Acuérdate de mi

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—Pero... ¿Qué pasó?—se interpuso delante de la puerta.—¿Cómo no me di cuenta antes? Ni siquiera noté cuando las maletas estaban listas. ¿Ya no te importo?

Y ahí estaba, el spreen que se preocupaba, que manipulaba y suplicaba. El spreen que solo aparece cuando está a punto de perder algo que quiere.

—Dios, spreen—se pasó las manos por la cara—Acuérdate de todo, porfavor. Yo era quien te amaba, yo era quien estaba cuando nadie estaba ahí, cuando todos te tenían miedo. Yo era el que estaba cada madrugada a tu lado, cuando las pesadillas no te dejaban dormir. ¡Yo, Yo, Yo!

El llanto se hizo presente en los dos.
No por las mismas razones, a uno le dolía saber que siempre dio todo. Y al otro, le dolía aceptar que todo lo que decía Roier era verdad.

Quería tenerlo con él, quería bloquear la puerta y no dejarlo ir.

¿Qué haría spreen sin él?

—¿Qué se supone que haga cuándo ya no estés aquí?—preguntó desesperado—Recuerda, Ro. Recuerda lo que me dijiste hace un tiempo.

—¿Qué te dije?—quería irse, pero prefería dejar esta conversación lista.

—Dijiste que jamás me soltarías, que nunca habría nadie entre los dos. ¿Hay alguien más?—su voz sonaba rota.

—No, no hay nadie más, spreen. Supongo solamente que así es la vida—confesó, sincero.—Amarme no era tu obligación, pero siempre esperé algo más.

Pero spreen lo amaba, desde hace tanto tiempo que es imposible recordarlo ahora. Lo amaba, pero nunca fue capaz de decírselo.

Ni siquiera ahora.

—Está bien, puedes irte.—liberó la puerta.

Su expresión se había puesto seria, si no fuera por las lágrimas que aún caían sin control, nadie creería que se estaba muriendo de dolor por dentro.

—Si me voy, no hay vuelta atrás, spreen—lo amenazó avanzando hacia la puerta.

—Ya lo decidiste, no voy a rogarte, Roier. Sabes que no hago eso con nadie—trago saliva fuerte—Ni siquiera a ti.

—Adiós, spreen.

—Adiós, capo.

El castaño salió de la casa con maleta en mano. Cargando un peso en el corazón más grande que el que tenia en esa maleta.

Se quedó fuera, justo delante de la puerta, deseando que su osito saliera de esa casa y le pidiera quedarse, le dijera que lo amaba, que lucharía por él.

Pero ese oso jamás lucharía por nadie de esa manera. Lo hace sentir débil, y él no puede serlo.

Dentro, spreen quedó mirando la puerta por la que había salido su gran amor. Rogando porque su chico arañita volviera a entrar, desarmara sus maletas y se quedara a su lado una vez más.

Ambos contaron hasta diez, mirando fijo a la puerta.

Cuándo la cuenta llegó a su fin, cada uno se dio la vuelta y siguió con su vida.

Hay almas gemelas que no funcionan.

Ahora son desconocidos.

Los desconocidos no se enamoran, y ellos fingirian que nunca lo hicieron.

Goma de mascar | spiderbear oneshotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora