9. Mis brazos, tu refugio

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Gulf se separó y terminó con el beso de repente, lo que hizo a Mew añorarlo de inmediato. Quería seguir probando sus labios solo un poco más. Seguir confirmando que en aquel momento esa boda no había sido una completa locura.

—Esto no ayuda a aclarar las cosas, ¿verdad? —murmuró escondiendo su rostro, totalmente avergonzado—. Lo siento, no era mi intención besarte, no sé qué me pasó.

—No lo lamentes. —Le pidió al tiempo que tomaba su mentón para que lo mirara a los ojos—. Porque te advierto que si no comienzas a aclarar las cosas ahora mismo volveré a besarte.

Fue tajante, completamente sincero, y adoró la forma en la que los labios de Gulf se curvaron en una tímida sonrisa.

—¿Qué? Eh... yo... creo que... —balbuceó aún más nervioso sin poder completar una sola oración.

Mew negó inmediatamente, haciéndole saber que su pequeño intento había fracasado y fiel a su palabra inició un nuevo beso para el que los labios de Gulf estaban completamente dispuestos.

La armonía con la que se conectaban era algo que nunca había experimentado. Gulf se dejaba llevar libre en sus brazos, como si realmente confiara en él y eso lo hacía sentir importante, necesario para él. Sentía cómo unas manos inquietas lo exploraban, como si quisieran aprender el patrón de su cuerpo, identificar el olor de su piel, conocer el sabor de su boca y grabarlo a fuego en su mente.

—Creo que será mejor que resolvamos esto en un lugar diferente, más público —sugirió Gulf con palabras entrecortadas por la falta de oxígeno en sus pulmones.

Aún se sentía avergonzado, temeroso de lo que Mew pudiera pensar de él. No quería que creyera que solamente le importaba irse a la cama, porque no era así. Mew era el hombre más interesante con el que se había topado en su vida y deseaba conocerlo, así no terminaran siendo más que amigos o incluso, simples desconocidos.

Mew, en cambio, parecía atravesar por el limbo. No quería parar. Quería hacerle el amor, poseerlo y luego de terminar volver a repetirlo cada noche. Jadeaba como un animal. No recordaba la última vez que besar a alguien lo había dejado sin aliento. No recordaba a nadie que lo hubiera excitado tanto. Quizá esa era la primera vez que lo experimentaba. Y comenzó a pensar en algo: una treta, un pretexto, lo que fuera para no dejarlo marcharse. En ese momento volver a pedirle matrimonio no sonaba tan descabellado.

—¿Bajamos? —insistió Gulf peligrosamente cerca de sus labios y Mew, sin poder contenerse, le robó un beso más.

—Esa es una buena idea —concordó.

Pero Gulf no se movió y tampoco deshizo el puño que mantenía presa a la camisa de Mew. La tensión entre ellos era sumamente notoria para ambos, ninguno podía ignorar eso.

Fue Mew, movido por sus principios, quien se puso de pie de forma torpe y descabelladamente lenta y luego le ofreció una mano a Gulf para ayudarlo a hacer lo mismo. Dudó, pero finalmente la tomó y se puso en pie, sin embargo, se negó a dejar ir la mano de Mew quien lo guió por el corto trayecto hasta llegar a la puerta.

Sentía cómo los dedos de Gulf ejercían presión en su mano y correspondió al gesto, haciéndole saber que estaba ahí, con él, que le daría su apoyo o cualquier cosa que deseara mientras portara su sortija y le permitiera besarlo. Pudo ver una pequeña sonrisa en los labios del chico que lo llenó de satisfacción y terminó entrelazando sus dedos con los de Gulf, cosa que sorpresivamente no pareció incomodarle a ninguno de los dos.

