Capítulo 17

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—¿Cuánto tiempo? —preguntó Lauren.

—¿Cuánto tiempo qué?

—¿Cuándo fue la última vez que te acostaste con una mujer?

Camila se mordió los labios.

—Unas dos horas.

Lauren la miró como diciendo: «no me tomes el pelo» y ella dejó escapar un suspiro.

—Nueve años —admitió por fin.

—¿Qué? Ahora entiendo que estuvieras tan convencida de que podrías aguantar dos años sin hacer nada. Claro que eso fue antes de que perdieras la cabeza por mí —Lauren no podía disimular una sonrisa de satisfacción.

Camila puso los ojos en blanco.

—Por favor, no dejes que se te suba a la cabeza.

—Mi cabeza no es lo que tú estás dejando para el arrastre, cariño.

¿Cariño? Lauren no sabía de dónde había salido ese término tan cariñoso. Ella nunca decía esas cosas.

Sorprendida, siguió golpeando el suelo de uno de los vestidores y, cinco minutos después, uno de los tablones se dobló al empujarlo.

—¡Bingo!

—¿Lo has encontrado? —exclamó Camila.

Lauren estaba apartando los tablones de una de las esquinas... para revelar un compartimento secreto.

La historia era cierta. Había una docena de libros encuadernados en piel sobre una tela azul, un pañuelo quizá. También había otras cosas: sobres atados con cinta de terciopelo, una cajita de madera...

Camila, con las manos sobre el corazón, miraba el botín como hipnotizada.

—¿Estás bien?

—Sí, sí... es que casi había perdido la esperanza de encontrarlos. Pero me da un poco de miedo leerlos.

—Te preocupa que no te guste lo que pueda haber en ellos.

—Sí. ¿Te parece absurdo?

—No, me parece normal —contestó Lauren—. A mí también me gustaría saber por qué mi padre me dejó fuera de la dirección de la empresa, pero quizá no me gustara la respuesta.

Lauren alargó una mano para ponerla sobre las de Camila y sintió una conexión que nunca había tenido con nadie. Ella no era particularmente cariñosa y, aunque en otro momento habría salido corriendo, sospechaba que Camila podría necesitar su apoyo.

—¿Quieres quedarte sola?

—No —contestó ella—. Perdona, es una bobada. Si me ayudas a llevar todo esto al dormitorio puedes irte a trabajar. Estoy bien, de verdad.

Lauren no podía negar que se sentía aliviada, pero la verdad era que no quería dejarla sola.

—Como quieras.

—Espera...

Camila se inclinó para tomar un papel que había quedado en el hueco.

—¿Qué es?

—Es mi partida de nacimiento —contestó—. La original.

—Vamos al dormitorio.

Una vez allí Lauren estudió su pálido rostro, la partida de nacimiento temblando en sus manos... y decidió marcharse antes de hacer algo tan estúpido como apretarla contra su corazón.

El sexo era una cosa: enamorarse de ella, otra muy diferente.

—¿Seguro que no quieres que me quede?

—No, el sábado es el día más importante en Estate y... además, probablemente debería hacer esto sola.

Vulnerable. Camila parecía vulnerable. No era un adjetivo que le hubiese adjudicado antes. Ella era muchas cosas: capaz, inteligente, despierta, preciosa y sexy, pero nunca vulnerable.

—Tienes el número de mi móvil —murmuró, apartando el pelo de su cara—. Llámame si me necesitas.

Y luego se marchó.

Pero no fue tan fácil como esperaba.

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—Sigues despierta —dijo Lauren.

Sorprendida, Camila levantó la cabeza y miró su reloj. Eran las seis de la mañana. Había estado leyendo toda la noche. Ocho horas. Agotada, cerró el diario que estaba leyendo en ese momento, el que detallaba el embarazo de su madre y su nacimiento.

—Quería tenerme, Lauren —su voz sonaba ronca por la emoción y por las lágrimas que había derramado.

—¿Lo dudabas?

—Pues claro que lo dudaba. Nunca intentó ponerse en contacto conmigo, aunque sabía perfectamente dónde vivía.

Y Camila había temido algo mucho peor: que hubiera sido una niña a la que su madre no podía amar.

—Pero intentó ser una madre para mí. No entiendo algunos de los términos médicos de este diario, pero Sinuhe tenía un problema de corazón. Los médicos y su familia le dijeron que debía abortar porque no era seguro llevar adelante un embarazo, pero ella quiso tenerme y se escapó. Nadie en Miami sabe nada sobre mí porque no le contó a nadie que había tenido una hija y la había dado en adopción. Su familia pensó que se había marchado para que le practicasen un aborto.

Lauren se puso de rodillas al lado de la cama.

—¿Y eso es bueno?

—Sí, es bueno. He conseguido las respuestas que quería y tengo que darte a ti las gracias por ello.

—No hace falta.

Camila alargó una mano para acariciarle la cara.

—Sinuhe murió a los treinta y seis años y a mí me faltan diez para llegar a esa edad. Necesitaba saber si había alguna bomba de relojería en mi ADN, pero lo que tenía ella no es hereditario. Contrajo una infección cuando era adolescente que la dejó delicada del corazón. Dice que sus padres la mimaron tanto desde entonces que no la dejaron vivir como una chica normal. Y luego conoció a mi padre en Fort Lauderdale. Fue el primer hombre que no la trató como si fuera una niña y se enamoraron, aunque su amor no tenía futuro. No sólo por la diferencia de clases, sino porque mi padre era piloto y acababan de destinarlo a California. Cuando descubrió que estaba embarazada, ocho semanas después, pensó que tenerme era su única oportunidad de hacer lo que hacían las mujeres normales. Pero el embarazo debilitó su corazón y temía no tener fuerzas para criar a su hija si sobrevivía al parto. Se puso en contacto con mi padre cuando estaba de siete meses.

A Camila se le hizo un nudo en la garganta. Su madre se había arriesgado a morir para darle la vida.

—He leído la carta, Lauren —continuó—. Cuando mi padre descubrió que estaba embaraza le pidió que se casara con él, pero Sinuhe lo rechazó. Decía que no debían convertir un romance de una semana en algo que no podía ser. Pero mi padre me quiso, Lauren...

—Claro que sí, tonta.

—Cuando Sinuhe se dio cuenta de que no tenía fuerzas para cuidar de mí llegaron a un acuerdo de adopción. Y mi padre encontró la solución perfecta casándose con Susan, la viuda de su mejor amigo. Después, Sinuhe volvió aquí y prácticamente no salió de casa hasta que murió. Es tan triste... —la voz de Camila se rompió.

Lauren la tomó entre sus brazos y ella apoyó la cabeza en su pecho. Estar con Lauren la consolaba. Era como si hubiera encontrado el pasado y el futuro allí, en aquella casa, con su esposa.

Camila la miró a los ojos y se dio cuenta de que tenía algo más que el ADN en común con su madre.

Como Sinuhe, se había enamorado de una mujer con la que no tenía futuro y, como su madre, Camila pensaba aprovechar el tiempo que tuviera con ella.

Y luego lo dejaría ir. Aunque para hacerlo tuviera que arrancarse el corazón.

The ProposalWhere stories live. Discover now