8. Sincronía del corazón

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Gulf hundió la cabeza en el hueco de su cuello y con la nariz rozó la sensible piel de Mew, haciéndolo tensarse y dejar de lado sus conjeturas sobre el amor. Ahora era más consiente de su cercanía, su cabello despedía un olor a menta cada vez que sus dedos lo peinaban. Cuando suspiraba, debido al llanto, sentía sus cuerpos presionarse y crecían sus ganas de mantenerlo ahí por mucho más tiempo. Era hermoso, aún con los ojos hinchados y las pestañas mojadas seguía viéndose inocente, puro, dispuesto. Todo en él era magnético. Se preguntó cómo sería besarlo. Sus labios parecían tan suaves, dulces y podría apostar que sabían a miel tal como el olor de su aliento.

¿Qué carajo le estaba pasando? Mew necesitaba mirarlo a los ojos así fuera solo por un instante para entender el remolino de sentimientos que estaban ahogando su razón, por lo que aflojó su agarre y se separó un poco para observarlo; la mirada de Gulf seguía clavada en sus ojos, en sus labios, y sus manos permanecían entrelazadas con fuerza.

-Yo ya te había visto antes -confesó Mew muy cerca de su rostro-. Aquel día en la piscina, cuando jugabas basquetbol te estuve observando, pero estabas con tus amigos y no me atreví a acercarme.

-¿Me reconociste?

-No, pero te vi y quise conocerte, pedirte por lo menos tu número o invitarte a salir.

-Tú... tú también me gustaste cuando te vi -confesó Gulf.

Y Mew lo supo; sin necesidad de que nada más fuera dicho, sin declaraciones profundas o promesas imposibles, supo que quizá el destino de su padre se repetía en su propia vida.

Deslizó la mano que le acunaba el rostro hasta su nuca sin despegar la mirada de sus ojos, y en un impulso que prefirió no reprimir, acercó sus labios poco a poco. Si Gulf se retiraba se detendría, esperaba que lo hiciera, quería que lo detuviera. Dejarse llevar no era algo que Mew hiciera, pero en ese momento se sentía bien, parecía correcto y Gulf se sentía de la misma forma por lo que no retrocedió ni un milímetro.

Sus labios se unieron y sus corazones encontraron un solo ritmo.

El beso era suave, dulce, sin prisas, como si quisieran detener el tiempo justo en ese momento y alargarlo lo más posible. Las manos de Gulf se alzaron hasta el pecho de Mew y se apretaron en puños sobre su camisa, ese pequeño toque aceleró aún más su corazón y se añadió un poco de intensidad por la cual ambos abrieron la boca. Sus movimientos comenzaban a ser más atrevidos, más necesitados.

Era como si después de mucho tiempo se volvieran a encontrar. ¿Cómo era eso posible? ¿Cómo pudieron extrañar a alguien que no conocían?

Gulf llevó sus manos hasta el cabello de Mew atrayéndolo hacia él, buscando profundidad, roce, la confirmación de que su primera vez con él había valido totalmente la pena. Mew pasó de la nuca a recorrer su espalda. Sus manos subían y bajaban de forma intensa, posesiva y se aferraron a esa pequeña cintura para sentar a Gulf sobre su regazo; con una pierna a cada lado de su cadera mientras comenzaba a besar su cuello.

Gulf parecía un cubo de hielo al sol entre sus brazos, cada centímetro de piel que tocaba Mew ardía, sentía sus labios succionar la piel de su cuello, pero estaba lejos de desear que parara, quería sentirlo, quería ser nuevamente suyo.

Mew presionó su cadera contra Gulf arrancándole un gemido que no hizo más que volverlo un salvaje guiado por los instintos. Lo tocaba, pero la ropa comenzaba a ser un problema, su propia ropa estaba estorbándole. ¿Qué demonios estaba haciendo él con su cordura?

Antes se sintió culpable por las marcas que dejó en el cuerpo del chico, ahora no quería más que replicarlas, hacerlas más profundas, volverlo completamente suyo y tener la dicha de poder recordar cada detalle. No limitó las caricias ni el acercamiento de sus cuerpos e incluso se permitió disfrutarlo y pedirle un poco más cuando Gulf comenzaba a separarse.

