4. Con el Pie Izquierdo.

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Confiado de que nadie sería lo suficientemente estúpido para desobedecerle, el Rey dio libertad a su nuevo empleado para recorrer el interior del castillo. Tras haber volado toda la noche en su incansable búsqueda necesitaba dormir, terminó de acomodarse sobre sus tesoros y cerró los ojos. Debía tener el sueño muy pesado, pues los conejos parlanchines hacían grata vida social y hasta comían botanas sobre él sin cuidado alguno.

«Ni quería hablar con ustedes, desde aquí veo que son mala gente», rezongó el conejo negro parándose en dos patas para buscar la salida. Los que debían hacerse llamar sus compañeros de trabajo lo miraron con desprecio, algunos riendo, siguieron con sus cuchicheos desde la seguridad del lomo del dragón sin tenderle una mano amiga. Nadie se dignó a darle un recorrido por el lugar, una introducción amistosa ni indicaciones claras, la verdad, estaban ansiosos por ver cómo la liebre metía la pata. A la vez, preferían no hablarle para no verse involucrados en caso de que algo saliera mal.

«Qué feo, qué feo», suspiró Louis con decepción, dándoles la espalda. Odiaba no tener manos humanas para enseñarles el dedo medio. «En fin», alzó las cejas y sonrió sorprendido al ver que la puerta del dormitorio del Rey estaba dividida en tres tamaños; el alto portón de diez metros para el dragón, una de dos metros y medio para el Rey en su forma humana, y la más pequeña de medio metro, abierta de par en par, para los conejos. Era un lindo detalle a su parecer.

—Veamos...—murmuró andando hacia la salida.

Además de la libre transformación en humano, los animales mágicos como él tienen el don de mover objetos pequeños con magia, fue justo lo que hizo para llevar consigo el librillo que le dieron.

Una vez afuera alzó la vista fugazmente, fuera del dormitorio real había un jardín cuyos altos arbustos le imposibilitaron ver más allá, caminó por los adoquines a un costado de la estructura en busca de un lugar agradable donde sentarse.

«Sólo sentarme, nada de estar paseando», impuso para sí mismo.

Necesitaba concentrarse, leer y memorizar las normas del castillo cuanto antes o fijo iba a terminar muerto.

—Mmmh purutupu~ tutuputu~ —leía, o no leía, la portada y el índice del librillo pasando sus patas por las letras tan rápido que poco entraba en su cabeza, adelantándose a lo que creyera importante—. Como conejo de compañía su principal responsabilidad es brindar su calor corporal al dragón cada vez que éste duerma... Espera ¿Qué? —rió absurdo, releyendo varias veces sin dar crédito a tal estupidez—; A causa de la Maldición de la Luna sobre los dragones color índigo, estos sufren frío al caer dormidos y pueden llegar a congelarse. La maldición se contrarresta en compañía de al menos un mamífero pequeño, de preferencia un conejo, que le entregue su calor... Ah... ¡Ah~! —exclamó extensamente al encenderse una luz en su mente— Es por una maldición, ahora todo tiene sentido —asintió divertido—. Pero, momento ¿Que duerma con él todas las noches? ¿Plan; soy su peluche? Ooh~ Que los Dioses me den fuerzas —lamentó en un suspiro—, el desgraciado está bueno... En fin, sigamos; A pesar de estar bajo las órdenes de su alteza el Rey Índigo, su trato hacia el príncipe debe ser informal y casual, él no debe saber que es su empleado. Su objetivo es establecer una relación amistosa no forzada con él, para lo cual se le sugiere acceder a sus peticiones... ¿Es una sugerencia? —meditó con malicia— Gracias; no le haré puto caso. Veamos ¿Cuáles son las tan nombradas normas del Rey? Ah... Regla número uno; sólo el Rey y el príncipe pueden tomar forma humana en el castillo. ¡Agh! arrogantes ¡Qué decepción! Creí que Índigo era otra clase de persona, mi infancia está rota —puchereó en fingido drama. No se olía a nadie cerca, por lo que tomaba confianza—. Número dos; está prohibido que el príncipe sepa lo más mínimo de los siguientes temas: Muerte, enfermedades, vejez, desgracias, sangre, carne, sexualidad, romance, emociones negativas, medios de comunicación ¡A la madre! —miró a todos lados sintiendo escalofríos— ¿Qué demonios? Tienen a este estúpido encerrado en una hermosa burbuja de perfección psicótica, qué asco, por eso se cree el puto rey del mundo... Ammm ¿Qué más? Bla bla blah... tecnología limitada, prohibido el uso y mención de mmhhh pimpinpin~ la existencia de la televisión, vehículos a combustión, teléfono, radio... Oh, no... Esto es demencial.

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