28. Gris Rabioso.

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13 de Septiembre de 1985.

5:00 AM.

Azul y gris pintaron la madrugada, borrando las estrellas del cielo tras nubes débiles. Un par de gotas de lluvia repicaron contra el techo abollado del vehículo. Su sonido metálico, un trueno, y el lamento de la bestia herida causando eco hasta el horizonte llenaban los espacios que las palabras no lograban describir. Estacionados en el camino lodoso, Louis no estaba seguro de a dónde ir; se suponía que huían en busca de libertad para el joven dragón a quien aquellos derechos le habían sido negados. "Felicidad", era el objetivo. Pero ¿Aquel era el camino? ¿La forma de conseguirla? El joven e irreflexivo vampiro no sabía lo suficiente dela vida para siquiera opinar al respecto, sólo sabía que la congoja en el rostro de Vante le golpeaba el corazón.

—Avanza —ordenó el hechicero al despertar de su trance. Respiró agitado y se acomodó de costado en el asiento.

—Pero... Índigo —Louis se atrevió a dudar.

—Estará bien ¡Sólo avanza! —gruñó. La desazón en su pecho y expresión reflejaban que aquella no era una orden indolente ni orgullosa, sino una decisión tan dolorosa como acertada.

Aún indeciso, Louis buscó la mirada de su chico. Vante se percibía gris como el cielo en ese instante, aún así asintió dando la razón a Agust. Cerró los ojos palpando su pecho dolido cuando el vehículo fue puesto en marcha.

Se iban, no había marcha atrás.

—No es idílico, es el mundo real —habló el hechicero cortando el silencio con una reflexión, conociendo la inquietud de los jóvenes—. Libertad, felicidad, prosperidad; quien no haya nacido con ello tiene que luchar, porque no basta con pedir gentilmente lo que te corresponde para que el mundo lo respete, y a veces es necesario restregar tu victoria en la cara de quienes te han pisoteado... No basta sentarse a esperar lo mejor ¡No basta! —insistió resentido, dolido sin recordar exactamente el por qué— La esperanza sin conocimiento y sacrificio no lleva a ninguna parte.

La libertad conseguida por Dandelion para la humanidad aún pedía venganza por su alto costo, no estaba en los jóvenes meterse en asuntos de siglos atrás. Por otro lado, la libertad que la sociedad jamás concedió al Rey Dragón tampoco se le daría a su sucesor, mucho menos a uno que no cumpliera con sus expectativas de lo que, según el juicio común, debía hacer por orden divino, por el simple hecho de haber nacido como dragones índigo: sus destinos y deberes estaban escritos mientras otros podían darse el lujo de decidir cómo vivir sus vidas.

Índigo, ni ninguno de sus predecesores, tuvo el valor para enfrentar la corriente y desligarse de la responsabilidad que, verdaderamente, debía recaer en la sociedad completa y no sólo en ellos. Los dragones índigo no lucharon por su propia libertad.

«Pero yo puedo y lo haré, caerá quien tenga que caer», Vante recordó sus convicciones. «No sólo por mí, sino también por mi papá; no acepto aquel destino y lucharé por uno diferente», decidió ofreciendo una leve sonrisa al vampiro cuando este volteó a mirarlo fugazmente, aún preocupado por él.

—Estaremos bien, Lupi —aseguró—. Las cosas tienen que cambiar.

«La esperanza apoyada en conocimiento, acción y sacrificio, puede conseguir lo que sea. Aquella es la verdadera perseverancia, y la felicidad pertenece a los perseverantes... Los grandes cambios positivos no ocurren hasta que alguien asume su costo», asintió convencido de lo que le había enseñado el sabio gato, sin importar si este lo había olvidado ya.

Un sello mágico iluminó el ambiente. Desganado, el hechicero lo usó para facilitarles el viaje siquiera físicamente; su magia transformó el vehículo en una camioneta invisible desde el exterior, capaz de resistir el duro camino y ocultarlos de las bestias. Quien no resistió fue él mismo. Dandelión se tumbó de costado en el asiento trasero, exigió el regazo de Jack a modo de almohada y cayó tan profundamente dormido que, de haber respirado más débilmente, los otros tres hubieran entrado en pánico creyendo que estaba muerto.

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