Ya había pasado un mes de que Tom y Bill habían llegado a Hamburgo, cosa que a Tom le disgustaba en demasía. Él quería irse de ahí hace ya una semana pero Bill, con sus tácticas de manipulación, las cuales consistían en llevar a Tom a la cama cuando este se atreviera a nombrar dicha ciudad e impedían que este se fuera. Tener sexo era lo que más hacían, aparte de pelear y explotar uno con el otro. Las peleas eran demasiado agresivas para Simone y Gordon, dejándolos de vez en cuando perplejos al punto en dónde podían llegar los gemelos. En una pelea de ambos, Tom llegó a abrirse los nudillos por golpear la puerta metálica del sótano en donde estaba su hermano y Bill, se abrió la ceja porque el mayor le había propinado un golpe en la zona tras haberlo encontrado. Claro está que, en el intervalo de reconciliación y de haber dado el golpe, hubieron insultos sin parar. Cabiendo añadir qué, cuando Tom lanzó el primer golpe al rostro de Bill, este empezó a lanzarle las figuras metálicas, favoritas de Simone, que estaban apoyadas en un mueble al lado de dicha habitación.
Era se esperarse que con cada pelea, había un reencuentro de reconciliación en la habitación, cosa que no lo hacían tan disimulado y discreto. Gordon fue una víctima de aquello, les había escuchado, pero al momento de tocar el tema con Simone, fue callado por completo. Simone nunca creería que sus dos hijos tuvieran encuentros sexuales, ni que mucho menos Tom fuese homosexual, debido a la crianza que ejerció Jörg en él, cosa que odiaba pero al mismo tiempo lo justificaba con haberle dejado sin herramientas de cómo cuidarle sin fallarle. Simone se echaba la culpa de los errores de Jörg, constantemente. La idea de Gordon, para Simone, era demasiado distópica. Ella había criado bien a Bill, y aunque haya sido ausente, ella se percató en brindarle buenos valores y costumbres. El incesto era algo imposible entre sus dos hijos.
Y como cualquier otra tarde, Simone estaba en su laptop trabajando mientras bebía de su taza de café y escribiendo de vez en cuando en una libreta mirando la laptop. Sin embargo, se había percatado de que los gemelos habían comenzado a pelear tras escuchar cosas caer y gritos por parte de Bill. Simone decidió mandarle un correo a Jörg debido a que, eran muchísimas peleas y no quería que ambos se llegaran a matar. El correo al padre de los chicos, fue un acto que al segundo le impresionó a la misma porque eso no lo había hecho hace muchísimo, pero, necesitaba buscar una solución, aunque él era la persona menos indicada para proporcionarla.
– ¡Bien, Bill! Me largo de esta maldita casa de mierda. Estás jodidamente enfermo de la cabeza si piensas que me voy a quedar un día más acá, y más encima contigo.– El grito de Tom retumbó en el primer piso de la casa, generando que Simone pegara un pequeño salto por el susto que le provocó. Cerró de forma inmediata el aparato, dejándolo a un lado.
La mirada de la fémina fue hacia el dueño del grito, el cual se encontraba con un bolso colgando de su hombro y a nada de salir de la casa, viendo así, a su gemelo seguirle mientras sostenía en sus manos un bate de béisbol. Simone supo que si no intervenía, iban a generar otro escándalo y ambos iban a salir lesionados. Ella terminó por levantarse y seguir a los dos, quitándole el bate de béisbol a Bill por detrás, sujetándolo de la muñeca con cuidado y percatándose de que no fuera detrás del mayor.
– ¡Jódete, Kaulitz! Si tanto te molesta mi presencia, lárgate. ¡Te odio!
Tom detuvo sus pasos en seco en medio de la calle, soltando una pequeña risa nasal para así levantarle el dedo de en medio de espaldas y seguir con su camino a su camioneta. Discutir con Bill estando él de esa forma, le parecía un acto estúpido. Tom se dispuso a abrir la puerta trasera para meter su bolso y dirigirse a la del conductor para él subirse, cerrando con fuerza la puerta de vehículo. Ni siquiera se despidió o le dirigió una mirada a Bill, solamente se dignó a lanzar el filtro ya desgastado del cigarro consumido y comenzar a conducir. Bill, por su parte, apretó sus puños al sentir sus pómulos mojarse de inmediato. Ya no pudo detener a Tom.
