La Muerte de Leila

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Las noches de amor se alternaban con noches de conversación. Y ya sea por moderación o abrazo a la rutina, la intensidad de la primera vez no se repitió. Hubo fuego y pasión, pero también mucha ternura y cariño. Poco a poco Marcos Julio, comenzó a llamarla Katja, era un ejercicio de memoria situacional, en público le decía Leila, en privado con su nombre original. Aunque tampoco se daban oportunidades a la vida social, ella prefería estar en casa, huía a las reuniones, fiestas; cuando salían era al cine, a comer o los conciertos de heavy metal, de los cuales era ella tan aficionada. Esa música estridente no era especialmente del agrado de Marcos Julio, pero por ella iba, saltaba, gritaba y movía la cabeza.
Tenía Katja, admiradores, colegas, pacientes, pero no amigos. Marcos Julio, era su entero círculo social. Ella, lo invitó a vivir en el apartamento. Convencerlo no fue tan fácil. Él, resistió todo lo que pudo. Por más liberal que fuese, su rol de macho se resentía, pero ella insistió con vehemencia y él no pudo continuar en negación. Entre tantas tertulias de madrugada fue llenando los vacíos de la historia, de su vida y de su corazón. Katja le relató que luego de la muerte de Viktor, su tatarabuelo, ella, huyó de Hungría hacia Rumania con Augustus, luego se trasladaron al refugio en Ucrania. Con el comienzo de la Gran Guerra y el incidente con Marko, el abuelo, durante la batalla de Lemberg les convenció de mudarse otra vez, esta vez a Italia, neutral en aquel momento. Sobre la foto que el abuelo robó de una biblioteca pública, ella le corroboró que era real, sí, eran ellos. Quedó atrapada en la zona del frente italiano, ya en el año 1917. Se encontraba sola, Augustus, se había ausentado durante unos años, estaba tratando de ayudar a otros miembros de la raza oculta a sobrellevar las situaciones adversas creadas por la gran guerra. Las largas y continuadas batallas de Izonso le imposibilitaron un regreso seguro, sólo con la ruptura del frente en la batalla de Caporetto, Augustus, pudo ingresar en la zona, robando la identidad de un oficial alemán. Su llegada fue justo a tiempo, porque un obús había estallado sobre el refugio de Katja y esta había resultado muy mal herida. Y la foto fue tomada cuando él la conducía fuera. El abuelo tenía razón. Se quedaron en Austria mientras ella se recuperaba de las lesiones. Al término de la guerra se pasearon por Europa, vivieron en Francia, Suecia y Dinamarca, donde les halló la segunda guerra. Sobre el rescate de Gonzalo y la consecuente destrucción de la organización secreta, le comentó que fue fruto de un seguimiento de años. La segunda guerra mundial, sorprendió a muchos vampiros desprevenidos, los que no murieron en los combates, bombardeos y masacres empezaron a ser cazados por este grupo. En 1940 con la invasión de Dinamarca y habiendo entrado en el círculo de influencia nazi. Notaron las redadas, aumentaron los rumores. Augustus se enteró que, aparte de buscar judíos y gitanos, las einsatzgruppen de las SS también buscaban personas con características especiales y junto con ella, él inició una investigación para saber qué ocurría, si era cierto o eran solo historias. Porque no sólo estaba el factor de la cacería y la guerra, de improviso se activó una ola de inmolaciones como respuesta a algún estímulo externo, que muy bien podía ser la presión de la cacería o cansancio, quien puede saberlo. Eso mermó la población, ya de por sí reducida, de la raza oculta. Por cuatro años buscaron de manera infructuosa, Augustus, robó varias identidades de oficiales y jerarcas Nazis. Aprovechando ciertas habilidades adquiridas a través de los años en ese respecto, se quitaba un disfraz tras otro, pero no lograba sacar nada en claro. Y tampoco podía permanecer mucho tiempo usando cada identidad, lo hacía por periodos cortos y luego desaparecía, escondiéndose con otro nombre. Entonces Katja, se ofreció como señuelo. Él, no estuvo de acuerdo con el plan, pero habiendo agotado otras instancias terminó aprobando el movimiento y eso fue lo que les condujo hasta el edificio sede del grupo. Hubo el enfrentamiento, Augustus, colocó explosivos, los cuales detonó en la huida. Con la conmoción de la explosión y la posterior confusión lograron escapar. Augustus, consideró un fracaso el rescate. Sólo pudieron salvar a Gonzalo de Arosa, todos los demás resultaron muertos. Si bien esta sección del grupo había sido eliminada, el abuelo había sobrevivido y también los jerarcas desconocidos que movían los hilos desde la oscuridad. Terminada la guerra acompañaron a Gonzalo hasta Guatemala, pero los deseos de cada uno eran distintos. Augustus, quería atrapar a los susodichos jerarcas que, quizás, se escondían en Suramérica. Gonzalo, deseaba emprender la búsqueda de Inanna, la cual tenía una doble intención, complacer su creciente deseo de compañía de la diosa de la luna, conseguir su beneplácito y dos, haciendo uso de esa aprobación pedirle que le diera sangre para regenerar su piel, pues, a pesar de haberse curado y estar fuerte, su aspecto era poco agradable. Se había quemado demasiado, llamaba la atención donde quiera que fuese, cuando algún curioso preguntaba le respondían que era sobreviviente de un incendio, lo cual, en parte, era verdad. Ella, que había sido objeto de experimentos por parte del mencionado grupo, tomó la decisión de estudiar los diferentes informes que pudieron salvar de aquel incidente. Quería encontrar la razón de su existencia y una posible cura. Algo que les permitiera vivir una vida de mejor calidad. Se mudó a Estados Unidos, a Atlanta, para estudiar medicina, y permaneció allí hasta 1978. Luego de recibir una carta de Augustus, este le reveló la ubicación de Marko, el abuelo, en Guatemala. Encargándole la encomienda de encontrarlo y matarlo. Katja, no tenía intenciones claras en cuanto a esa orden, no sentía animosidad contra su hijastro. Aparte de la corta, pero intensa relación que sostuvieron cuando él era niño, estaba el asunto del intercambio de sangre entre ellos. El tema de la consanguineidad y los vínculos que esto genera en los miembros de la raza oculta. Por una u otra razón ella, no llegó a tiempo, cuando pudo hallar la dirección ya este tenía casi dos años de muerto. De Gonzalo, no supo nunca más ni una palabra, se había adentrado en la selva y su destino era incierto, pudo haber encontrado lo que buscaba, quizá no, cabía la posibilidad de que hubiera decidido vivir en la zona para esperar, se inmoló por el desespero, ninguna de las anteriores. Era un misterio que se quedaría sin resolver, porque no existía quien estuviera interesado en resolverlo. Ella, no iba a embarcarse en una insana búsqueda por la selva centroamericana y Augustus, tenía sus manos ocupadas con los nazis en Suramérica. Aunque ya para esa época muchos habían muerto, Augustus, le había comunicado que al menos había atrapado al tal Fritz Ullman.
—¿Fritz Ullman, dices? —preguntó extrañado Marcos Julio —yo pensé que no existía, que era un nombre falso.
—Era un nombre falso. Era un alias del ángel de la muerte, Josef Mengele.
—¿Qué? ¿En serio?
—Sí, es en serio.
—¿Y cuál era su papel en todo eso?
—Es difícil decirlo, supervisor, investigador adjunto, es un misterio. Augustus, no lo interrogó, así que no lo sabremos, cuando lo halló estaba nadando en el mar, vacacionando como si nada. Augustus, montó en cólera, se metió al mar y lo ahogó.
—¡Obtuvo su venganza!
—Una simbólica pues nunca halló a los otros. A las cabezas. De hecho, no pudo averiguar quiénes eran, por eso terminó pagando todas las culpas el único que pudo ser identificado.
—¿Desde cuándo no sabes de Augustus?
—Desde enero de 1986, cuando le comuniqué la muerte de tu abuelo, acontecida unos años antes. No por mis manos, sino por causas naturales. Lo cual le causó otra molestia. Luego cortó comunicación conmigo.
—¿Pero tú no tenías intenciones de matarlo? ¿Verdad? — preguntó Marcos Julio, con mucho interés.
—No. En absoluto. Primero está el asunto en que fue mi hijastro por un tiempo, de verdad amé a ese chiquillo y por otro estaba el efecto de la consanguineidad, yo tomé de su sangre, eso reforzó el vínculo.
—Tú, has succionado mi sangre varias veces. ¿Ese vínculo también nos une?
—Sí Marquitos. Tenemos vínculo afectivo, consanguíneo y pasional —le dijo besándolo.
Hicieron el amor. Ella, en pleno éxtasis le dijo "te amo". Él, le contestó con la misma frase, una y otra vez. Katja hizo lo propio y en un contrapunteo de pasión, donde sus voces eran los ecos, se repitieron la más hermosa de todas las frases hasta que ambos alcanzaron el clímax. Para Marcos Julio, aquello fue algo maravilloso. ¡Ella, lo amaba! ¡Sí! Luego de 2 años de relación admitía amarlo y lo hizo de la forma más hermosa. Estaba feliz, muy contento, no quiso ponderar causas ni consecuencias, sólo quería disfrutar de aquel momento. No tenía aliento para hablar así que le abrazó con fuerza. Que hablaran los cuerpos, que la piel fuese agente comunicativo, la unión de latidos, de sudor y calor humano. Ella, en contraparte, se hallaba conmocionada. ¿Qué había sido aquello? ¿Lo amaba? "Sí, lo amas" se respondió a sí misma. ¡No! ¡No podía ser! Ella, se cuidaba mucho de enamorarse en sus relaciones, a sabiendas que no podía conservarlas por mucho tiempo. ¿Qué había sucedido? ¿Por qué se descuidó así? "no te engañes a ti misma tú lo sabías, lo buscaste con esa intención" se acusó. "No, no fue así, lo busqué para saber de él, de mi familia, la que fue mía, alguna vez" pensó, defendiéndose de sus propias acusaciones. "Katja, ¿por qué lo niegas? Viniste buscando amor y eso obtuviste, no te quejes" le dijo aquella voz interna. "Quería compañía, alguien con quien ser yo misma, no enamorarme, porque ambas sabemos en qué termina todo esto" "Sí. Lo sabías y aun así lo buscaste. Lo decidiste cuando viste su foto, durante la entrevista con su padre, Timoteo, tan guapo, tan parecido a Viktor" "Era una foto de su boda, yo sabía que estaba casado en aquel momento" "Y no te importó. Di la verdad, cuando te enteraste de la muerte de su esposa te alegraste, luego te sentiste tan culpable que saliste corriendo como una niñita asustada" "No, no fue así. Fue la empatía, sentí su dolor" "¿A quién engañas Katja Kinslenya? Yo no soy Leila, Anna, Bárbara, todos esos nombres que te inventaste en tu larga vida, yo soy Jovanka, ese nombre que olvidaste, la chica que tocaba el violín y que ahora no lo hace. La que luchó por la vida de su hermana Katja. Sí, esa hermana mayor que me crio como su hija ante la muerte de mi madre, la que me regaló el violín, me enseñó a cocinar, disparar el arco, cazar y coser. Yo, morí aquella tarde para que tú nacieras, engendro, aversión, cosa antinatural, así que no me vengas con mentiras a mí. Llora si quieres llorar, todo lo que quieras. Pero asume esta última culpa. Sé valiente porque el dolor te espera con paciencia. Para el dolor no hay tiempo, le da igual, te esperará con paciencia. De una u otra forma llegará el momento de la muerte de tu amado y tú te sentirás sola otra vez. Como siempre lo has estado. Aferrándote a fantasías y romances inconclusos, huyendo en vez de amar. Ahora no tienes a donde huir, el amor te ha atrapado con sus deliciosas garras. Tú escoges, o luchas o aceptas lo inevitable".
Katja, no respondió esta vez. Aquello había sido una experiencia sobrenatural. No era ella que se hablaba a sí misma, no era su conciencia, era el fantasma de quien alguna vez fue. Jovanka. Yahvé es misericordioso. Que irónico significado para ese nombre. Marcos Julio, por su parte, le hablaba con cariño, no se percataba de su turbación. Eso debía agradecerlo a la oscuridad. Que él, no pudiera ver su rostro compungido. Ella, deseaba que se durmiera, necesitaba un rato a solas, para reflexionar, para llorar, pero él no se dormía. No era del tipo de hombres que se duerme inmediatamente luego de hacer el amor. Él, gustaba de hablar, compartir y eso le agradaba a ella, pero esa noche quería que durmiera y él no lo hacía. Le miró en la penumbra, sí, tenía un parecido enorme con Viktor, quizá la única diferencia palpable era la nariz, Viktor, tenía la nariz grande, aguileña; la de Marcos Julio, era más bien pequeña, redondeada. En lo demás eran prácticamente iguales, los ojos, las cejas, la falta de barba, su mirada, la voz, su personalidad bonachona. Jovanka, tenía razón, ella lo buscó con esa intención, inconsciente o subconsciente y ahora estaba ante una realidad que se negó desde el principio de su búsqueda. Lo buscó porque necesitaba amar de nuevo, tener la experiencia de una vida tranquila de hogar que la alteración le arrebató. No podía ser de nuevo Jovanka, en eso tenía razón. Ella, había muerto y con la sangre de Augustus, había nacido un nuevo ser, ella era Katja Kinslenya y conservaría ese nombre en honor a esa hermana-madre que no recordaba.
