche. —Señaló el mueble donde el papel permanecía en su sitio, intacto—. Pensé que la habías visto.

—¿Una nota, Gulf? ¿Qué tal una llamada o responderme por lo menos un mensaje? —Suspiró haciéndose un sitio sobre el colchón también—. Ya estaba pensando en qué le diría a tu mamá por haberte perdido. Cómo la vería a los ojos otra vez.

—Siento hacer que te preocuparas. Recuerda que perdí mi celular y por eso no pude avisarte.

—¿Y qué has estado haciendo todo este tiempo? Tienes el itinerario, ¿por qué no vas con nosotros a ninguna parte?

A Sam no podía mentirle, nunca lo había hecho, y además necesitaba hablar de aquello con alguien, necesitaba una opinión sensata, objetiva, alguien que le dijera que Mew era una locura y debía mantenerse alejado de él.

El chico del barWhere stories live. Discover now