Capítulo 10

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—¿Está lo bastante sobria como para ponerse al teléfono?

Camila estuvo a punto de atragantarse con el champán al oír la pregunta.

Sí, aquélla era su segunda copa desde que Dinah y Normani se habían ido y había tomado otras dos durante la cena, así que debería empezar a tomar café... a menos que quisiera otra noche de bodas como la primera. Una que no podía recordar. Además, intentar ahogar los nervios en alcohol no estaba funcionando.

—Espero mientras vas a buscarla. —Lauren empezó a quitarse los aretes con expresión tensa.

«Bienvenida al club». —¿Con quién hablas?

—Estoy llamando a mi madre para decirle que nos hemos casado. ¿Tú tienes que llamar a alguien?

—No, gracias —murmuró Camila.

—¿No tienes familia? La verdad, ahora que lo pienso, no te di oportunidad de invitar a nadie.

—No, sólo me queda mi madre. Pero dentro de unos días se marcha a un crucero por los mares del Sur y no quería molestarla.

Habían contratado el crucero antes de que su padre muriera y, en lugar de cancelarlo, Susan había decidido ir sola como recuerdo. Le había pedido a ella que la acompañase, pero Camila no estaba preparada para perdonar las mentiras ni para abandonar su búsqueda de respuestas.

—¿No te preocupa que se entere de tu matrimonio por otras fuentes? Dinah enviará un comunicado de prensa mañana mismo.

—Mi madre vive en Sacramento, no creo que lea los periódicos de Miami.

—No, probablemente no.

—Se lo contaré cuando vuelva del crucero.

O nunca. Ya le había dado suficientes disgustos. ¿Por qué volver a hacerlo, precisamente ahora que su relación era más tensa que nunca?

Lauren la miró entonces de arriba a abajo y Camila se mordió los labios. Desde aquel maldito beso durante la ceremonia la miraba de otra manera... más sexual. Como si se hubiera puesto un conjunto de ropa interior de encaje.

Y eso no estaba bien.

De repente, Lauren se dio la vuelta.

—Hola, madre. Estoy en Cuba. Llamo para decirte que me he casado esta tarde... con Camila Cabello, la contable de Estate. No, no la conoces.

Camila hizo una mueca. Pero no quería seguir escuchando la conversación, de modo que fue a la cocina para hacerse un café, más por hacer algo que por necesidad de cafeína. De todas maneras, su conciencia no la dejaría dormir esa noche.

¿Qué pensaría la familia de Lauren de aquella apresurada boda? Ella no pertenecía a su círculo de amistades. Al menos, aún no había sido capaz de demostrar su conexión. ¿Podría hacerlo algún día? ¿Y ser la hija ilegítima de Sinuhe sería un perjuicio o una ventaja?

El sonido de unos pasos la hizo girar la cabeza.

—Tenemos que enviar tus cosas a un guardamuebles.

—Pero mi contrato de alquiler no expira hasta dentro de un año...

—No puedes seguir viviendo allí, Camila.

—Sí, bueno... veré si puedo realquilarlo.

Desperdiciar el dinero del alquiler no era sensato, pero dejar su apartamento le parecía tan definitivo...

Lauren, apoyada en el quicio de la puerta, estaba un poco más despeinada que de costumbre y a Camila le habría gustado pasar los dedos por su pelo.

Ridículo. Nada de tocarse a menos que hubiera alguien delante.

—¿Qué le has contado a tu madre? Me refiero a nuestra relación. Cuando Normani me ha preguntado esta tarde no sabía por dónde salir.

—¿Y qué le has dicho?

—Que nos conocimos en el trabajo e intentamos que no lo supiera nadie porque yo era una empleada.

—Me parece bien. Podemos usar eso.

—¿Pero qué le has contado a tu madre?

—Lo que has oído: que me he casado con la contable de Estate. Pero mi madre no estaba lo bastante sobria como para entender lo que decía. Pronto descubrirás que tiene un problema con el alcohol. Si quieres mantener una conversación coherente con ella tendrá que ser antes de las doce del mediodía.

Evidentemente, era algo que la enfurecía. O la frustraba.

—¿Y tus hermanos? Además de Normani, tienes un hermano y dos hermanas, ¿no?

—Así es. Mi hermanos Chris y Taylor, son mayores que yo. Mis hermana, Ally, es más joven. Les enviaré un e-mail.

—Yo no tengo hermanos, pero no creo que dar una noticia así por e-mail sea lo mejor, ¿no? ¿Por qué no los llamas por teléfono?

—No tenemos una relación muy cercana.

Camila sintió cierta compasión. Una compasión que no debería sentir si quería mantener las distancias. Al menos Lauren tenía una familia. Quizá no fuera una familia perfecta, pero la tenía y, si no se llevaba bien con ellos, era su problema.

—Pero...

—Camila, sería muy raro que pasara mi noche de bodas hablando por teléfono en lugar de estar con mi esposa.

Recordar lo que harían la mayoría de las parejas recién casadas durante su primera noche hizo que ella carraspease, incómoda.

Se sentía atraída por Lauren. A pesar de su fama de mujeriega, a pesar de que la estaba usando para conseguir sus propósitos. A pesar de la naturaleza temporal de su relación. Había pensado que sería fácil estar casada con ella durante dos años y olvidar esa atracción, pero...

Debía olvidarse del café. Necesitaba distancia y soledad, no un café. Y tenía que controlar sus hormonas.

—¿Es seguro pasear por la playa a estas horas?

—Probablemente no.

—Ah —otra ruta de escape que no podía usar—. Entonces nada.

—Ponte una chaqueta.

—Pero...

—Camila, ponte una chaqueta y vamos a dar un paseo por la playa.

Lo había dicho como si fuera una orden. Una orden y una advertencia. Y una que debía escuchar si no quería hacer algo que lamentara después.

Como consumar su matrimonio de conveniencia.

The ProposalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora