✧ ⎯ once

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¿publicidad amorosa?

ADA —

Me encerré en el camerino tras bajar del escenario, nunca me había cansado tanto en concierto. Estaba quedándome dormida sobre mis brazos apoyados en el pequeño tocador de la habitación hasta que alguien llamó a la puerta para después entrar.

—¡Lo has hecho genial! —Bill se abalanzó sobre mí, ahogándome en un tierno abrazo.

—Gracias —murmuré—. A ti también te ha salido increíble.

—¿Estás bien? —preguntó, su expresión cambió a una más preocupada al ver que apenas podía levantar la cabeza.

—Sólo cansada. Tal vez debería haberme esperado a que terminara el concierto para fumarme esa cosa —dije señalando una bolsita blanca con hierba dentro.

—¿Qué es eso?

—Ni si quiera yo lo sé, me lo vendieron en la fiesta de anoche —Esbocé una sonrisa tontorrona tras decir eso.

—¡¿Cómo!? ¡¿No sabes lo que es!? —gritó, a lo que yo negué con la cabeza—. ¿Cómo cojones se te ocurre fumarte algo que no sabes qué es y que te ha vendido un desconocido, Ada? —me regañó.

—Ay, Bill... No me sermonees —reí.

Probablemente tenía razón, pero la frustración me invadió antes de salir al escenario y esa fue la única salida que ubiqué. Al ver que no estaba en mis cinco sentidos, apoyó mi cabeza contra su pecho y me acarició son suavidad y preocupación. Esperaría a que me encontrara mejor para darme una charla no muy agradable.

Más tarde me llevaron al hotel y salieron de fiesta sin mi. En un principio, Gustav se quedaría cuidándome pero le dije que no se molestara. Ninguno se fiaba de dejarme sola así que Georg hizo su rol de hermano responsable y se encargó de que no ingiriera más sustancias desconocidas.

La verdad, hubiera preferido quedarme sola, mi jodido hermano no paraba de explicarme el riesgo que corría al haberme fumado algo que no sabía ni como se llamaba —algo un poco irónico, pues él casi siempre hacía lo mismo—.

—...y por eso no deberías haber comprado esa cosa —concluyó, había repetido el mismo discurso mínimo cincuenta veces—. Ada, ¿me estás escuchando?

—No —respondí sincera, ganándome una mala mirada por su parte—. Vamos a ver, Georg. Me estás regañando como si tuviera cuatro años, ¡tengo diecisiete, casi dieciocho! Ya sé lo que debo y no debo hacer y también sé que lo que he hecho está mal. No seas pesado, joder.

—Es que, ¿cómo se te ocurre, Ada?

—¡No te hagas el responsable ahora! Tu eres casi igual o peor que yo y lo sabes.

—Estamos hablando de ti, no de mi. Además, ¿qué clase de hermano sería si no te regaño? Tengo que ser un buen ejemplo —dijo cruzándose de brazos.

—Pero si ya te lo he dicho, eres casi igual o peor que yo —repetí.

—Bueno... Pero déjame que me crea un buen hermano.

—Eres un buen hermano, idiota —dije, ambos reímos levemente y se acercó para abrazarme.

Pasaron las horas y Georg comenzó a hablar sobre Susanne, aquella chica que lo traía loco desde hace meses. Fingí quedarme dormida para no tener que escucharle decir lo enamorado que estaba, lo guapa que era, el día de su cumpleaños... Incluso mencionó su color favorito, sus flores favoritas y su raza de perro preferida. Realmente le gustaba esa chica, seguía sin callarse aún sabiendo que estaba "dormida" y no le oía.

CANCELADA! ⋆ 𝐩𝐨𝐥𝐚𝐫𝐨𝐢𝐝 ⋆ tom kaulitzWhere stories live. Discover now