6. Ignorante.

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-Soy un artista -aseguró Vante frente en alto al ajustar su bata-, te mostraré; mi conejo ama mis pinturas.

Fue una poco humilde invitación, o más bien una orden implícita para que el conejo negro lo acompañara por la puerta al fondo de la habitación, hacia el estudio de arte donde guardaba sus materiales y decenas de pinturas colgaban de los muros. Era un lugar soñado para un aficionado a las artes como Louis, no sólo por los atriles, pinturas, pedestales y todo tipo de materiales de bellas artes, sino por las altas ventanas que prometían ofrecer un glorioso baño de luz natural al amanecer.

Le encantó, pero... hubiera sido mejor descubrirlo solo, no en pésima compañía cual guía de museo.

«Me tomaste el pelo, Amy», Louis trataba, realmente daba lo mejor de sí al seguir el consejo de la coneja y mantener la boca cerrada, pero Vante no se lo estaba dejando fácil.

«Dijiste que habla poco ¡Pero parece locutor de radio! Y qué pesado, madre mía, los Dioses me libren~», lamentaba aguantando las ganas de lanzar sus propios comentarios y críticas para callar al principito presumido que bombardeó halagos para sus propias obras, su anterior conejo, y fastidiosas comparaciones que al nuevo le golpeaban el estómago.

"Mi conejo no es como tú; mi conejo dice que soy bueno en esto; mi conejo es bueno; mi conejo es lindo; a mi conejo le gusta; mi conejo hace bien...", era todo lo que entraba en los oídos de Louis, quien estaba lo suficientemente asqueado con las feas pinturas expuestas y su corazón de artista exigía criticar cada error que veía. Callar le estaba costando un trocito de alma.

-¡Nombre! -soltó interrumpiendo el insoportable "mi conejo..."-. Hablas de una persona, llámalo por su nombre ¡Que no es tuyo! ¡Muestra más respeto!

-Oh.

Fue instantáneo como desconectar la radio con un tirón al cable; Vante sintió el regaño y aguardó callado con las manos en la espalda, dando un paso al costado para ordenar los materiales del mesón como si no pasara nada.

-¿Cómo se llama tu conejo? -irritado, Louis insistió.

-Se... Se llama Clement.

-Ya. Oye, no quiero ser pesado contigo -aclaró subiendo de un salto a un mesón, desde donde podía admirar mejor las pinturas del muro-, tómalo como una crítica constructiva; dibujas bien, pero tienes que estudiar teoría del color, no sólo poner los tonos donde te cante la gana o esto es lo que pasa -señaló el muro con desagrado-; ¡Todo junto parece un gran vómito! No se entienden las formas, si ibas a cambiar los tonos siquiera planea una paleta armoniosa, no...

-¿Qué inventas? -resopló ofendido- Los colores están bien.

-¡El césped! ¡Rojo! -rió señalando una de las pocas pinturas que conseguía entender- y no cualquier rojo, es rojo "me sangran los ojos".

-¡Es el mar! -alegó descolocado, caminando hasta la pintura para tocarla con su mano sin creer que hablaban de la misma.

-Sí, esa. Sé que no lo has visto, pero el mar es azul ¡No Rojo!

-¡Agh! Eres tan raro ¡Este es azul! ¿Qué no ves?

-La de al lado me gusta -agregó rascándose la barbilla en busca de algo que no fuese una crítica-, es bonita, surrealista, llueven hojas y pusiste flores en las nubes.

-Es la cascada de nieve del bosque de Invierno -rodó los ojos al techo y regresó a ordenar sus cosas a golpes.

-¿Pintaste la nieve verde? Pero...

Vante pensaba que el conejo sólo quería hacerlo dudar de sus capacidades. Lo miró de reojo, comenzando a resignarse ¿Por qué Louis tenía que ser tan buen mentiroso? Siquiera un halago lo hubiera hecho sentir menos expuesto ante el extraño sujeto nuevo con el que estaba obligado a compartir su espacio personal. Detestaba su presencia y evidente autoconfianza, pues lo hacía sentir expuesto como una tonta ave en su jaula.

New WonderlandWhere stories live. Discover now