Al fin, Marcos Julio, se durmió, ella se levantó, luego de tomar un baño se abrigó y salió del apartamento. Deambuló un rato por las calles, entró a un bar, compró cigarros, sentía una inmensa ansiedad, tanto que iba a fumar, a pesar de haberlo dejado hacía ya dos años. Lo encendió. Se sintió incómoda y tosió con fuerza, se empañaron los ojos. Hizo ruido. Era la única mujer en el establecimiento y para completar el cuadro: sola, fue inevitable que llamara la atención. Unos gamberros, se acercaron hasta ella, molestándola con improperios y comentarios sexuales. Ella hizo caso omiso, pagó y quiso salir, uno de los hombres le tomó por un brazo, reteniéndola. Lo que no se imaginó el infortunado agresor era que la chica no era una víctima indefensa, si hubiese estado enterado de lo peligrosa que pudiera resultar no hubiera hecho tal movimiento. Katja, había entrenado Aikido y defensa personal, aparte de sus capacidades como miembro de la raza oculta. Había una diferencia sustancial entre la chica que fue agredida en las calles de Budapest y esta otra. Con un movimiento veloz y antes de que el hombre pudiera reaccionar le hizo una llave, lo sometió y le propinó un fuerte golpe con la palma desde abajo, rompiéndole la nariz. El acompañante, sorprendido, dio un paso hacia atrás, levantando los brazos, indicando que se sobreseía de la acción. El atrevido gamberro, ahora herido, se llevó una de las manos a su nariz ensangrentada mientras con la otra pedía un respiro. Los presentes, que conocían al borrachín, estallaron en risas, burlándose del hombretón. Mira que una chiquilla le había puesto fuera de combate. Algunos retiraron al humillado macho entre chanzas y aplausos. El cigarrillo se había partido con el golpe, lo lanzó a un cesto de basura, Katja, suspiró y de nuevo intentó retirarse, pero no había llegado a la salida cuando uno de los burlones se le ocurrió tomarle de un brazo, levantándolo al aire como quien celebra la victoria de un boxeador y gritó: La campeona de las pu... No terminó la frase. Katja, se ofuscó. Hizo de nuevo un movimiento relampagueante, esta vez no fue Aikido ni defensa personal, fue fuerza bruta. Bajó el brazo y con este el del gracioso entrometido, lanzándolo de narices contra el piso. Este comenzó a dar alaridos, además del golpe en la cara le había partido el antebrazo. Cesaron las risas y por fin la chica encendió otro cigarrillo y salió del bar. Nadie más intentó impedir su salida.
A pesar de todo, ella se había contenido, no había usado toda la fuerza que podía desplegar. Quería paz y la paz le huía. Había salido a caminar, a relajarse y no lo había conseguido. Admitiendo que había sido un error vagar sola por las calles, apagó el cigarrillo, luego de un último aspirado y regresó al apartamento. Sin embargo, no se deshizo de la cajetilla ni el encendedor, lo guardó en su cartera. Marcos Julio, seguía durmiendo; ella, se cepilló los dientes, hizo gárgaras con listerine y comió una menta. Hizo todo cuanto se le ocurrió para disimular el olor y se acostó junto a él. Contrario a lo que ella esperaba se durmió rápido. Pero no fue un sueño plácido, Jovanka, de nuevo Jovanka, le atormentaba. En sueños le perseguía, adonde caminara, ella iba detrás, vestida de gitana. Convertida en su sombra. Le preguntaba cosas, la presionaba, le importunaba. "¿Qué vas a hacer ahora que sabes que lo amas? ¿Lo dejarás morir? No pudiste salvar ni a tu hermana Katja ni a tu esposo Viktor, pero quizá a él sí. ¿No lo dejarás morir como al chico de los ochentas? ¿Cómo se llamaba? Ni te acuerdas. ¿Verdad? No fue importante. Para ti, fue otro más; para él, amarte significó la muerte. Lo sacrificaste en nombre de la ciencia, no eres mejor que los nazis. ¡Asesina! Si quieres redimirte, sálvalo. ¡Salva a Marcos Julio! La clave es el agua."
Despertó antes que Marcos Julio, lo hiciera, el binomio de cama y almohada era una tortura, se levantó. Preparó el desayuno y el almuerzo que él llevaría al trabajo. Se vio al espejo, era una de las cosas buenas de ser vampiro. No tenía ojeras ni signos de cansancio. Sin embargo, sintió una perturbación, detrás de ella, estaba Jovanka, desgreñada, con ojeras y evidente cansancio. Reflejando lo que ella no mostraba. No decía nada, solo estaba parada allí, mirando al piso, llorando desconsolada. De improviso, abrió los ojos, se miraron a través del cristal, le dijo "el agua, el agua es la clave" Katja, volteó rápido. No, allí no había nada ni nadie. En la cartera observó la cajetilla de cigarros, colocó uno en su boca con las manos temblorosas, pero no lo encendió. Luego de un rato, lo guardó de nuevo. Escondiendo la caja en el fondo de la cartera. Menos mal que la posibilidad que sufriera un infarto era mínima, esas experiencias extra sensoriales le tenían los nervios de punta.
Oyó ruidos en la habitación. Marcos Julio, había despertado, estaba muy contento, la levantó en el aire, la abrazó, bailó con ella una canción que tarareaba él mismo.
—Odio que sea lunes y deba ir a trabajar —comentó —pero el deber llama.
—No te preocupes, aquí estaré para cuando llegues.
—Me hubieses despertado más temprano, me dejaste dormir, no escuché la alarma. Yo quería hacerte el amor antes de irme, pero como es tarde no puedo.
—Tranquilo, como ya te dije aquí estaré.
—Hoy, te toca guardia —dijo haciendo pucheros.
—Es cierto. Pero me voy a las 8:00 de la noche ya deja de preocuparte por esas cosas. Ve, arréglate, vas a llegar tarde chico libidinoso. Y deja de hacer esas muecas —le respondió ella sonriendo.
Le había hecho reír. Sí, él tenía esa capacidad. De llevarle alegría. Por momentos se olvidó de Jovanka, sus mensajes crípticos y sus acusaciones.
—Katja. En el relato del abuelo te describe como muy pequeña. Pero tú no eres tan pequeña. ¿Cuánto mides? ¿1:65? — le preguntó mientras desayunaba.
—1:62 — le respondió ella.
—Es a lo que me refiero.
—Te entiendo, pero es cierto lo que dice la libreta. Era pequeña, medía un metro y medio. Con el tiempo crecí unos centímetros.
—Yo pensé que los vampiros una vez convertidos no cambiaban. Tú me dijiste algo así, el asunto de la miopía, la conversión no corrigió ese defecto.
—Una cosa es un defecto congénito y otra el crecimiento. Asumo que aún me quedaba por crecer y por lo tanto eso hice. Fue gradual, pasaron 100 años para que yo creciera 12 centímetros. Saca la cuenta.
—¿Y seguirás creciendo?
—No, no creo. Al menos no mucho, si acaso un par de centímetros más. Pero te digo, no creo. No ha habido mucho progreso en ese sentido desde los setentas.
—¡Vaya! —exclamó él.
—A veces te preocupas por unas cosas tan nimias. Ahora mismo si quiero crecer me pongo unos tacones altos y ¡Voila! 1:70 —le dijo con una expresión de alegría.
—¡Ja! ¡Ja! Graciosa. Te amo, Katja —le dijo.
—Yo también te amo, Marcos Julio.
Se despidieron y ella pensó en descansar, dormir, recuperar fuerzas, sentía cansancio así no lo aparentara, pero enseguida cambió de idea, debía salir del apartamento. La presencia de Jovanka, se hizo fuerte. Sentía que la observaba, oía sus pasos, su respiración entrecortada, como si se encontrara furiosa. Se reflejaba en todos los espejos, hasta en el pequeño, del maquillaje compacto. Su imagen estaba siempre llorando, a veces silenciosa, a veces repetía la frase "el agua es la clave". Tuvo que arreglarse sin usar un espejo, luego era cierto que los vampiros no pueden verse al espejo, en su caso, porque veía el fantasma de ella misma.
Una vez fuera del edificio el sol le dio de lleno. No lo podía soportar, estuvo a punto de gritar, se contuvo. Le molestaba, como cuando era una neófita. Había olvidado colocarse bloqueador solar, tomó el primer transporte que pasó sin fijarse a donde se dirigía, solo quería entrar a un lugar con sombra. No tenía un plan concreto. Luego de reflexionar un poco decidió ir al laboratorio, quizá en el familiar ambiente hospitalario lograría callar esos desvariados pensamientos que le atormentaban, pues ella no creía en fantasmas, consideraba por lo tanto que la presencia de Jovanka, era obra de su mente, de su conciencia intranquila, de su culpa, de sus deseos y sus miedos.
Comenzó entonces a vivir una rutina inhumana. Trabajaba alrededor de 10 horas en la noche y 8 horas en el día. Llegaba de madrugada, dormía un par de horas, le dedicaba unas horas a Marcos Julio, en la mañana y una vez que él, salía a trabajar, ella también lo hacía. El personal de la clínica y el laboratorio no se explicaban de dónde sacaba energía la doctora para semejante actividad continua. No había quien le pudiera llevar el paso. Hubo quejas, hubo preocupación. El consumo del café se elevó de forma considerable. El director de la institución llegó a plantearle que se tomara unas vacaciones, pero ella lo desestimó. Lo más que hizo fue tomarse los fines de semana libres. Ella no quería que Marcos Julio, notara su ausencia y su extraño comportamiento. Así que los fines de semana eran para él. El director, entonces, tomó medidas extremas, le prohibió el acceso fuera de sus horarios de guardia. Katja, entonces, inició a trabajar en un ambulatorio público, sin cobrar, en esas horas que no le permitían el acceso. No quería perder el ritmo, en el sitio púbico la actividad era abundante y las muestras de sangre y casos eran muy diversos. Los pacientes estaban muy contentos con aquella doctora tan humanitaria que no escatimaba esfuerzos, si alguno no tenía dinero para comprar insumos muchas veces ella lo pagaba de su bolsillo, sin chistar y sin pedir nada a cambio. Llegó a ser muy querida en esa comunidad, la doctora Leila.
Marcos Julio, al principio no notó nada extraño. Cuando llegaba del trabajo ella, estaba allí, en el apartamento, se iba a trabajar en la noche y cuando despertaba, ella estaba en su cama o preparando el café. El amor, el cariño, la pasión y las atenciones no mermaban. Pero poco a poco empezó a ver detalles inusuales, tomando en cuenta quien era ella y lo que representaba su raza. Se sorprendió al verle ojeras; el pelo, al peinarse se desprendía de su cabellera, poca cantidad primero pero cada vez era más. A pesar de eso o quizás por eso, el pelo le creció. Ya no usaba el cabello corto al hombro, ahora le llegaba hasta la cintura, ya no era liso y lacio, sino encrespado y grueso. En menos de dos meses su cabellera había crecido una enormidad, en volumen y longitud. Los dientes los tenía manchados de amarillo y estaba bastante seguro que eso pasaba porque estaba fumando de nuevo. Las manchas y el aliento la delataban. No quería preguntar, pero se vio obligado a ello cuando una noche, observó canas en el cabello y arrugas en la piel, aquello no era normal. No en ella.
—Katja. ¿Qué tienes? Siento un desgaste en ti, en tu ser. ¿Te ocurre algo? —le preguntó.
Ella, suspiró. No quería hablar, pero tampoco quería mentirle. Que dilema.
—Sí, sí ocurre algo.
—Cuéntame, para eso somos pareja. Dime lo que sea ¿Me vas abandonar? ¿Es eso? Apenas han pasado 2 años, tú me dijiste que teníamos 10 años para vivir juntos. Yo...
—No es eso Marcos —le interrumpió —he estado trabajando desde hace unos dos meses como una energúmena, jornadas de hasta 18 horas diarias.
—¿En serio? ¿Y yo por qué no me di cuenta?
—Hice todo lo que pude para que no te percataras. Sin embargo, no fue suficiente.
—Pues no. Te ves cansada. Como nunca te había visto, se te cae el cabello, se te arruga la piel, tienes ojeras, canas. Esa rutina te está consumiendo. ¿Por qué razón has estado haciendo eso? Además ¿Has vuelto a fumar?         
—Sí, he recaído en ese horrible vicio. Pero lo demás lo hago por ti, por mí, por amor.
—Explícate, la verdad no entiendo.
—Verás, obtuve una pista sobre el proceso de conversión. Por qué ocurre en unos y en otros no.
—¿En serio? Eso es una buena noticia. Me parece.
—Quizá —le respondió dubitativa —la clave es el agua.
—¿El agua? ¿Cómo es eso? ¿Cómo llegaste a esa conclusión?
—Jovanka, me lo dijo
—¿Jovanka? ¿Quién es Jovanka? ¿Una de tus colegas? ¿Una investigadora?
—No. Calma —exclamó ella, suspiró —es... cómo decirlo... es el fantasma de mi yo pasado.
Marcos Julio, abrió la boca para preguntar, pero ella le colocó un dedo con delicadeza. Él, comprendió que debía guardar silencio y eso hizo.
—Ya lo hemos hablado otras veces. Augustus, me convirtió luego de que el asentamiento donde vivía con mi familia y amigos fue asaltado por un grupo de xenófobos y todos resultaron asesinados menos yo. Hubiera muerto sin la intervención de Augustus. No recuerdo nada de esa vida anterior, algunas imágenes, pesadillas recurrentes, casi siempre sueños de cuando ocurrió el ataque. Recuerdos que se liberan, qué sé yo...
