✧ ⎯ deciseis

666 57 3
                                    

¿ya es oficial?

TOM —

—Dios, Tom, ¿tu noviecita piensa tardar mucho más en llegar? —preguntó Gustav, refiriéndose a Ada.

—Ya quisiera ella ser mi novia, aunque, no es un mal plan —añadí con una sonrisa.

—Tom, no.

—Deja los celos, Georg.

—¿Y si empezamos sin ella? Me aburro, me quiero ir —bufó el recién nombrado, harto de esperar a su hermana.

—¿Por qué no ha venido contigo? Vivís en la misma casa, podrías haberla traído contigo —se quejó Bill, también desesperado.

—Porque no soy su niñero, ni su despertador.

—Eres su hermano, que es peor que todo eso —contraatacó Gustav.

Estábamos en el estudio, en una pequeña sala de espera, haciendo justamente eso, esperar. Ada tendría que haber llegado hace treinta minutos, ya que teníamos una reunión con David, nuestro representante. Todavía no sabíamos a que se debía, pero probablemente sería alguna queja de algo.

—No seáis exagerados, tampoco está tardando tanto —comenté para restarle importancia a la tardanza de Ada, iban a matarla cuando llegara.

Al ver como todos me miraban sorprendidos fruncí el ceño —¿Qué? ¿He dicho algo raro o...?

—Mierda, definitivamente estás loco por mi hermana.

—¡¿Qué?! ¡¿Por qué?! ¡No! —negué.

—Tom, acabas de defender a Ada de ser impuntual —mencionó Bill con obviedad—. Tú eres la persona más impaciente del mundo. Si fuera otra persona ya le habrías maldecido en diez idiomas distintos, pero como te gusta pues...

—¡Qué no me gusta, joder! ¿No podemos dejar de hablar de Ada?

En ese momento la puerta de la habitación se abrió, dejando ver a una Ada agotada con la respiración cortada y a punto de caerse al suelo.

—Perdón por tardar... He venido corriendo...

—Se nota —susurré mientras le hacía hueco en sillón.

—No tengo excusa... Me he quedado dormida, ¿vale? —dijo, dejándose caer a mi lado.

Me quedé observándola mientras intentaba calmar su respiración con los ojos cerrados, se veía jodidamente bien. Recorrí toda su cara con mi mirada, admirando cada detalle de esta. Ada era guapa, muy guapa.

—Tomás, cuidado que se te cae la baba —susurró Bill en mi oído, sacándome del trance y ganándose una mala mirada.

—Bueno, ¿sabéis qué quiere David? —preguntó Ada una vez que ya podía respirar.

—Pues precisamente venía a hablar contigo, Adita —se sumó el manager, entrando por la puerta e invitándonos al estudio de grabación, donde solíamos discutir, aunque sea para grabar, y no para conversar.

—¿Conmigo? ¿Yo qué he hecho?

—Que no has hecho, mejor dicho —corrigió él. Ada nos lanzaba miradas preocupadas, como si nosotros supiéramos de que hablaba David—. Y tú, Tom, tampoco has hecho lo que te pedí.

CANCELADA! ⋆ 𝐩𝐨𝐥𝐚𝐫𝐨𝐢𝐝 ⋆ tom kaulitzWhere stories live. Discover now