💍🥂

Mew era un hombre de mundo, experimentado, que había tenido la oportunidad de conocer los rincones más hermosos del planeta, pero ninguno de ellos llegó a dejarlo tan maravillado como lo hacía Gulf; ese chico aparentemente desconocido que se aferraba a su mano con fuerza, que le sonreía todo el tiempo así no dijera nada y que, incluso lo había puesto por delante suyo, a modo de escudo, cuando notó que otro hombre intentaba acercarse a él.

Gulf era tímido, eso ya lo había notado antes, de lo que no se había percatado era de lo complicado que le resultaba interactuar con los demás.

—¿En recepción? —preguntó con la voz ahogada cuando un empleado del hotel se les acercó para avisarles que Gulf había recibido una llamada más temprano.

—Así es, si le pregunta a la recepcionista ella podrá darle los detalles.

—Ah, si. Yo... gracias.

—Es un placer. Que tengan buen día.

El hombre se alejó pero Gulf aún apretaba su mano con fuerza y se notaba nervioso. Mew no sabía lo que debía hacer para calmar su ansiedad, así que solamente lo abrazó.

—¿Te sientes mejor?

—Perdón, es algo que me pasa siempre y no puedo controlarlo. No te preocupes, ya se me pasará.

—¿Y por qué te ocurre?

—A ciencia cierta no lo sé, solo sé que me pasa desde que tengo memoria.

Gulf comenzó a explicarle las dificultades que tuvo desde niño para relacionarse con los demás. Lo mucho que le costaba alzar la mano en clase y lo avergonzado que se sentía cuando era el centro de atención. Esas reacciones fueron incrementando mientras crecía. Su incomodidad lo había llevado a aislarse, pues siempre prefería estar solo y los pocos amigos que tenía hasta ahora habían logrado lidiar con ese problema, excepto Javier, el novio de Clara, quien se la pasaba molestándolo sobre ello.

—¿Te dejó solo en el auditorio?

—Sí, yo tuve que explicar todo el proyecto a los jueces cuando habíamos acordado que yo haría la investigación y la demostración y él solamente lo presentaría. Me dio un ataque de ansiedad allá arriba y lo arruiné, perdimos el premio que pudimos ganar fácilmente. Necesitaba el dinero, creo que por eso lo echó a perder.

—Es el de la piscina, ¿no es cierto? El que estuvo a punto de ahogarte. —Acusó Mew con hostilidad.

No se esmeró en ocultar su enojo y el dejo de culpabilidad que lo carcomía por dentro por no haber actuado a tiempo.

—No iba a ahogarme, solo estaba... —Mew lo miró con reproche por defender una acción que podría haber terminado en tragedia y Gulf no tuvo más remedio que agachar la cabeza y asentir.

—Sí, es él. Hace cosas así todo el tiempo. Y a mí no me gusta causar problemas, por eso no le digo nada.

—Pues ese sujeto no me agrada —sentenció, sintiéndose ofendido por aquel inconsciente muchacho, atacado en lo más vulnerable que poseía y con el derecho de prohibirle a Javier o a cualquier otro acercársele. Había jurado proteger a Gulf el resto de su vida y él siempre mantenía su palabra. No permitiría que nadie volviera a lastimarlo, costara lo que costara—. Y si vuelvo a ver que intenta hacer una barbaridad contigo, por mínima que sea, se atendrá a las consecuencias.

—Yo a veces intento defenderme, pero lo viste, es mucho más alto y fuerte que yo. No puedo hacer mucho para quitármelo de encima.

Parecía tan frágil y vulnerable que Mew sintió esa responsabilidad caerle en los hombros de forma brusca. Debía protegerlo.

—Ahora me tienes a mí —le dijo y volvió a entrelazar sus dedos—. Yo estaré ahí. Quiero ver que se atreva a tocarte.

Gulf buscó refugio en sus brazos, se escondió en su pecho y se negó a apartarse por lo que terminaron en medio de un abrazo que obstaculizaba la salida del elevador.


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El chico del barWhere stories live. Discover now