Marcos Julio, asintió con la cabeza.
—Pero desde hace unos dos meses comenzó a manifestarse este recuerdo, alucinación, fantasma, tormento. Se presentó como Jovanka, la real yo, mi nombre real. Resulta ser que Katja era el nombre de una hermana mayor que me crio cuando mi madre murió. O, mejor dicho, la crio a ella, porque yo no recuerdo nada, se siente tan ajena a mí esa imagen, es otra mujer, es otra persona de la cual yo heredé su cuerpo y algunos dones inconscientes como el cocinar, tocar violín, los idiomas, la miopía y la forma de caminar. Cuando Augustus me rescató, yo pronuncié ese nombre varias veces mientras estuve convaleciente, según me contó. Y él, me llamó de esa manera. Esta Jovanka, entre reproches y lamentos me dijo que la clave estaba en el agua. Es una letanía. Siempre lo repite, una y otra vez. Además, me dijo: ¡Sálvalo! refiriéndose a ti. Y por eso me entregué como una posesa a la investigación. Quería y debía desentrañar el secreto de la sustancia. Por ti, por mí, por amor, por culpa, por miedo.
—Entiendo —dijo él.
Quiso agregar algo, pero ella nuevamente lo calló con sutileza.
—Investigué, experimenté, pregunté, reflexioné, hice conjeturas basadas en quimeras y nada parecía conectar el agua con la sustancia, su comportamiento o su composición.
—Por eso estas así. No has podido desentrañar el misterio y te has sometido a un desgaste muy fuerte —opinó Marcos Julio.
—No exactamente. O sea, sí, me he desgastado, más allá de quien soy, pero si logré conectar el agua con la conversión.
—¿De verdad? Entonces son buenas noticias.
Ella, negó con la cabeza y se echó a llorar desconsolada.
—¡Ay, mi Katja! ¿Qué te angustia tanto?
—¡Qué te amo y tengo miedo de perderte, de no poder compartir esta larga vida contigo! ¡De tener que ver como envejeces y liderar un cortejo fúnebre, cerrar el ataúd y lanzar un ramo de flores a tu tumba! ¡Es eso o abandonarte en unos años! ¡Huir del amor! Sufrir la persecución del dolor por quien sabe cuántos años.
—Pero si ya resolviste el misterio me puedes convertir y te acompañaré siempre.
De nuevo, ella, negó con la cabeza.
—Sólo descubrí por qué ocurrió con unos sí y los otros no. Tengo los factores, pero no su cantidad, mezcla y aplicación. Además, su presencia debe ser a nivel celular.
—¿Qué es? ¿Qué puede haber en el agua que sirva como catalizador para la conversión?
—Esa misma pregunta me hice durante semanas: minerales e iones.
Marcos Julio, quiso decir algo, pero no se le ocurrió nada. Boquiabierto, permaneció en silencio.
—Al principio pensaba que la traza que marca a las células era alguna enzima; luego una proteína, una vitamina, un virus, una bacteria. Probé de todo.
—¿Y cómo llegaste a la conclusión de los iones y minerales?
—Por la muestra de sangre de un paciente que recientemente había sido sometido a una resonancia magnética. Observé, como la sustancia interactuaba con las células. Repetí el experimento con diversas muestras de sangre y el resultado fue esclarecedor. La sangre de los pacientes sometidos a ionización reaccionaba ante la sustancia y viceversa, en las muestras normales no pasaba igual. Es decir, era el mismo resultado de siempre. Estudié sobre los tipos de agua mineral y resulta que tienen una buena carga de iones, por lo menos las naturales no esas aguas envasadas industrialmente, esas son aguas mineralizadas, las destilan, las desposeen de sus propiedades y luego las mineralizan. Teniendo poco valor para mí estudio. Un bioquímico alemán (no podía ser de otra nacionalidad) de apellido Michaelis descubrió en 1946 la reducción secuencial del oxígeno, describiéndolo como un mecanismo molecular de cuatro pasos de transferencia de un electrón. Entonces el oxígeno, en ese proceso, pasa a ser un peróxido radical con el traspaso de un electrón libre, luego a peróxido de hidrogeno y de allí a radical hidroxilo, por último, formación de agua como producto de la reducción — explicó ella, hablando de forma atropellada — todo ello por el fenómeno de los radicales libres, un electrón desaparejado.
—Katja —le interrumpió él —no entendí nada.
—Que, en el agua mineral, ionizada de forma natural puede contener radicales libres. Entonces, todo el proceso que describí en donde el oxígeno se transforma en agua al interactuar con dichos radicales que le dan propiedades magnéticas al sistema donde estén, se replica, se invierte, dando lugar a un enlace químico al encontrarse con la sustancia.
—Deja ver si entendí. Dices que lo que hace que la sustancia identifique a las células e interactúe con ellas, dando paso a la transformación es una traza magnética.
—¡Correcto! Es la forma simple de explicarlo. Sin embargo, no tiene una aplicación práctica. El cambio debe darse a nivel celular. Imagínate: hay que ionizar a todas las células del cuerpo humano, o una cantidad muy grande, para tener una mínima seguridad. No hay certeza que cualquier procedimiento que se nos ocurra sea realmente efectivo y comprobarlo al 100% mucho menos. ¿Cómo hacemos eso? 
—No lo sé... No es mi área.
—Y he allí el dilema. Sabemos por qué ocurre, pero no tenemos una cuantificación de los factores, lo que daría como resultado aplicarlos de más o aplicarlos de menos. Ambas opciones con resultados adversos.
Marcos Julio, asintió.
—¿Cómo encaja el agua en todo esto? Aparte de lo que dijiste de la transformación de oxígeno en agua por lo de los iones libres.
—Es una conjetura. Más una corazonada que otra cosa. No tengo forma de comprobarlo, para hacerlo debería entrevistar y hacer pruebas con todos los miembros de la raza oculta vivos y eso tardaría mucho. Ni siquiera sé dónde está Augustus, mucho menos los demás.
—¿Y?
—Todo se resume al consumo de agua mineral durante muchos años. Por ejemplo, mi caso. Me desarrollé en una comunidad de carácter nómada, es muy posible que haya ingerido agua de manantiales con ciertas propiedades físicas durante mucho tiempo. Con lo cual recibí las propiedades de dichos elementos en mi sangre, de un modo acumulativo. Lo mismo se puede aplicar a Augustus y Gonzalo —explicó.
—Ya. Entiendo. O sea que cualquiera del campamento pudo haberse convertido —opinó Marcos Julio.
—En teoría sí.
—¿Crees que Augustus esté consciente de eso?
—No, no creo. Conversamos mucho sobre ello. En sus más de 2000 años sólo logró convertir a 3 personas, incluyéndome, siendo yo la última. Y él, nunca logró saber porque unos sí y otros no. La calidad del agua actual que se consume en las grandes ciudades es baja, a pesar que en los países desarrollados se pueda beber directo del grifo, es un agua tratada y purificada en procesos que, obviamente, no son naturales. Ni hablar de las aguas envasadas industrialmente.
