14. ¿Ya estás queriéndome?

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¿Por qué todos se sentían con el derecho de molestar a Gulf? No lo entendía, por más que lo pensaba no lograba encontrar una razón para que ellos lo hubieran traicionado de esa forma.

—¿Te encuentras bien? —le preguntó, preocupado, en cuanto pudo alcanzarlo.

Seguramente había corrido todo el camino hacia el hotel, porque Mew tuvo que hacer exactamente lo mismo. Tomó su mano suavemente antes de que pudiera entrar. Aún lloraba; lo hacía de forma silenciosa y el dolor era visible en sus ojos. Su corazón estaba sufriendo por personas que no valían la pena.

—Los escuchaste —dijo, respondiendo con eso a su pregunta. Se sentía traicionado, burlado, herido. Había dado tanto por aquellas personas que no tardaron en lanzarlo del barco apenas este zarpó—. Yo no tenía idea de que las personas me veían así. Sabía que era aburrido y...

—No. —Lo detuvo Mew con tono autoritario. No le permitiría flagelarse en su nombre—. No quiero que los justifiques buscando defectos en ti que no existen. —Gulf lo miró poco crédulo de sus palabras—. Te lo dije antes: eres un hombre maravilloso, interesante, inteligente, divertido, además de gentil y apasionado en la intimidad, lo tienes todo. A mí me encanta tu compañía, y no puedes dudar de ello, sabes que no. A quién le importa lo que esos imbéciles piensen.

—¡Eran mis amigos! —exclamó dolido—. Tú me ves diferente porque hemos estado juntos solo un par de semanas, pero ellos me han conocido por años. Algo de eso debe ser cierto.

—No, Gulf. Esas personas no son tus amigos, porque no saben lo que eso significa, no conocen la lealtad y por eso es que no tienen idea de a quién acaban de perder, pero lo lamentarán en el futuro porque, contrario a lo que ellos piensan, tú eres el mejor de los seis y llegarás más lejos que nadie.

—Volví a quedarme solo —murmuró Gulf para sí mismo, consciente de que aquellas cinco personas eran las únicas que había considerado cercanas en los últimos años. No había nadie, además de sus padres y su hermana, que lo esperara a su regreso y eso le dejó un vacío en el pecho.

—Me tienes a mí. Aunque lo pidas no te dejaré solo. Estamos, Gulf.

Se acercó a él, cauteloso, dándole el espacio que necesitaría si decidía rechazarlo, sin embargo, Gulf no se alejó, contrario a sus pensamientos se acercó a él hasta que pudo rozar sus labios.

Mew lo sostuvo entre sus brazos, sin importarle que estuvieran obstruyendo la entrada del hotel, sin reparar en los ojos curiosos que se posaban sobre ellos e ignorando al personal que comenzaba a amontonarse a su alrededor con preocupación.

—¿Y tú eres mío? —inquirió, pegándose a su pecho.

No obtuvo una respuesta inmediata y Gulf se arrepintió de hacer esa pregunta cuando escuchó una exclamación colectiva, solo así pudieron darse cuenta de la cantidad de gente que había observándolos.

El chico del barWhere stories live. Discover now