✿ T r e s ✿

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PRIMERO SIENTE LA PIEL Y LUEGO LO SIENTE EL CORAZÓN

PRIMERO SIENTE LA PIEL Y LUEGO LO SIENTE EL CORAZÓN

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Las fiestas definitivamente no eran lo de Max. Las odiaba. Siempre se quedaba en una esquina, con un vaso de bebida en la mano mientras miraba a todo el mundo como si fuera responsable de todas las desgracias de su vida.

¿Y yo? Bueno, con tal de que haya buena música, comida decente y gente conocida, no había problema.

Aprendimos que las fiestas en Jacksonville tenían su prestigio. No por quienes las organizaban, o en dónde; más bien qué ocurría en ellas. Después del primer mes de clases, una chica llamada Ana Dawson nos invitó a una fiesta en casa de sus padres. Recordaba que Max me mencionó que ella cursaba Artes Escénicas y que formaba parte del grupo de élite de la uni, el cual ganó varias competencias.

Me apetecía ir, y como Max estaba completamente descartado como acompañante, se me ocurrió invitar a alguien más.

—Si yo fuera ella, diría que no. —murmuró Max al verme arreglarme en el espejo.

—Gracias por tu apoyo moral. —suspiré mirando con poca fe mi reflejo. —¿Y me cancela a último momento?

—Hombre, le hiciste un dibujo genial a modo de disculpa y estoy seguro de que eres de las pocas personas que se portó bien con ella. —recitó Max de forma automática, cómo cada vez que el consideraba que yo estaba diciendo tonterías. —Todo saldrá bien, no hagas caso a las idioteces que digo, ¿Okey?

—Okey. —repetí con menos desconfianza.

—Eso, muy bien. —apremió antes de hundir de nuevo la cabeza entre sus almohadas. —Sacando de lado el hecho de que lo haces porque estás medio en deuda, hasta podría parecer una cita.

Tomé el primer zapato que encontré por el suelo y se lo lancé a la cabeza.

* * *

Pasaron unos diez minutos hasta que me armé de valor para ir a la recepción y pedirle a Rich el número de habitación de Lia. Y tardé otros diez minutos en convencerlo de que no iría con otra intención que no sea hablar un rato con ella. Me miró de forma suspicaz y dijo cómo quien asume el mayor sacrificio del mundo que iría conmigo, y que sería mi culpa si alguien lo necesitaba durante su ausencia.

No pensé que tardaríamos tanto en llegar a la zona en la que estaba su habitación. Rich me decía algo por encima de las conversaciones de los demás en los pasillos, pero mi cerebro se negaba a procesar cualquier tipo de información. La situación me parecía tan ridícula. ¿Por qué me sentía incómodo, si de verdad quería salir con ella? Lo había hecho varias veces con algunas chicas de Hissonville y resultó muy fácil. Pero por alguna razón, en ese momento todo parecía ser muy diferente, empezando por las miradas reprobatorias de la gente que estaba en los pasillos; cómo si pudieran adivinar mi lugar de destino y mis intenciones.

Terrorífico todo.

—Llegamos. —anunció Rich y dió media vuelta antes de enfilar el camino de regreso a la recepción.

Frente a mí se alzaba una puerta de madera blanca, algo envejecida, cómo las demás, adornadas con una placa que rezaba el número correspondiente de habitación.Primero pensé que era el quinientos seis, pero al fijarme mejor descubrí que nada más habían pintado un número seis junto a un cincuenta. Toqué la puerta tres veces con los nudillos y esperé. Y vaya que esperé. Tuve que llamar otra vez antes de que me abrieran tras unos segundos en los que escuché bastante revuelo y a alguien que maldecía tras la puerta.

—¿Quién es? —preguntó una chica con voz recelosa, abriendo apenas unos milímetros, suficientes para espiar.

—Phoenix Lawrence. —dije y la puerta se abrió más, pero sin permitirme ver aún a la celadora. —¿Lia Scott se aloja aquí?

—¿Quién quiere saber? —inquirió suspicaz.

—Yo. —tuve que hacer un gran esfuerzo para no poner mala cara. —¿Eres su compañera de habitación?

Me cerró la puerta en la cara. Escuché una conversación agitada antes de que volviese a abrirme, esta vez de par en par. No me sorprendió que me repasara con la mirada de arriba a abajo.

—Charlie Jean. —se presentó, con cara seria y extendiendo la mano. —¿Cómo dijiste que era tu nombre?

—Phoenix. —dije aceptando su saludo. —Es un gusto conocerte, Charlie.

Tenía la piel y el cabello oscuros, el pelo extremadamente corto y traía puesta por los hombros una bufanda verde, zapatos altos y un vestido plateado.

—Ya vendrá a hablar contigo. —dijo Charlie apartándose a un lado, invitándome a entrar. —Pasa.

Entré a la habitación con cautela, sin estar demasiado seguro de cómo continuar. Charlie estaba vestida como para salir, ¿era posible que Lia fuera con ella en vez de ir conmigo a la fiesta? Seguramente sí.

—¿Charlie?

Di un pequeño respingo al verla salir del cuarto de baño. Traía puesto un vestido amarillo, un poco más suelto que el de su compañera.

No le mires las manchas...
No le mires las manchas...
No le mires las manchas...

No... ¿En serio, Lawrence? ¿No puedes hacer algo tan simple?

No, definitivamente no.

—Oh, hola Phoenix. —saludó Lia, sin enterarse de nada. —¿Cómo estás?

—Bien. —tartamudeé. —Este... ¿Tú también irás a la fiesta de Ana? ¿Te invitaron? —me dirigí a su compañera de habitación.

—Sí. —contestó Charlie secamente. —¿Es que no me veo como alguien a quien Ana Dawson invitaría?

Si se lo decía, probablemente me pegaría tres bofetadas, así que opté por quedarme callado.

—¿Nos vamos? —preguntó Lia con una sonrisa.

La falda de su vestido le llegaba por encima de las rodillas y no tenía mangas. En sus hombros y cuello habían más manchas y lunares. El cabello lo traía suelto, dejando sus tirabuzones oscuros al aire.

La miré desde atrás cuando salimos de la habitación con el mejor disimulo que logré reunir. Una sonrisa tiró de mis labios al verla caminar con seguridad por los pasillos, como si no se diera cuenta de las miradas curiosas de los demás.

Historia de un Escritor Fracasado [EN PROCESO]Where stories live. Discover now