—Volvemos entonces al dilema original.
—Sí. Mucha teoría, pero nada de elementos prácticos. Así no me atrevo a intentar convertirte. No se los porcentajes, cantidades y cualidades exactas. Es como tener harina, levadura, azúcar y sal, pero no tener ni la receta ni el horno. ¿Cómo hacemos el pan? 
—Entiendo. Por lo pronto, has un receso en tu investigación, te estás matando de trabajo.
—No es solo eso. También me he descuidado con la reposición de sangre, por eso el desgaste. Parece que hubiera visto el retrato de Dorian Grey —dijo, mirándose al espejo.
Desde hacía meses que evitaba los espejos para no ver a Jovanka, sin embargo, esta vez no apareció. Le pareció hasta extraño y escudriñó el espacio, tratando de verla. No, no apareció.
—¿Qué? ¿Qué pasó? ¿Qué buscas? —le preguntó Marcos Julio, al ver su quehacer.
—A Jovanka.
Marcos Julio, se sobresaltó, volteando hacia todos lados.
—¿Está aquí?
—No, no está.
—Menos mal.
—Te voy a tomar la palabra. Voy a descansar, el director está loco porque yo tome vacaciones. Igual me reportaré ausente en el ambulatorio.
—¿Qué ambulatorio? —preguntó extrañado —¿uno público?
—Sí, luego te explico. Necesito dormir, necesito comenzar esas vacaciones desde esta noche.
Él, también solicitó un adelanto de las vacaciones y juntos pasearon, viajaron por un mes. Katja, rejuveneció con el descanso y estaba muy relajada y contenta. Sin embargo, la pregunta estaba allí. Presente. Y como llegase el final de ese periodo recreacional, las cartas volvieron a la mesa.
—¿De verdad lo haremos? —preguntó ella —digo, tengo mucho miedo de hacerlo, de que falle, pero también quiero intentarlo, quiero que resulte.
—Yo digo que sí. Este amor vale el riesgo.
—Es tu vida la que se pone en riesgo.
—Es una apuesta de todo o nada.
—Es una injusticia, eso es lo que es.
—La vida no es justa.
—No, no lo es. Estas vacaciones fueron, en parte, para descansar, física, mental y emocionalmente. Pero mi mente siguió trabajando en el problema. No lo puedo evitar, mi mente funciona así. Y al estar relajada y descansada se me ocurrieron algunas ideas y veo las cosas menos oscuras.
—Entonces ya tomaste la decisión —le dijo Marcos Julio, mirándola a los ojos.
—Sí. Si estás de acuerdo, podríamos intentarlo.
—Estoy de acuerdo —le respondió con voz firme.
—Eres más valiente que yo. Estoy temblando de miedo y te siento tan tranquilo y tan seguro de tu decisión que me aterra y me anima al mismo tiempo.
La firmeza en su voz le provocaba a Katja, una mezcla de sentimientos. No sabía decir si aquello era valentía o una inconsciencia de ambas partes. Durante el siguiente mes se dedicó a transformar el cuarto de huéspedes. Instaló varios aparatos médicos, incluido un microscopio electrónico, cortinas oscuras, una cama especial. Convirtió la habitación en un laboratorio.
—No quiero dejar nada al azar —dijo en una oportunidad.
—Katja, quizá no debiera preguntar, pero... ¿De dónde sale tanto dinero para comprar todas estas cosas? —le preguntó Marcos Julio.
—Tengo mis ahorros.
—Son muchos ahorros.
—Muchos años de ahorro —le respondió —aparte de eso cuando viví en Atlanta me casé con un viejito millonario y me heredó su fortuna, aparte de unas empresas muy lucrativas en Estados Unidos. Con el sueldo de doctora no podría.
—¡Ja! ¡Ja! ¿Es broma, cierto? —exclamó él.
—No es broma —le dijo ella muy sería mientras trabajaba en el acondicionamiento —Anna Smith, se casó con el señor Eddie Morgan.
—¿Era un alias tuyo?
—Sí. Fue de mis primeros pacientes cuando fui médico residente. Se enamoró de la joven doctora y le propuso matrimonio, quería vivir sus últimos años en un romance y yo acepté. Le llegué a tener mucha estima y era un caballero, me trataba como una reina.
—¿Su enfermedad era incurable?
—Sí, él lo sabía, en cualquier momento le vendría la muerte. Entonces sentí compasión y quise darle unos años felices. Vivimos en vida marital hasta su muerte dos años después. Un infarto fulminante —le respondió sin levantar la vista —lamenté mucho su muerte. Era un buen hombre.
—Pero, no lo amabas.
—No, no lo amaba. Le tenía cariño y respeto.
—Y aun así te casaste con él, a pesar de haberme dicho que no te casarías de nuevo. Qué tu único esposo había sido Viktor, mi tatarabuelo.
—Se casó Anna, no yo. No te preocupes por esas cosas.
—¿Te casarías conmigo?
—¡Marcos! ¿Por qué me pides eso?
—Porque te amo.
—No, no puedo ser viuda de otro Jarkovic.
—¿Viuda? Te estoy pidiendo que seas mi esposa no mi viuda. ¿Asumes que voy a morir? —preguntó él, algo alterado.
—No presumo nada, pero es una posibilidad muy alta.
—Es lo mismo que asumir. ¿Además te casas con un viejito por dinero y no te puedes casar conmigo por amor?
Katja, se enfureció al oír esa acusación tan desproporcionada. Se enzarzaron en una fuerte discusión. Las voces se levantaron y las emociones afloraron de forma negativa. Ambos, a pesar de que no lo aparentaban, estaban bajo mucha presión por la toma de decisión hecha. Intentar la conversión.
—¿Sabes? Ya me estoy arrepintiendo, esto es una pésima idea — dijo ella, dolida luego de un buen rato de disputa.
—¿Qué? ¿De nuestra relación o la conversión?
—Todo. Mejor dejamos esto hasta aquí. Yo me iré, no haremos el intento de conversión. Sigue con tu vida y yo trataré de seguir con la mía hasta donde la eternidad me lo permita —le dijo ella, muy seria, mientras tomaba la cartera y caminó hacia la salida —yo intentaré superarte y tú, conseguirás a otra mujer quien amar. Eres un hombre guapo, bueno y trabajador, yo sólo soy una abominación de la naturaleza sin derecho a amar.
