Capítulo 40: Vergüenza.

1.7K 202 1.4K
                                    

Habían dos polos opuestos, que coexistían todo el tiempo, dentro de mí: La negación a la vida, y el desenfreno de la misma.

Sin símbolos, solo la descripción inmediata, física, de lo que dentro de nosotros estaba siendo el mundo. No tanto un complejo de categorías intangibles, sino como un cúmulo de sensaciones concretas.

Un suspiro, que con solo ser descrito, me arrancaba a mí mismo de mi cuerpo.
Gracias a ello, descubrí que mi alma quedó abandonada en el pasado; expuesto solo a la vergüenza de la vida.

Hipocondríaco.

Conocí a Estocolmo en un momento común de mi adolescencia.

Antes de conocerlo, poco o nada sabía de lo que era preocuparse por cosas tan triviales como acomodarse el cabello para no lucir desarreglado. Antes de él, no tenía ni idea de que el calor cuando su nuca hacía contacto con mis dedos viajaba hasta mi pecho, hundiéndose como si siempre hubiese estado congelado en el interior.

En ese tiempo solo tenía una amistad, quien estuvo conmigo en momentos muy extraños de mi vida. Incluso ahora que mi muñeca yacía fracturada, Exin fue ese primer amigo que me miraba como si el daño hubiese sido para él.

—Los paramédicos ya vienen para acá. ¿Cómo te sientes? —Me preguntó, angustiado. Su mano pasó por mí frente, removiendo mi sudor frío—. ¿Puedes aguantar más?

—No tiene sentido —murmuré, sintiéndome atraído por ver mi muñeca.

Moví con cuidado mi mano. La luz vieja, que solía ser amarilla pero ahora aparentaba ser de un verde horrible, cubría por completo mi cabeza y mi piel. Como si fuese una ilusión, un momento poco realista.

Aquello me dio una idea:

—Creo que fue una confusión. No debiste gritarle a Des.

—¿Qué?

—Fuiste muy grosero. No le dejaste explicarte, solo lo llamaste loco. Creo que debes ir por él...

—¿Es en serio, Hipo?

Levanté la vista hacia él, asintiendo. El semblante incrédulo de Exin me hizo no continuar.

—TE GOLPEÓ, IMBÉCIL —exclamó—. Claramente no lo iba a escuchar. Menos cuando no me pudo dar una puta razón decente.

No comprendía lo que acababa de pasar con Des, sus acciones me habían parecido de lo más raras, pero el ataque excedió cualquier pensamiento a justificar. Desde que Exin nos había dejado solos, el rubio solo me preguntó cosas vagas, incluso si yo no abrí la boca en ningún momento. Lo único cierto es que le saludé, pensando que me había saludado a mí.

Eso me dio penita.

—Igual estoy preocupado. Parecía literalmente hablar en serio sobre...

Exin arrojó un golpe contra la camilla, doblando el metal que recorría el colchón. Me quedé helado al verlo actuar así; supe que era mejor callarme, o terminaría destrozando toda la enfermería, pues justo ahora su cabeza estaba sobrecalentada del tema.

—Ya no hables de Des. Si alguien va a hablar o defenderse, que sea él.

Dijo que saldría al pasillo a esperar. Quise pedirle que habláramos, pero no me salían las palabras. Conocía a Exin y no quería provocarle un episodio en ese momento; no era mi estilo jugar con las condiciones de otros, mucho menos después de haber visto lo que pasaba con Des.

Ojalá se esté medicando bien.

—Lo correcto es que hable con Exin. No servirá si yo le digo algo. —Balbucí, recostándome en la camilla.

Línea AzulWhere stories live. Discover now