Capítulo 2

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Aquella mujer tenía que estar loca.

Camila soltó el bolso, las gafas y las llaves sobre la encimera de la cocina y se dirigió al dormitorio de su minúsculo apartamento quitándose las horquillas del pelo.

Un matrimonio de conveniencia.

¿Qué era aquello, una novela romántica? Ella era aficionada a leerlas, pero no pensaba que pudieran hacerse realidad.

Claro que se había ido a Florida específicamente para conocer a Lauren Jauregui. Pero no quería casarse con ella.

Era una famosa mujeriega que salía con una modelo o una actriz diferente cada noche. Y con su pelo negro, sus ojazos verdes y su sonrisa devastadora, invariablemente elegía mujeres tan atractivas como ella.

Pero el atractivo físico, y eso era algo que ella había aprendido de la manera más dura, a veces escondía una fea personalidad. Y atraía una atención indeseada. Por eso había empezado a vestir de forma que pasara desapercibida.

Camila se quitó el traje, que colgó en una percha, y luego los zapatos, que guardó en el armario.

-Dice que le gusta tener su espacio, pero seguro que nunca se va a la cama sola -murmuró mientras se ponía un viejo pantalón de chándal y una camiseta de su padre-. Seguramente después del orgasmo las manda a casa en un taxi.

Como contable no podía dejar de pensar en todo lo que podría hacer con un millón de dólares... empezando por engordar una cuenta corriente que había vaciado para pagar el viaje a Miami desde el otro lado del país con objeto de trabajar en el club de Lauren; un trabajo que había buscado cuando su investigación reveló que ella era la nueva propietario de cierta mansión.

¿Pero casarse con ella? No, de eso nada. Camila tenía un desastroso matrimonio a sus espaldas y no era una experiencia que quisiera repetir.

Aunque fuese un matrimonio de conveniencia.

Y muy lucrativo.

«Olvídate de eso».

Suspirando, sacó de la nevera los restos de comida china de la noche anterior y los metió en el microondas. El olor de las gambas con guindilla se mezcló con el de la naranja que estaba pelando.

«Si vivieras con ella la conocerías bien».

¿Lo suficiente como para convencerla para que la dejase levantar unas cuantas tablas del suelo de la finca de quince millones de dólares que había comprado dieciocho meses antes?

¿Por qué había gastado una fortuna en esa casa si no iba a vivir en ella? Al principio pensó que querría remodelarla, pero no había pedido permisos de obra y, por lo que había visto en sus frecuentes visitas a Sunset Island, la casa estaba igual desde que ella se mudó a Florida.

Una empresa se encargaba de cuidar el jardín y la piscina. Y le había parecido ver una pista de tenis al otro lado de la verja de hierro forjado, pero la mata de buganvillas era demasiado espesa como para estar segura y en la exclusiva zona de Sunset Island uno no podía ponerse a escalar verjas sin que le detuvieran.

La finca no estaba cerca del club, como su ático, pero incluso en hora punta y con todas las obras que se estaban haciendo en South Beach, no tardaría más de veinte minutos en llegar.

Mientras la cena se calentaba en el microondas, Camila puso la mesa. Su madre... su madre adoptiva, siempre insistía en poner formalmente la mesa. Era una de las muchas cosas que solían hacer juntas. Pero todo eso cambió once meses antes, cuando su padre murió y su «madre» le había enseñado las cartas.

Cartas que habían estado guardadas en una caja de seguridad durante años.

Cartas de la amante de su padre.

Cartas que habían puesto su mundo patas arriba, enviándola en un viaje de seis mil kilómetros para encontrar a la mujer que la había querido lo suficiente como para tenerla, pero no tanto como para quedarse con ella.

Sinuhe Estrabao.

Su madre biológica.

¿Cómo podía haber vivido su padre con ese remordimiento?, se preguntó por enésima vez. ¿Y por qué lo había soportado Susan?

Cuando sonó el timbre del microondas, Camila echó el contenido en un plato y sacó una coca-cola sin calorías de la nevera.¿No había pensado su padre en la sorpresa que se llevaría ella al descubrir que no era quien creía haber sido durante veintiséis años?

¿No se le había ocurrido pensar que, al saber que era el resultado de la aventura que mantuvo con una chica de la alta sociedad de Miami, Camila dudaría de todo?

¿Por qué no se le había ocurrido pensar que casarse sólo para darle una madre a su hija haría que Camila se cuestionara la relación de sus padres? ¿O que algún día descubriría que el bebé que había en la barriguita de su madre en todas las fotografías no era ella?

¿Por qué Susan no le contó la verdad antes de que Sinuhe muriese? De haberlo hecho, Camila habría tenido la oportunidad de conocer a su verdadera madre. Podría haber oído su voz, haber visto su cara... habría descubierto algo sobre la relación que mantuvo con su padre. ¿Qué los había atraído el uno al otro? ¿Por qué se habían separado? ¿Por qué Sinuhe no había querido criar a su hija y por qué había muerto tan joven?

Incluso su nombre era parte del misterio. Karla Camila. Según su madre adoptiva, Sinuhe había insistido en que la llamaran así porque era el nombre de la madre de ella. ¿Era porque pensaba buscarla algún día? ¿O porque no soportaba no ser parte de la vida de su hija aunque sólo fuera de nombre?

Quizá nunca descubriera la razón, pero no dejaría de intentarlo.

Si su padre le hubiera contado la verdad, no tendría que usar subterfugios para encontrar las repuestas.

Respuestas que, según las cartas, estaban en unos diarios escondidos en un compartimento secreto bajo el suelo de un vestidor en la casa que ahora pertenecía a Lauren Jauregui.

¿Estarían los diarios allí todavía o alguien los habría encontrado? Sabía que su abuela, la última superviviente del clan Estrabao, había muerto poco antes de que Lauren comprase la propiedad...

«Se te abrirían muchas puertas», le había dicho ella.

La única puerta que Camila quería abrir era la de esa casa, la casa de su madre biológica. Pero no podía pedirle que la dejase entrar. Si lo hacía y Lauren le decía que no, nunca encontraría las respuestas que buscaba.

Y por eso había empezado el engaño. Se había ido desde California a Florida planeando hacerse amiga de su nueva jefa. Había creído que una vez que se hubiera ganado su confianza, la dejaría hacer algo tan absurdo como levantar parte del suelo del vestidor de su casa.Pero las cosas no estaban saliendo como ella había esperado. Lauren y ella sólo se veían una vez a la semana y no había nada personal en sus conversaciones. Además, siempre había otros empleados cerca. Y ahora...

Camila miró su cena sin apetito alguno.

Ahora, el absurdo plan de Lauren y su negativa a participar en él seguramente habían arruinado cualquier posibilidad. Tendría suerte si conservaba su puesto de trabajo.

Pero tendría que encontrar la manera de solucionarlo o podía despedirse de las respuestas.

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Hola, primero agradecerles por la buena aceptación que tuvo el primer capítulo y veo que les ha gustado bastante, por ello he decidido subir el segundo. Si bien, es un capítulo relleno, era muy importante colocarlo para que pudieran entender el porqué pasaran algunas cosas en el futuro. Por ende, quise adelantárselo, no crean que pasará todos los días eso de subir un capítulo detrás de otro jajaja

Y ahora que lo recuerdo, estuve pensando y tal vez suba los capítulos los martes y viernes, ya que son los días que mejor me queda por el college. Creo que eso es todo, cualquier cosa también me pueden encontrar en twitter @caferegui. ¡Nos vemos el martes!


The ProposalWhere stories live. Discover now