Capítulo 5: Déjà vu.

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¿Cómo puedes naufragar en el mismo lugar, como si no hubieses aprendido?

Una y otra vez, pensando que quizás esta vez sabrás el camino devuelta; creyendo, ilusamente, que te has acostumbrado al hambre, a la desesperación, al calor consumiendo tu pecho.

Qué irónico es perderte como si quisieras romperte otra vez.

DesDes.

Es difícil expresarse con altas dosis de olanzapina carcomiéndote el cerebro. Te dificulta el habla, te pone tan nervioso que solo escuchas tu ritmo cardiaco gritando para mantenerte con vida, y por desgracia, te hace mas consciente de que eres un enfermo mental. Alguien con quien tener cuidado, y claro, no poder refutarlo.

Ai min, la neta sí recomiendo mantener distancia después de lo último que pasó.

Ya, ya, te atoraste peor que carrito de supermercado.

No caché.

De igual forma, trataré de explicarlo como prueba de mi desintoxicación.

Lo más difícil fue enfrentar a mi madre. La había decepcionado en grande, igual a mi padre, aunque nada nuevo por su parte.

—Te juro que Dios nos libró de esta, Des —suspiró mi madre tan pronto entró al vehículo. Ajustó su cinturón y apenas me miró por el retrovisor—. Vamos a tener que internarte, pero gracias a la mamá de tu amigo no van a expulsarte. En serio, le debes tu vida a esa mujer, es una santa.

Nais.

¿A su madre?

—Si por mí fuera, te sacaba; es un peligro que vayas en este estado a cualquier lugar.

—Seh... —Apenas balbucí, llevando mis dedos a la coleta que caía sobre mi hombro. La sentí más larga de lo normal.

Esto es irreal.

—¿No le vas a decir nada? —Mi mamá le echó unos ojotes a mi padre.

—Ya ni tengo palabras... —bufó, rodando los ojos en la misma dirección que el volante para salir del estacionamiento. Savant detrás se volvió pequeñita cada vez que la miraba—. No nos vuelvas a hacer esto, hijo. Tu mamá no puede con tanto.

Elevé los ojos hacia el retrovisor. Él no me miraba, estaba atento a todo coche que se cruzaba en nuestro camino y las calles limpias bajo el cielo. Sabía que hubo una reunión, que habían discutido, que se trató un acuerdo; pero yo apenas sostenía mis manos en la parte trasera del auto, pensando que ese era el mundo; apenas un coche que ahogaba el ruido del exterior y me era imposible ver más allá de las ventanas.

Encerrado en un vehículo por la presión del agua al naufragar.

—Hipocondríaco es un bully —fue lo que dije.

Después de ese día, bueno, me anexaron. Como dos meses más o menos, al chile no sé, el tiempo se sintió bien raro y eso me hizo cuestionar varias cosas.

—Esta es tu habitación. El horario se encuentra en la cama, pero te digo desde ya que la primera junta es a las 7 de la mañana. Por hoy ya no quedan actividades —explicó la señorita que llevaba su bloque de notas en la mano.

Línea AzulWhere stories live. Discover now