Él, se quedó atónito. Pero apenas pudo reaccionar la detuvo, la abrazó, le pidió perdón. No quería separarse de ella. Katja, se contuvo, estaba molesta y triste, su primer impulso fue deshacer el abrazo, echarlo a un lado, tenía la fuerza para hacerlo, pero no lo hizo. Quería salir corriendo, sin maletas y sin nada más que lo que vestía, sin embargo, no lo hizo. Deseaba desistir de la conversión, sentía miedo, pero no lo hizo, no desistió. Permanecieron sentados en la alfombra de la sala toda la noche, conversando. Él, admitió sentir celos, sentía que por más amor que ella le prodigaba no era igual al amor que sintió por el tatarabuelo. Y ella, se lo corroboró, era así. Aunque no se debería colocar valores y medidas al amor, una parte de ella no dejaba de amar a Viktor y nunca lo haría. Él, debía aceptar eso o alejarse. Marcos Julio, eligió aceptar, en parte le entendía, no lo había pensado hasta ese momento, él mismo se sentía incapaz de dejar de amar a Elena, su recuerdo. Aclarados los sentimientos, se calmaron los ánimos y continuaron los preparativos. Ella, no admitió tener celos del recuerdo de Elena, porque no era así. No sentía celos.
Entre las acciones que tomó Katja, en los siguientes días, pasándose por alto todas las consideraciones éticas que atan a un médico, estuvo en ubicar un paciente con cáncer terminal. Ya desahuciado, sin posibilidad de salvarse. No le tomó mucho tiempo hallar al candidato. Un señor de unos 53 años. Le habían pronosticado no más de tres meses de vida. Había recibido mucha radioterapia experimental, así que reunía las condiciones que ella buscaba. Sin consultar con nadie, ni mucho menos pedir consentimiento de los familiares, una noche, le transfundió de su sangre y le hizo el seguimiento y estudio. Al principio el paciente respondió bien, las células interactuaban con la sustancia y parecía estar iniciando procesos regenerativos, eran excelentes resultados, pero luego tomó una muestra de los tejidos del tumor, las células cancerígenas también estaban interactuando con la sustancia y de una manera más agresiva. Durante unas horas, hubo un estira y afloja entre el paciente y la enfermedad. Cada uno había tomado fuerza y combatía con todo, sin embargo, el cáncer terminó venciendo, el paciente estaba muy débil, luego de años de lucha y la enfermedad se salió con la suya. Katja había reducido sus esperanzas de vida de tres meses a tres horas. Ella, huyó de la escena del crimen, con las muestras y anotaciones, tampoco es que nadie pensó en un evento como ese. No se practicó una autopsia, no hubo otro sospechoso que la enfermedad que le aquejaba.
Los resultados, aunque parecían prometedores, eran inconclusos. Hubo interactuación, era cierto, pero el paciente había estado recibiendo cantidades bajas de radiación por años, de allí que adquirió cierta ionización en su cuerpo. El caso de Marcos Julio, era inverso, iba a recibir una gran cantidad de radiación en muy poco tiempo. ¿Cuánta intensidad y por cuánto tiempo era la mínima cantidad que debía aplicársele? ¿Cuánto tiempo tendría, luego de aplicada la radiación, para realizar la transfusión? Era especulación pura. Avanzar a ciegas por la cornisa. Y lo que era peor, ella no sentía remordimientos, por lo que había hecho a ese paciente con cáncer terminal, se escudó tras el hecho de su inevitable muerte, aunque no tan inminente como resultó.
Se acercaba el día. Lo discutieron por enésima vez, recostados de la baranda del balcón, en la víspera del intento. Ambos estaban nerviosos, pero decididos, fumaban, ya no era ella sola que había recaído en el vicio, Marcos Julio, también. Él, hizo suya la frase de Katja refiriéndose a los cigarrillos: "No es que esto me vaya a matar" Ella rio.
—Me casaré contigo —le dijo ella.
—¿De verdad? —preguntó él emocionado
—Sí, cuando la conversión sea efectiva fijamos la fecha de boda.
Él, la abrazó, muy feliz. Entre besos adelantaron la consumación del matrimonio. No habría margen de error, Romeo, yacería en el lecho y Julieta, no tomaría la pócima, ella era el veneno y el antídoto, condena y salvación, si se convertía habría condenación para el alma y si moría el alma quedaría absuelta pero su corazón quedaría encadenado en la culpa. No habría testigos ni perjurios, sólo ellos dos, los amantes, potencialmente eternos enfrentando la penitencia con valentía socrática. Él, bebería la cicuta esperando absolución, juicio y legado, la esperanza brillaba temblorosa en la llama de un cirio, era apenas una vela en la montaña desafiando a los vientos, lluvias y a la disipación.
Y así, llegó el fin de semana de la verdad. Ya Marcos Julio, había estado por un mes bebiendo agua ionizada alcalina, no era el aporte principal de iones. Katja, pensó que cualquier contribución era útil. Inclusive existía la posibilidad que no aportara nada en absoluto, tampoco le hacía mal. Lo sometió a dos resonancias magnéticas de alta intensidad, no se arriesgó a más, se supone que esos exámenes son inocuos para el cuerpo humano, no había un estudio concluyente que lo demostrara, así que mejor era no arriesgar.
En el apartamento, ya listos todos los preparativos, ella, le preguntó.
—¿Estás seguro? Este es el punto sin retorno. No existen segundas oportunidades. Podemos abortar si lo deseas.
—Estoy seguro, como nunca lo he estado en la vida —le respondió Marcos Julio.
Se dijeron un último "te amo" acompañado de un beso largo. Ella, inició la transfusión. Ya lo habían hablado hasta el cansancio, repasado todos los detalles que les parecieron concluyentes. La primera hora no sentiría gran cosa, pero luego el dolor iría subiendo en intensidad hasta llegar a un nivel insoportable. Ella, no tuvo esa experiencia, estuvo inconsciente durante el proceso. Lo que sabía de la conversión a niveles prácticos lo había aprendido con el intento de conversión de Marko y el de Raúl, el chico de los ochentas. ¡Ah! ¡Ve! Se llamaba Raúl, que momento más inconveniente para recordar su nombre. Ella, le había sugerido sedarlo, pero Marcos Julio, rechazó la idea, quería estar consciente y poder verla a los ojos si debía morir. Katja, mantuvo los sedantes a la mano, sabía que en algún momento tendría que sedarlo, no soportaba la idea de verlo sufrir. Se trataba de un cambio drástico para el ser humano. Era un cambio a nivel celular. No habría espacio de su cuerpo a salvo del dolor. Durante tres horas soportó, como todo un hombre, el fuerte dolor. Al primer grito, le siguieron las lágrimas, otro grito, dos gritos, más gritos. Ella, había tomado la previsión de atarlo a la cama, tenía espasmos, convulsiones, las manos crispadas. Lo inmovilizó y lo sedó. Se presentó la fiebre alta, todo el cuerpo ardía, aquello era normal dentro de la circunstancia de la conversión, una actividad febril había iniciado a nivel celular, molecular y atómico. Tomó una muestra, la sustancia trataba de adaptarse, pero no lo conseguía por completo. Algunas células aceptaban la asociación, pero otras la rechazaban por completo y morían. Aquello no era bueno, sin embargo, la batalla no estaba perdida. Cómo pasó con el paciente del cáncer hubo una situación de estira y afloja entre la sustancia y el sistema. Lo dejó descansar, todo dependía ahora de su cuerpo, de su valentía, de sus ganas de vivir, de la suerte.
