✿⁠ Q u i n c e ✿

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LA CALMA ANTES DE LA TORMENTA

Días antes, de camino a Autum's Street

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Días antes, de camino a Autum's Street

—Justo cuando pienso que ya te he visto en tu faceta más idiota, me sorprendes con otra estupidez.

Charlie miraba con el ceño fruncido mi vestido amarillo. Ella tenía puesto uno plateado que se le ceñía al cuerpo, así que intuí que se vería con Aaron en la fiesta. Por más que siempre iba arreglada a todos lados, guardaba ciertas cosas para cuando se veía con su novio. Cómo el vestido que tenía en ese momento.

—Le dije que sí por amabilidad, Charlie. —contesté echando para atrás parte de mi cabello.

—Aceptar su disculpa pedorra ya fue suficiente acto de amabilidad, no tienes que ir con él a la casa de Ana. —dijo ella entre dientes. —Además, ¿acaso Ana te invitó? No, entonces no deberías ir.

—Y a tí sí. —bufé.

—Aunque no lo creas, sí. —alzó el mentón y se posicionó a mi lado, junto al espejo. —Creo que Aaron la amenazó con dejarla pelada si no me dejaba entrar a su casa.

—Pero si Aaron no mata ni a una mosca.

—Si me lo imagino tirando de los pelos a Dawson, es como si lo quisiera mucho más.

Fingí una mueca de asco, a la cual ella contestó con un pequeño empujón.

—No quiero que vayas con ese idiota, Lia. —confesó tomándome por ambos brazos. —Estuve investigando y es otro imbécil de los pueblos de afuera. La gente aquí no es como en Hiberville.

—Ya lo sé —suspiré poniendo los ojos en blanco.

—Menos mal, porque temía que con un dibujo y unas frases lindas se te pasara cualquier actitud de mierda. —masculló Charlie.

Suspiré una vez más antes de entrar al baño de la habitación. No quería seguir hablando de eso.

Desde que Charlie se enteró de lo que pasó ese día en el vestíbulo de la residencia, se propuso a odiar a Phoenix. Si bien ella odiaba a todo el mundo menos a su novio y a mí, les deseaba la muerte a cualquiera que nos tratara mal.

Desde los catorce mi vida empezó a cambiar de a poco, aunque siempre había sido difícil. Charlie y mi hermana, Ann, fueron las que me acompañaron durante todo el proceso. De repente, ya no podía usar camisas de mangas cortas al sol, ni salir de casa sin ponerme varias cremas para la piel. Mi aspecto empezó a deformarse tanto que ya no era capaz de reconocerme. Las fotos en las que se me veía un único color de piel se asemejaban a un recuerdo lejano.

Me acostumbré, dejé de sobrepensar y de sentirme mal. Lo mío no tenía cura y tampoco podía ocultarlo. No servía de nada usar abrigos largos, gorros que tapaban la mitad de mi rostro o incluso guantes. Siempre estaba esa mancha en mi rostro que se extendía desde mi labio inferior hasta mi mentón, o ese lunar de nacimiento que había sido el desencadenante del vitíligo. Aquel que tenía en el párpado derecho y teñía uno de mis ojos de color azul.

Historia de un Escritor Fracasado [EN PROCESO]Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt