La princesa Anneliese nació el 12 de diciembre de 1494, sí tan solo unos meses después de la llegada de su futuro amor.
El qué parecía ser un hermoso día en su gran Imperio, el Imperio Francés, pronto se convertiría en su martirio. Anne, cómo solían...
— Pensé qué la sultana Hürrem sabía sobre nuestro matrimonio. — Ingrid habló una vez qué la pelirroja salió de los aposentos.
— No tuve el valor para decírselo, la herida qué dejaste en mi aún seguía abierta, recordarte me lastimaba. — Dijo el sultán sinceramente pero triste al ver cómo su amada pelirroja sufría por el.
— Tal parece qué las personas a tú alrededor siempre sufrirán. — Ingrid miró al sultán con tristeza. — pero te recuerdo qué yo dejé de ser tú mujer el día en qué decidiste exiliarme, sí te perdoné...al igual qué te deje en claro que ya nada sería como antes.
— No puedo poner una carta qué rompa nuestro matrimonio, por qué no puedo hacerlo...han pasado años donde cada quien sigue su camino pero mi corazón aún te necesita. — Expresó el sultán con sinceridad, la emperatriz estaba asombrada ante tal confesión, al igual qué Hatice y Mahidevran.
— Lamentablemente Hürrem es la qué sufrirá ahora y aunque no quieras, debes disculparte con ella, pero quién soy yo para arreglar los asuntos de tú harén, así qué mejor hablemos sobre nuestros hijos. — Se removió de su lugar para ir hasta el diván que el sultán tenía en sus aposentos, muy cómodo por cierto.
— Quiero qué mis hijos vayan a sus respectivas provincias, cómo le había comentado a Mahpeyker, Osmán irá a Manisa, Murad irá a Amasya y Kasim a Konya. — Dijo con seriedad.
— Estarán cerca. — Dijo recordando las veces qué había visitado aquellas ciudades con el entonces príncipe Süleyman. — Pero esa no es mi decisión.
— ¿Qué quieres decir con eso? — Preguntó confundido el sultán.
— Esas decisiones no me corresponden a mi. — Respondió la emperatriz con simpleza.
Gülfem hatu quién hasta el momento permaneció atrás de Mahidevran, habló por primera vez.
— ¿Cómo puede dejar qué sus hijos decidan por ellos mismos? — Preguntó incrédula.
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— Oh Gülfem, no había notado tú asistencia. — Ingrid dijo de manera burlona. — pero respondiendo a tu pregunta...eduque bien a mis hijos por lo tanto, mientras sus decisiones no afecten a la corona francesa ni a la otomana, entonces no hay problema, son libres.
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