Mew era presa de un colapso mental. Su cerebro entró en un paro de emergencia cuando el corazón comenzó a rebotar contra su pecho tan intensamente que dolía. Lo necesitaba, tan cerca y tanto tiempo como fuese posible.

Gulf tomó la iniciativa, llevó sus caricias bajo la ropa y Mew respondió al beso igualando su intensidad. Las manos le ardían en necesidad por tocarlo también y lo hizo, recorrió su piel apenas logró recostarlo sobre la cama. Y un difuso recuerdo vino a su mente:

-No puedo -le dijo Gulf en medio de un beso húmedo que Mew se esforzaba por continuar.

-No puedes, ¿qué? -replicó atrayéndolo más a su cuerpo, acentuando las caricias para convencerlo de no marcharse de su lado.

-Seguir con esto. No puedo, Mew. -Al escucharlo pronunciar su nombre bajo una capa de denso deseo se prometió hacer lo imposible para que le regalara una de sus noches. No podía perderlo. No quería dejarlo ir.

-Solo una vez. -Suplicó Mew volviendo a besarlo-. ¿O es que no lo deseas tanto como yo?

-Mew, te deseo, ¿no lo sientes? -Acercó sus cuerpos un poco más para que Mew fuera testigo de su excitación y aquello le explotó la mente-, pero no puedo porque quiero que la primera vez sea con alguien que va a quedarse a mi lado.

-¿Cuánto tiempo? ¿Una noche? ¿Una semana?

-Una vida. -Suspiró-. Lo que yo quiero es un para siempre y tú no puedes dármelo.

De inmediato se sintió ofendido y menospreciado. El chico parecía juzgarlo como si lo conociera de toda la vida, y lo peor era que lo juzgaba mal. Claro que él era capaz de hacer aquello. Genuinamente era capaz de mantenerse en una relación de monogamia por el resto de su vida para complacerlo, pero, ¿deseaba hacerlo? Deseaba a Gulf, eso lo tenía claro. Le gustaba su compañía, así no la hubiera tenido por más de diez horas. La conversación con él fluía, no había necesidad de rellenar silencios incómodos, porque, para empezar, la incomodidad nunca había llegado a ellos.

-Lo ves -recalcó Gulf separándose por completo-. Esto es imposible.

Mew lo besó nuevamente, esta vez fue lento y de la forma más consciente que el alcohol le permitía, solo para comprobar que aquello era lo que necesitaba, que ese chico era a quien deseaba para pasar más de una noche en su vida. Sentía que ya lo conocía. Su tacto era familiar, tranquilizador y cuando le sonreía sentía que nada más le faltaba en el mundo.

-Lo siento, Mew.

Antes de que Gulf pudiera salir del bar Mew se puso de pie y caminó a su encuentro.

-Cásate conmigo. -Le pidió apenas lo rodeó por la cintura y Gulf pareció no compartir el entusiasmo por la inesperada propuesta-. Sé que es una locura, y sí, debo estar completamente enloquecido para proponerte esto, pero también estoy seguro de que eres la decisión correcta para mí. Y sé que no encontrarás a alguien mejor que yo que esté dispuesto a hacerte tan feliz. En el fondo lo sabes, Gulf, ya lo hablamos. Esto no comenzó hoy, te he buscado toda mi vida, todas ellas, y estoy seguro de que te he encontrado en cada una. Ahora que volviste a mí, por favor, no me digas que no.

Mew le tomo la cara con ambas manos y acercó sus rostros. Necesitaba verse reflejado en los ojos de ese chico que le había arrebatado la razón y el buen juicio, debía saber lo que sentía al respecto y si la idea lo había tentado por lo menos un poco, sin embargo, cuando encontró su mirada, el brillo que emanaban aquellos almendrados ojos le dio la certeza de que de sus labios escucharía un «sí».

💍🥂

Mew sonrió contra los labios de Gulf cuando el recuerdo se volvió difuso. Ya comprendía por qué había besado tan apasionadamente cada rincón de su cuerpo, por qué lo había marcado de esa manera: ya antes había sido suyo y quería hacerle saber a todo el que pudiera verlo que le pertenecía, que ese cuerpo solo sentiría el tacto de sus manos y ese corazón solo albergaría un nombre: el suyo.

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El chico del barWhere stories live. Discover now