Capítulo 10: Para no matarme.

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Como el hombre en búsqueda de la felicidad, di lo que podía de mí. Lo dejé todo, aprendí a sufrir.

¿Pero cuándo aprendería a dejar de torturarme? ¿Cuándo sentiría que me castigué lo suficiente?

Ya estaba crucificado antes de arrastrar mi propia cruz. Entonces, ¿qué más hacía falta?

Hipocondríaco.

Exin no volvió a casa desde aquella ocasión.

Lo esperé varias noches, también llegué tarde a clases con la esperanza de encontrármelo. Hablé con los vecinos para que me enviaran un mensaje en caso de que lo vieran pasar, pero a los pocos días solo recibí una notificación del casero diciéndome que pagaron la mitad de la renta. Supe que estaba en algún lado; si estaba bien o mal, no lo mostró.

Mis llamadas jamás le entraban. No pensé en llamar a ningún ser querido suyo, sino que al contrario, yo era el ser querido a quien marcaron algunos excompañeros.

Me sentía debilitado con cada día que pasaba. Sé que le importaba a Exin, pero cuando se fue de ese espacio tan estrecho, su abrupta ausencia dejó un hueco en el sitio; yo no sabía si debía arreglarlo o vivir así.

Mi cuerpo comenzó a reaccionar como un puercoespin debido al estrés. A la mínima molestia, se me caían mis púas.

—¿Bueno? —Atendí antes de salir de casa. Al escuchar el tono del otro lado, me arrepentí de haber respondido.

—Qué alivio que contestaras, tu padre y yo nos cansamos de buscar la llave de tu cuarto. —Eirín suspiró, como si la vida le hubiese regresado. Aunque lo que dijo me resultó confuso, aclaré sus dudas.

—Es porque le cargo en mi llavero —expliqué, viendo las llaves en mis dedos que estaban por abrir la puerta—. La conservé por mera costumbre.

—Con razón... ¿Puedes traerla antes de las 12? Queremos habilitar el espacio como cuarto de invitados.

—Pensé que ese era el cuarto de Denis —musité, con el torso de mi mano contra mi frente—. Y no, no puedo llevarla ahorita. Estoy saliendo para ir a clases.

—No te pongas así, puedes llegar a la siguiente hora de clases.

—¿Crees que voy a perder tres clases por ir a dejarte la llave? Solo espera un rato, te la paso a dejar por la tarde. —Bufé. Sacudí la cabeza al abrir la puerta, deseando que fuera el final de nuestra conversación.

Afuera el sol me cegó. Mis rodillas se sintieron frágiles, al igual que mis ojos.

—No tardas tanto, si te vinieras en el autobús estarías llegando como a las...

—Mamá, ¿crees que voy a perderme unas clases y literalmente jugármela con los profesores a quienes poco les agrado?

—No es mi culpa que no les agrades. Pero fuera otra cosa, y sin problema te saltarías las clases, ¿no? —Insistió.

Quizás era mi falta de sueño, pero sentía mi propia irritación, la intoxicación del cortisol y la adrenalina regándose por mi cuerpo. Puse mis ojos en blanco y sostuve mi mochila en la otra mano.

Línea AzulWhere stories live. Discover now