Apuesta

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—Missa, quiero terminar con lo de la apuesta—le comentó mientras guardaban unas cosas en la sala de cofres.

—No me digas que te rendiste, pero si está más enamorado que nunca.

—No es rendirme, boludo. Solo que es nuestro amigo, no deberíamos hacerle algo así—insistió.

—Pero es en broma, seguro cuando se lo contemos se ríe—se volvió para mirar a su amigo y notó algo—¡¿Te enamoraste?!

El grito fue muy fuerte, se quedaron en silencio unos momentos para saber si los habían escuchado.

—No grites. Y claro que no me enamoré, de hecho creo que gané la apuesta.

—No, el plazo aún no termina. No seas tramposo—le golpeó el brazo.

—Por eso, ya lo enamoré y en menos tiempo del acordado. Me debes pagar más.

Siguieron hablando y bromeando sobre el tema, sin saber que detrás de ellos, un curioso chico había escuchado cada palabra que habían dicho.

Se apretaba el pecho con una mano intentando aliviar el dolor que sentía. Un dolor que quemaba por dentro, que ardía.

Sus mejillas estaban empapadas de lágrimas dolorosas. Lágrimas de traición, de engaño.

No podía moverse ni reaccionar.

Esas dos personas que estaban dentro hablando de esa manera, se supone eran sus amigos. Sus mejores amigos.

Esos dos chicos vivían con él, compartían juntos, reían, exploraban, disfrutaban. Juntos.
Y ahora estaban ahí hablando de una apuesta. Que al ordenar su mente se dio cuenta lo involucraba a él.

Del ingenuo, tonto y enamoradizo que hablaban era él.

Y todo cobró sentido.

Spreen nunca lo había tratado con cariño, nunca le había hablado tiernamente, ni siquiera lo había abrazado en forma de amistad. Pero el último mes todo cambió.

Roier siempre sintió cosas por ese oso, y sus atenciones lo cegaron por completo de que algo raro estaba pasando.

Todo había sido una apuesta, una sucia apuesta de sus amigos.

El dolor era insoportable.

Respirando hondo, dejó de escuchar y salió del lugar.
Ordenó sus cosas, tomando las suficientes para estar bien unos días, luego vendría por las demás.

Derramó un par de lágrimas más y se fue de la casa que tanto quería, de ese hogar que tantos recuerdos guardaba.

Se fue dejando una nota en la cama de Spreen:

"Dile a Missa que si ganaste la apuesta, yo si me enamoré"

Junto a la nota una flor roja depositó.

Se fue con la dignidad y el corazón roto.

En la noche, spreen subió a su habitación sin saber lo que le esperaba.

—No—susurró leyendo la nota—Yo también me enamoré...

Goma de mascar | spiderbear oneshotsOnde histórias criam vida. Descubra agora