✧ ⎯ veinte

363 36 3
                                    

entre la espada y la pared
— no te creas tanto 3
( 1 / 2 )

— ADA

Nos cambiamos de ropa y fuimos a la mejor discoteca de la ciudad. Entramos en el local y fuimos directos a la zona V.I.P. para alejarnos del cúmulo de personas que había allí.

Los cinco nos sentamos en un cómodo sillón y nos quedamos en silencio, nadie sabía que decir. No acostumbrábamos a estar sobrios y juntos en un lugar así, por lo que nuestro objetivo de no alcoholizarnos no tuvo éxito.

—¿De verdad no sabéis hablar sin estar borrachos? —pregunté.

—¡Claro qué si sabemos! —defendió Georg—. Pero hemos venido, a lo que hemos venido, y sin alcohol no es divertido.

—Además, ¿de qué te quejas? Tú solo has venido para fumarte quién sabe qué cosas —atacó Tom.

—¡Bueno, pero yo no cuento! —respondí—. Me voy a beber que necesito ahogar mis penas en alcohol —dije dramáticamente mientras me levantaba para ir a la barra.

—Pero si te vas beber, ¿de qué te quejas? —cuestionó mi hermano.

—No sé, me gusta quejarme.

—Está loca —susurró Gustav.

—¡Gustav te he oído! —grité.

Fui a la barra y pedí lo mas fuerte que tuvieran, aunque había bromeado con eso, realmente necesitaba desconectar un poco. Con tanto drama, no había descansado nada en dos días, y me estaba afectado. Y yo, en vez de dormir, preferí beber como una loca.

Pasó un rato y ya cada uno estaba a lo suyo: Gustav y Georg estaban fuera de mi campo de visión, Bill estaba acercándose a mí probablemente para ver si estaba bien, y Tom... Tom estaba comiéndose a una cualquiera.

Por más que quisiera, no podía alejar mi vista de ellos. Apretaba mi vaso con fuerza y mentalmente maldecí a aquella perra como si no hubiera un mañana.

¿Por qué Tom tenía que ser así? ¿Por qué iba a por cualquiera teniéndome a mí tan cerca?

Porque tú no le gustas, y porque que la última vez que te besó estuviste dos días enfadada con él.

—¿Estás bien, Ada? —preguntó Bill una vez que se sentó a mi lado, sacándome de mis pensamientos poco positivos.

—Sí —respondí seca, sin apartar mi mirada de ellos.

El pelinegro se percató de la escena que observaba y pasó una mano por mi espalda, mostrando compasión.

—No te pongas mal... Ya sabes como es Tom.

—¿Mal? Yo no estoy mal. ¿Por qué tendría que estar mal por el hecho de que Tom esté a punto de follarse a una tía que probablemente no sepa ni su nombre? —solté, tan rápido que apenas Bill pudo entenderme.

—Deberías hablar con él. Cada vez hay más tensión entre vosotros, y es... incómodo —Bill siempre decía todo con mucha delicadeza, me parecía adorable como evitaba herir los sentimientos de las personas—. Sois los únicos que os negáis a hablar de vuestra... lo que seáis.

Durante unos segundos me quedé en silencio ante su comentario.

—Oye, Bill. —lo llamé, dispuesta a cambiar de tema—. ¿Todavía tienes la pastillita esa que te di?

—No me parece la mejor solución para...

—¿La tienes o no? —interrumpí golpeando suavemente la mesa donde se encontraban las bebidas, llamando la atención de algunas personas cercanas.

CANCELADA! ⋆ 𝐩𝐨𝐥𝐚𝐫𝐨𝐢𝐝 ⋆ tom kaulitzWhere stories live. Discover now