12. Riesgos innecesarios

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—¿Crees que podré regresar a México siendo soltero otra vez?

La pregunta desconcertó a Mew que hacía un esfuerzo inhumano por desperezarse. Había sido una noche activa, intensa, desgastante y, sobre todo, maravillosa. Lo había tenido entre sus brazos, le había hecho el amor más de una vez, había escuchado cómo Gulf gemía su nombre pidiéndole más, y todo eso solo complicaba la decisión que debía tomar para cuando el abogado llegara. No quería separarse de él esa mañana, no quería que Gulf besara a nadie más, mucho menos que otro hombre fuera capaz de ver las expresiones de placer en su rostro, esas de las que solo él había sido testigo hasta ahora. ¿Cómo podría dejarlo viajar a otro país? ¿Cómo olvidaría a Gulf Kanawut?

—Parece que te urge deshacerte de mí, cariño.

Ese comentario le arrancó una carcajada a Gulf que Mew encontró revitalizadora.

—No es eso, pero no me veo diciéndoles a mis padres que estoy casado cuando llegaré solo y jamás van a conocerte. Creerán que me he empezado a drogar.

Se pegó al cuerpo de Mew con pesimismo, algo de molestia y desilusión también. ¿Por qué no le pedía que lo pospusieran? ¿Por qué si parecía agradarle no proponía alargarlo y conocerse? Y luego se reprendía por desear permanecer al lado de un desconocido, uno que le había robado el corazón.

—Podría acompañarte si quieres.

—¿Para decirles que abandonarás a su hijo en cuanto te sea posible? Tendrías que cambiar de identidad y fingirte muerto, porque solo así te dejarían en paz.

—Podría quedarme un tiempo contigo, el suficiente para que ellos mismos me echen.

Gulf negó contar su pecho.

—No... no puedo arriesgarme a enamorarme de ti.

Mew no pudo hacer más que apretar los labios para amortiguar aquella punzada que se le había clavado en el pecho.

—Piénsalo, porque si lo necesitas yo podría arriesgarme, haré lo que sea que desees.

No estaba fanfarroneando, lo que decía era completamente verdad, deseaba pasar más tiempo con él, averiguar si aquel cosquilleo que sentía en el corazón era solo producto de la dopamina temporal.

Alguien estaba en la puerta y parecía tener urgencia porque esta se abriera, así que resoplando Mew se envolvió en una bata y luego de comprobar la hora, salió a recibir al abogado, pero no era él quien los buscaba sino la gerente del hotel.

—Buenas tardes, señor Kanawut.

—Buenas tardes, ¿en qué puedo ayudarla?

Al escuchar su nombre Gulf se aproximó a la puerta, siendo consciente de que podría haber escuchado mal. ¿Quién lo buscaría en una habitación que no era la suya?

El chico del barWhere stories live. Discover now