Capitulo 9

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Jueves. El día de su boda.

Camila nunca había sufrido claustrofobia, pero estaba empezando a sentirla. Las paredes del espacioso dormitorio parecían cerrarse a su alrededor a medida que el reloj se acercaba a la hora de la ceremonia.

La seda del vestido de color marfil flotaba alrededor de sus tobillos desnudos mientras paseaba de un lado a otro.

No podía evitar comparar aquella boda con la primera. Su ex tenía segundas intenciones. Lauren también, pero lo que iba a hacer Lauren no era ilegal y nadie acabaría en la cárcel. Además, esta vez Camila sabía lo que estaba haciendo. O eso esperaba.

A los dieciocho años era increíblemente ingenua y obstinada. Y cuando su padre le prohibió salir con Ariana Grande, decidió que era la única chica con la que quería salir. Tontamente, se había creído lo bastante madura como para tomar sus propias decisiones.

Según Ariana, ella era mayor de edad y podía hacer lo que quisiera con su vida sin darle explicaciones a nadie. Por eso había aceptado ir a México con ella durante un fin de semana, mientras sus padres creían que iba a casa de una amiga. No fue una de sus mejores decisiones.

En Tijuana, Ariana la había emborrachado con tequila antes de pedirle que se casara con ella. Camila, aunque borracha, sabía que su padre se pondría furioso, de modo que se negó. Pero a la mañana siguiente despertó con una resaca y una barata alianza en el dedo que ella no recordaba haber puesto allí. Y cuando le preguntó a Ariana, ella admitió que le había echado algo en la copa para desinhibirla y ayudarla a tomar la decisión que, según ella, sabía que en el fondo quería tomar.

Eso la preocupó, pero lo que la asustó de verdad fue su plan para hacerse ricas en cuatro días. Fue entonces cuando se dio cuenta de que tenía que escapar de allí.

Esa fue la última vez que se rebeló. Después de que su padre la rescatara del desastre se había convertido en la hija perfecta; una buena estudiante y una buena chica, como sus padres querían.

Pero una buena chica no se escaparía a Cuba para casarse con su jefa y no olvidaría invitar a su madre a la boda.

Haciendo una mueca, Camila salió al porche. No la había llamado porque no quería que Susan supiera nada sobre aquella boda. Se llevaría un disgusto al saber lo lejos que estaba dispuesta a llegar para saber algo sobre su madre biológica. Vería aquello como un fracaso por su parte. Y no era verdad; Susan había sido una madre maravillosa.

Camila miró el mar, intentando calmar sus agitados nervios. El arco que Normani había encargado para la ceremonia estaba en la arena, entre el búngalo y la playa.

Entonces oyó voces. ¿Sería Normani? La necesidad de ver una cara conocida era tan grande que bajó los escalones del porche de dos en dos.

Lauren, Dinah y Normani se volvieron a la vez.

—Veo que no eres supersticiosa —sonrió Normani.

—No, no lo soy —contestó ella.

Lauren llevaba un vestido completamente blanco que acentuaba su bronceado del momento y hacía que sus ojos parecieran más verdes. Era la fantasía de cualquier chica lesbiana. Guapa, rica, encantadora.

Sexy.

Intentando olvidar esa última parte, Camila se pasó la lengua por los labios.

«Nadie te respetará si tú no te respetas a ti misma», recordó las palabras de su padre.

Así que nada de sexo y nada de la «mujer del momento». Ni siquiera con la que iba a casarse en cinco minutos.

—Si es verdad que da mala suerte que los novios se vean antes de la ceremonia, Lauren y yo hemos metido la pata. Nos pasamos el día de ayer yendo de una oficina a otra para arreglar papeles.

The ProposalWhere stories live. Discover now