Capítulo 30: Quiero ser tu as.

2.3K 278 1.4K
                                    


Suputamadre, ando caliente.

Estocolmo.

Siempre fui una persona con los pies sobre la tierra. Incluso la primera vez que tuve relaciones sexuales con una chica mayor, cuando yo era nuevo en Savant, experimenté lo que era liberar el estrés. No hubo nada más allá de eso.

"Lucías retraído. No, más bien, alguien en quien se puede confiar. No pareces el tipo de persona que se propase o no se detenga cuando se lo pides", me aclaró ella.

No volvimos a hablar desde entonces. Yo solo caminé a casa, un tanto ido, quizás solo deprimido por volver al hogar donde mi hermano ya no estaba. Actué sin pensar.

No sé, al chile, hice muchas cosas extrañas a mis 16 años.

No pensé que un simple beso, por no hablar de la persona que me lo dio, me tendría despierto las últimas noches. Como si cada vez que el sol se ocultaba, en mi cabeza se reprodujera una y otra vez la forma en que nuestros labios intercambiaban silencios.

Cuando mis manos palparon su pecho, su nuca, junto a la respiración que compartimos en un lugar tan estrecho.

Quería morderlo, pero seguro lo hubiese asustado.

El pecho comenzó a dolerme, pero en mi cabeza seguía reproduciendo los eventos de hace unos días con Hipocondríaco. El beso a mi mejilla, su expresión de tonto, descubrir que cada vez que volteaba él tenía los ojos sobre mí como si no le apenase besarme sin ser nada. El sudor en mi frente seguía tratando de borrar mis pensamientos.

—Es un imbécil, pero uno muy lindo. —Hablé para mí mismo. Me di cuenta de que estaba jadeando.

Bajé la cabeza hacia el registro de la caminadora. Llevaba casi dos horas corriendo. Miré la velocidad, sentí el descalabrar de mis piernas por el tiempo sin detenerse. A mi alrededor las miradas abundaban.

Qué carajo, me voy a morir a este ritmo.

Estiré mi mano para tratar de bajar la velocidad progresivamente, pero mis piernas no soportaron el peso de mi cuerpo. Yo sabía que necesitaba hacerme una limpia.

Cubrí mi rostro con ambos brazos para evitar golpearlo contra la cinta desgastada. El estruendo hizo a los chismosos gritar del susto.

—DIOS, PENSÉ QUE TE ESTABAS PREPARANDO PARA UN NUEVO TIPO DE MARATÓN. —Gritó la chica a mi costado, apagando la máquina antes de que la cinta me tirase por completo al piso.

La gente alrededor se había sumado a observarme cuando veían la rapidez y el tiempo que llevaba corriendo. Yo pedí la hora, aturdido, antes de darme cuenta de que perdí todo mi domingo corriendo en el gym en lugar de completar mi rutina.

Las actividades de atletismo están suspendidas por el PLJ, hoy era mi único día para entrenar, mierda.

La chica de top me pasó una toalla para limpiar mi sudor. Sacudí mi cabello, sin poder levantarme del piso, solo observando las gotas de mi botella de agua fría caer sobre mis rodillas. Inhalé, exhalé, culpando por mi caos mental a Hipocondríaco.

—No es justo que me pongas así, ni siquiera te gusto. —Me repetí.

¿Le atraeré solamente?

Le gusta mi cabello.

¿Será porque soy atleta y le prende eso?

Bien, me volveré sedentario, ahuevo.

La chica frente a mí se rió, sin comprender de qué hablaba. Le miré confundido, después me reí para no volver incómodo el ambiente debido a mi mal hábito de abrir la boca sin pensar. Me acordé del tiempo que llevaba desperdiciado en el gym.

Línea AzulWhere stories live. Discover now