Cap 03

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Entré en la cálida y poco iluminada habitación de hospital. Directamente enfrente de mí, el hombre dormía acostado en una estrecha cama, desnudo excepto por una sábana blanca cubriéndolo de cintura para abajo. Tenía una erección en su sueño, su pene tenso descansaba sobre su estómago, entoldando la tela que le cubría. A parte de eso, lucía pacífico.

Caminé más cerca, queriendo obtener un mejor vistazo. Era sorprendentemente atractivo, con un despeinado cabello azabache, una esculpida mandíbula, una boca llena y un torso bien definido. Su cuerpo estaba marcado por largos y esbeltos músculos, no inmensos, pero aun así completamente tonificados. Sus pestañas aletearon sobre sus mejillas y soltó un bajo gemido.

Se sentía como una invasión a la privacidad mirarlo de pie allí. Mi estómago danzó de nervios, como si fuera a ser atrapado haciendo algo malo. Acostado en la cama del hospital de esa manera, podría estar posando para el anuncio de una colonia. Esencia de Locura. Apreté mis labios para no sonreír, pero ese pensamiento ayudó a proveer una ligereza muy necesitada a la situación.

Lo observé dormir, a este vivo, atractivo hombre, quién era increíblemente masculino. Este contacto con él me ofreció una experiencia completamente diferente a la que leí en el archivo de su caso en mi mesa de comedor. Este hombre era el hijo de alguien. Un amigo. Un amante.

¿Estaban buscándolo? Excepto, que sabía por el Profesor Kim, que no había reportes de personas desaparecidas que coincidieran con su descripción. Quién sea que hubiese sido antes, había desaparecido como el fino aire.

Sentí algo apretarse dentro de mi pecho. ¿Nadie había llenado un reporte de personas desaparecidas? ¿Quién era este hombre? ¿Y qué había causado que bloqueara su memoria por completo?

Noté uno de los dos tatuajes documentados en su archivo. El nombre Sam estaba garabateado en letra cursiva a lo largo de la parte de interior de su bíceps. Mi mente inmediatamente saltó a averiguar quién podría ser Sam.

Tal vez Sam era su hermano, o un amigo, pero en realidad, ¿quién se tatuaba el nombre de un amigo en su cuerpo? Tal vez era gay, y Sam era su pareja. Aparté la hipótesis que no tenía ninguna base en la realidad.

Sus heridas físicas casi habían sanado, su contusión era lo único que todavía persistía, y una leve cicatriz debajo de su mentón que apenas era visible.

La puerta detrás de mí se abrió y me giré para darle al Dr. Park otra reprimenda sobre querer estar solo. En vez de eso, un enfermero vestido con una bata azul de hospital traía en una bandeja una jarra de plástico con agua. Hice rodar los ojos.

El doctor había mandado a este pobre chico a echarme un vistazo, estaba seguro.

El asistente colocó la bandeja en la mesa al lado de la cama y se giró para marcharse. El hombre en la cama levantó la cabeza de la almohada para estudiar lo que estaba sucediendo a su alrededor. Tal vez poco interesado en lo que estaba sucediendo, o porque estaba drogado, no estaba seguro de cuál de las dos, dejó caer su cabeza sobre la almohada y se giró sobre su costado, acunando sus manos esposadas frente a él. Flexionó sus muñecas contra las esposas.

El enfermero miró del paciente a mí, y ofrecí un asentimiento, señalándole que estaba bien y estaba libre de marcharse, aunque mi corazón golpeaba sin parar contra mi pecho y me sentía de todas las maneras menos calmado.

No había notado que estado esposado ya que sus manos habían estado cubiertas por las sábanas la primera vez que entré.

—Espere.

El enfermero se detuvo en la puerta y me enfrentó.

—Quítele las esposas.

Por primera vez, el hombre en la cama abrió los ojos y me miró directamente.

No sabía que tal tono de avellana brillante pudiera existir hasta que sus ojos se fijaron en los míos. Me sonrojé ante la obvia atención que había dirigido hacía mí, a pesar del ayudante cerniéndose cerca.

Referirse a él como extraño no parecía correcto. No sabía cuándo, pero con ese nombre tatuado en su brazo, comencé a pensar en él como Sam. —Señor, no puedo hacer eso —dijo el enfermero, atrayendo mi atención de nuevo a él.

—¿Tiene las llaves? —pregunté.

—Bueno, sí —admitió.

—Entonces, sí, puede. Ahora, libérelo.

Sacudió la cabeza, como dándose cuenta de que estaba en una habitación no con una persona loca, sino dos.

—Le dio al guardia un buen tajo en el rostro, y usted es demasiado bonito, no quiere que lo libere.

Me giré hacia Sam.

—No vas a lastimarme, ¿lo harás?

Él sacudió su cabeza.

—Mire, él está bien. Ahora, libérelo.

Mi papá era un ex militar y me había enseñado cómo lanzar un puñetazo. Raramente me intimidaban, incluso montando el tren a través de las zonas menos agradables, y no estaba a punto de echarme para atrás justo ahora. Podía cuidar de mí mismo, y además, no creí que él fuera lastimarme.

Había algo sobre él, un sentimiento insistente que me decía que estaba a salvo con él. Incluso mientras decidía todo esto, sabía que no tenía lógica. Alcanzando el metro y medio, me sobrepasaba por casi medio metro, y sus musculosos brazos eran una indicación de algo, de que él podía cuidar de sí mismo y de cualquier otra persona en sus inmediaciones.

El enfermero miró hacia la puerta, luciendo como si se preguntara si debía consultar con el Dr. Park respecto a mi pedido, o solo hacer lo que le pedía y dejar la habitación lo más rápido posible.

Consideré volver a hablar, pero él sacó un set de llaves de su bolsillo y rápidamente abrió las esposas, y luego huyó de la habitación. Sam se sentó en la cama, acariciándose las muñecas.

—Gracias —graznó, su voz profunda y áspera por el sueño. —De nada.

Me acerqué y él atrajo las sábanas por encima de su cadera, ocultando un rastro de suave vello que nacía en su estómago. Me sentí hipnotizado observándolo.

Mi respuesta hacia él era alarmante. ¿Estaba tan hambriento por atención que me sentía atraído por un atractivo prisionero? Diablos, tal vez Jisung tenía razón, necesitaba salir más, tener sexo, en vez de apoyarme solamente en mi vibrador para hacer el trabajo.

Esta ciertamente no era mi actitud más profesional. Debería hablar, explicar quién era, por qué estaba aquí, justo cómo había hecho montones

de veces antes durante otros estudios de los que había sido parte. Claro, esos siempre habían sido dirigidos por el Profesor Kim, y yo sólo seguía sus pasos, fácilmente explicando que era Lee Felix, un estudiante de doctorado filosófico en la psicología del comportamiento y quería hacer algunas preguntas. Pero mi boca se rehusaba a formar palabras, y en vez de eso sólo me quedaba allí mirándolo.

Él parecía tener una pregunta en la punta de la lengua, pero se había quedado en silencio también, observándome por largos momentos. —¿Tú me... me conoces? —preguntó finalmente. Su voz era suave, inquisitiva e inmediatamente me relajé ante su sonido.

Maniac || Hyunlix✔Where stories live. Discover now