37. Corazones Grises.

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30 de Diciembre de 1985.

Cerca de las 9:00 PM, Louis y Vante bajaron de la rueda de la fortuna ajustando sus ropas sin la más remota idea de cómo volver a poner en orden los intrincados broches del cinturón y faja que, cual papá sobreprotector, Dandelión les había puesto con magia para que vistieran con elegancia en su paseo. «¿Fue plan con maña?», llegó a dudar Louis, pues el hechicero sabía que más temprano que tarde iban a bajarse los pantalones ¿O no? «¡¿No es consciente de que también vamos al baño?!», alegó el vampiro descarado.

No, no fueron al baño, al menos no para orinar, y nada justificaba lo desordenados que estaban al bajar de los juegos.

Discutían tratando de ayudarse mutuamente cuando, sin aviso, una brillante espiral mágica los rodeó, restableciendo su perfecta presentación desde quitar el polvo de sus zapatos a ordenar sus cabellos. Se congelaron en su sitio, mirándose mutuamente en espera del regaño... Hasta que escucharon una risa familiar. Habían olvidado que Jack también usaba magia y que cambiar la vestimenta era de sus trucos favoritos.

—¿Y Blanco Nube? —preguntó Vante alzando la nariz sin hallar a su amigo, confuso por el fuerte aroma impregnado en el elfo.

—Está durmiendo en el hotel —se apresuró a decir.

—Mmm. Hueles al gatito, pero... —no importaba cuán larga fue la ducha ni el perfume que llevara encima; la nariz del dragón era imposible de engañar. Jack alzó las manos pidiendo discreción, sin poder evitar reír de la situación y la mirada juzgona de Vante— Jack~ —susurró cerca de ambos—, hueles a sexo.

—Oye~ —envidioso hasta la médula, Louis se cruzó de brazos. Su amigo soltó las carcajadas a retorcijones—. Me alegra que al fin convencieras a ese mojigato, pero ¿Y nosotros qué?

—Me siento estafado —apoyó Vante con seriedad—; nos dejaron aquí para ir solos al hotel y tocarse sus cosas en paz ¡¿Nosotros cuándo?!

—¡Chicos! ¡No! —Jack apenas podía hablar entre risas— Nada estaba planeado... Ah... Les gustará el hotel, tenemos habitaciones separadas esta vez —aseguró haciendo aparecer en su mano la llave del departamento, en cuya etiqueta estaba especificada la dirección—. Pero aún es temprano y está por comenzar una obra de teatro aquí en el parque, no es necesario que vayan a encerrarse como un par de conejos ¿O sí?

—Chistosito —resopló Louis.

—¡Es un decir! —las carcajadas regresaban a Jack, entregando las llaves que el vampiro tomó resentido—. Nos vemos más tarde.

—OK —acató sin más—. Quiero ver el show, después iremos al hotel ¿Qué opinas, Vante?

—Excelente —apoyó su chico con una gran sonrisa y ambos pulgares arriba—. ¿No vienes a ver la obra con nosotros, Jack?

—Sí, quédate —desafió Louis resentido— ¿O el conejo eres tú?

—¡No~! Yo... —apagando lentamente su sonrisa, Jack habló con seriedad— Hay un par de cosas por aquí que quisiera ver solo.

—Oh —guardó cualquier broma pesada, asintiendo al tomar la mano de Vante—. Jack... ¿Te sientes bien, amigo?

—No te preocupes —la sonrisa del elfo regresó al advertir la perspicacia de Louis—. Sólo será un paseo. Será mejor que se apresuren, la obra comenzará pronto y no querrán sentarse hasta atrás.

—Entiendo. Entonces nos vemos después, en el hotel —acordó Louis en son de advertencia.

La preocupación expuesta en los ojos rojos del vampiro fue un leve pero dulce consuelo para Jack. «Amigo...», se repitió en su mente al alejarse a través del parque. Había olvidado lo bien que se sentía tener amigos. Milenios atrás, él solía tener muchos amigos, los que seguramente ya no existían más.

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