25. Final

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Sentí el final bastante cerca cuando empujé a Amanda de lado y la navaja se enterró en mi brazo derecho

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Sentí el final bastante cerca cuando empujé a Amanda de lado y la navaja se enterró en mi brazo derecho. La sangre salió a borbotones y yo juraría no haber sufrido nunca un dolor tan intenso. Solté un grito mientras Carlos sacaba la navaja y Amanda le daba un tremendísimo golpe en la entrepierna que lo hizo soltarla nuevamente. Lo volvió a patear en el suelo para sacarle el aire cuando el amigo de Carlos venía al contrataque.

Con toda la fuerza que tenía en el cuerpo lo empujé cuando una sirena de policía lo alertó, y justo cuando iba a salir corriendo yo lo apresé tirándolo al suelo y poniendo la rodilla en su cara mientras Amanda pateaba la navaja de Carlos y le atinaba en el rostro casi sin querer.

Cuando la policía entró al callejón pude soltar al amigo de Carlos y me lancé de lado sintiéndome sumamente mareado. Amanda corrió a mis brazos y yo simplemente me senté en el suelo mientras ella repartía pequeños besos por mi barba y decía algo ininteligible para mí. Yo simplemente me aferré a ella, demasiado feliz de que estuviera bien, de que todo hubiese pasado y que ella no hubiese resultado herida.

Uno hombre de una de las tiendas cercanas junto con una señora de la florería de al lado eran quienes habían llamado a la policía y ahí estaban diciéndoles que nos habían atacado, testificando para que nos dejaran libres.

En eso la policía se acercó a nosotros para hablarnos. Y cuando Amanda me ayudó a levantar sentí el color borrárseme de los ojos. Me mareé tanto que me retraje y una nueva oleada de dolor me hizo sostenerme el brazo con fuerza al sentir que se me iba a caer.

—¿Qué sucede, lindo? —me preguntó Amanda, y fue lo único que pude escuchar antes de sentir un escalofrío más recorrerme y perder completamente el sentido de las cosas.

Por un momento tuve una epifanía y no me molestó en absoluto que entre mis últimos suspiros pudiese sentir su calor en mi rostro. Era una de las cosas que deseaba, vivir con ella el resto de mis días, protegerla de cualquier cosa como un super héroe, fuerte y valiente.

Por eso este no podía ser el final de nada. No era más que un rasguño, ¿o sí? No era más que una anécdota que le contaríamos a nuestros hijos dentro de muchos años.

Admito que no sé cuándo me dormí ni nada de lo que sucedió después. Desperté en una terrible sala de hospital con la sensación de que me había pasado un autobús encima. Tenía muchos golpes, y algunos cables en mis brazos. También tenía la mitad del torso vendado y el brazo igual de sellado y protegido. Me dolía demasiado. Espabilé un poco y sentí que mi subconsciente me jugó una mala pasada al ver a Alice en la ventana de mi habitación.

Intenté recordar con mucha fuerza y solo obtuve un dolor de cabeza considerable. Hice un ruido con la garganta y me di cuenta que la tenía demasiado reseca. Fue entonces cuando vi que Alice volteó y corrió hacia mí.

—Oh, por Dios que tienes mala suerte —me dijo caminando hacia mí para acercarme un envase con agua directo a los labios. Mil preguntas se me agolparon en los labios mientras tragaba agua a toda velocidad e iba reuniendo las fuerzas para decírselas—. Por favor, bebe suficiente agua —me dijo con tranquilidad mientras volteaba sobre su hombro y se alejaba un poco de mí.

Valiente [Serie Verdades II] (En Proceso)Onde histórias criam vida. Descubra agora