Ángel caído

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—No, no, no. No puede ser.—Llegó gritando al entrar en su casa—¿Cuántas veces más va a pasar esto?

Su voz sonaba rasgada, solo había desesperación en su cuerpo.

Spreen era un ángel caído, fue desterrado hace cientos de años por sus actitudes y mal comportamiento.

Cuando lo exiliaron del paraíso, le dijeron que una maldición lo acompañaría para siempre.

No le tomó importancia, ninguna maldición podría con el ángel más rebelde jamás creado.

Los primeros años fueron un goce, el ser inmortal tenía muchas ventajas.

Hizo lo que quiso.

Hasta que lo conoció.

Lo recuerda perfectamente, eran las ocho de la tarde, llovía demasiado, vio a un chico corriendo bajo la lluvia, justo en su dirección.

No sabe exactamente el porqué cuando el chico pasó por su lado, le sonrió y este le devolvió la sonrisa.

Tampoco podría explicar lo que sintió al verlo sonreír, con el pelo empapado sobre la cara y los ojos brillantes.

Esa fue la primera vez que lo conoció, vivieron su primera vida juntos. Esa fue la primera vez que lo vio morir.

El ser inmortal ya no tenía nada bueno.

Lo encontró cincuenta veces más, cincuenta veces más en las que lo vio morir

Cincuenta veces más sufrió al perderlo.

Esta era su maldición.

Spreen en todas las vidas veía a roier con la misma forma, su misma cara y personalidad. Solo él podía verlo así, la gente a su alrededor lo veía completamente diferente.

Cada vez que lo encontraba de nuevo, intentaba alejarse, estaba cansado de sentir ese dolor infernal que no lo dejaba en paz.

Pero el lazo que los unía era más fuerte que sus intenciones.

Siempre terminaban juntos, y la historia se repetía.

No importaba el lugar, podía estar en la montaña más lejana o en una ciudad repleta de gente, siempre se encontraban.

Esta era la vez número 51, era una isla con pocos habitantes, habían pasado más de diez años desde la última vez que "conoció" a roier.

Ya casi creía que la maldición se había acabado.

Pero hoy lo vio, pasaba por la estación de trenes para recoger unas cosas, y lo sintió de inmediato.

Ese lazo que tenían se activó, lo vio bajarse del vagón con la misma sonrisa que la primera vez.

Ahora estaba en casa peleando consigo mismo, sufriendo desde ya, porque sabe que la historia se volverá a repetir.

Meses después, lo inevitable pasó, estaban juntos como en cada vida anterior.

—Sé lo que pasará, Ro.—era primera vez que se lo contaba.

—Lo siento, cariño. Perdón por hacerte pasar por esto.—dijo comprensivo.

—No tienes nada por lo que disculparte, mi amor. No es tu culpa.

—¿Cómo puedo hacer para que no tengas que sufrir más? ¿Necesitas que me aleje de ti?

Ambos estaban llorando. Era una situación horrible.

—No, Ro. No hay manera de que te vayas, no funciona así. Incluso si te vas, volveremos a encontrarnos.—explicó.

—¿Entonces?

—Solo nos queda seguir, no hay nada por hacer.

El castaño besó sus labios, con delicadeza y amor.

—Entonces disfrutemos esta vida, mi amor.

Asintió.

Le dio una sonrisa y se besaron nuevamente.

Vez número 51, la historia se repitió igual que en cada vida anterior.

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Goma de mascar | spiderbear oneshotsWhere stories live. Discover now