En la mañana Marcos Julio, despertó, abrió los ojos, pero no podía ver nada. El dolor era intenso. Poco a poco aquel negro absoluto fue aclarando, pudo distinguir luces, luego algunos colores, poco después imágenes borrosas, finalmente pudo distinguir mejor las figuras. Oyó la voz de Katja.
—Mi amor, no te esfuerces. Si quieres cierra los ojos. Te deben de doler muchísimo —le dijo.
Él, quiso responderle, pero no pudo. No tenía control sobre sus movimientos. Ella, le había dicho que cerrara los ojos, pero ni eso podía hacer. Quería gritar, el desespero era gigantesco, pero nada, no tenía libertad para ello.
—Abre la boca y tómate esto. Ya sabes lo que es, la receta de Augustus. Sabe horrible. Aguanta mi vida.
Ella, la abrió la boca, él no podía. Se le dificultaba tragar, pero eso no le angustiaba, le angustiaba no poder vomitar. Horrible era una palabra demasiado hermosa para el sabor de esa pócima del demonio. Ni siquiera la situación de los sentidos desconectados logró aliviarle. No hubo necesidad de sedarlo, se desmayó. Ella, quería darle ánimos, pero no le alcanzó el tiempo. Siguió monitoreando el desarrollo, no iba bien. Ya la fase de intercambio y adaptación había culminado. Más rápido de lo que pensaba, eso no auguraba nada bueno. Hizo pruebas, trataba de ver esperanza a través del microscopio, los lentes se empañaron de lágrimas. Estaba perdiendo la batalla. Marcos Julio, rechazaba la sangre, su cuerpo, sus células no se acoplaban y la mutación ya había iniciado en los centros eritropoyéticos. Permaneció a su lado, esperando que reaccionara en algún momento y poder despedirse. Una parte de ella se rebelaba contra la verdad, la otra aceptaba que las posibilidades que, Marcos Julio, muriera crecían a cada minuto. Sacó un cigarrillo, lo miró, le dio vueltas. Luego de un rato lo lanzó al piso, apagado. Botó la cajetilla y el encendedor. De nada le valía fumar, eso no salvaría a Marcos Julio, ni le quitaría su dolor y a ella, tampoco la culpa. La tarde culminó sin progresos, la noche oscureció toda esperanza. Marcos Julio, no sobreviviría la conversión. Sí al menos reaccionara, quería hablar una última vez con él. Hizo todo lo que estaba a su alcance, como médico, para que volviera en sí. Contra toda esperanza abrió los ojos.
—Katja —dijo con voz apagada.
—¡Mí vida! ¡Mi amor! —exclamó ella.
—Mujer hermosa. No llores.
—¡Marcos!
—¡Te amo! Disculpa por haberte convencido. Disculpa por dejarte sola. No es mi deseo, pero... no lo voy a lograr. Lo veo en tu rostro y lo siento en la piel. Este tiempo que estuvimos juntos fue la mejor experiencia de mi vida. Rompí paradigmas, viajé. Aprendí muchas cosas de ti y muchas cosas de mí. Eres un ser maravilloso, no quiero que te llames más una abominación, una rareza, un fenómeno contra natural. No, no, eres excepcional, eres única, incluso entre los de tu tipo. Eres inteligente, curiosa, centrada. Sí, alguna vez fuiste una chiquilla asustada, ahora no, eres una mujer que no le teme a nada. Yo debo irme y lo lamento, no por mi vida, sino por la tuya. No quiero hacerlo, me rehúso a hacerlo, pero mi tiempo se acabó. Te quiero y tú me quieres, pero esta verdad, la verdad acerca de lo que somos, nos separa de manera concluyente. Quiero aprovechar estos momentos de lucidez para reiterarte que no has sido daño, que cuando me conociste era un hombre hecho pedazos al cual tú le diste una luz, una inspiración. Escribí mis mejores artículos bajo tus ojos, evolucioné hacia una mejor persona, enfrente miedos, luché y perdí. No me arrepiento de la lucha. Había que hacerlo, un último intento pues el triunfo hubiese significado muchas cosas hermosas.
Ella, le oía en silencio. Sin saber de dónde sacaba las energías para hablar con tanta fluidez. Debería estar en un terrible dolor.
—¡Gracias Katja! Gracias, por tus cabellos, por tus ojos y tu mirada. Por las blancas manos, por tu voz, por tu calor humano. Porque lo tienes, una calidez en tu alma. No eres un demonio, tampoco un ángel. Eres la mujer más ecuánime sobre la faz de la tierra. ¡Vive! Vive después de mí. Reconcíliate con Jovanka. No recuerdo si te lo dije, pero me encanta la imagen de tu cuello uniéndose a tus hombros, el cabello magnificando el efecto. Triunvirato de poder, trío de la elegancia y la perfección. Tu forma de vestir, es genial. Nadie se viste como tú. En tantas cosas eres distinta. Qué suerte tuve yo, que me abrieras las puertas de tu casa y de tu sonrisa. Quisiera verte sonreír una última vez. Sé que es difícil, porque estoy muriendo. Pero regálame una sonrisa.
Katja, sonrió. Lo hizo con la mayor naturalidad. Él, también lo hizo. Sí, era lo que necesitaba para morir en paz. La sonrisa de la mujer que amaba. Expiró. Marcos Julio Jarkovic, el periodista, el escritor de cuentos y poemas, había muerto.
Katja, apagó todos los aparatos, llamó al servicio de emergencias de la clínica. Llegaron al amanecer. Ella, les acompañó, la autopsia reveló la causa de muerte, una anemia hemolítica aguda. Después de muchos trámites legales se ocupó del funeral, no hizo velatorios ni asistió al entierro. No quería responder preguntas. Por qué hubo preguntas, solo que ella no estuvo allí para responderlas. Todos cuantos conocían a Marcos Julio, estaban extrañados. Él, no había mostrado signos de que estuviese enfermo. Ella, donó todo el material clínico que tenía en casa al ambulatorio público, vendió el apartamento a un precio risible, sobornó a algunos funcionarios para crear otra identidad. Ahora era Victoria Morgan Smith. Era necesario ser otra persona, aunque no esperase problemas legales, la muerte había sido declarada como natural. Con apenas equipaje, tomó el primer vuelo a Atlanta, una ciudad donde ya había vivido y que conocía. Con Marcos Julio, había muerto Leila Pasternakovich, nadie, nunca, supo más de ella.

FIN.

Raza Oculta I El Secreto del AguaWhere stories live. Discover now