Capítulo 05

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GIANNA

Las muñecas me palpitan y el dolor de cabeza me consume.

Las lagrimas ya no me salen de los ojos.

Ya no encuentro otra forma alguna de hacer ver mi dolor.

De ahuyentarlo.

De apagarlo.

Quizás había pensado en su momento que había encontrado la solución.

Me equivoqué.

Estas cuchillas no sirven para nada.

No calman nada.

Mucho menos cuando tengo al señor Nilak despertándome y llevándome a emergencias a cada segundo que me pasa.

No me ha dejado.

Cada vez que sentía que el dolor me consumía, él volvía y me hacía revivir como si tuviera una razón lógica para seguir soportando el dolor que me consume el alma vacía.

No se porque, se ve destrozado cada vez que yo termino llorando en urgencias agotada, cansada, devastada.

Me mira con dolor, con culpa, no sé, no sé porque sigue aquí.

Pero sí se que también esta agotado, roto, solo.

Quizás por eso me ayuda.

Ara ya no está.

Se fue junto con el señor Nikolái y el señor Ryls a quien sabe a donde, para quien sabe qué.

La escuché despedirse de mí hace unas semanas mientras intentaba conciliar el sueño entre tantas lagrimas.

Sé que necesitaba tiempo, sé que la atacaron en su momento, pero me hubiera gustado que se quedara y me consolara por la perdida de quien ella también consideraba su amigo.

Es pedir demasiado.

Parece que aquí todos hemos perdido.

Suspiro cuando escucho la puerta de mi baño rompiéndose otra vez.

El señor Nilak me debe miles de puertas hasta la fecha.

No le toma mucho romperla, entrar y maldecir mientras me toma en brazos y me lleva afuera donde esta su auto.

- No tiene que hacerlo.

- Tranquila, falta poco.

- Esto...esto que hace, lo está agotando a usted también.

Lo veo apretar la mandíbula sin revelar su cansancio.

- Estoy bien. 

No digo más mientras llegamos a urgencias y yo casi veo las estrellas por la perdida de sangre en mis muñecas.

- Ara...la extraño.

Susurro luego de que me revisaran las heridas.

Él baja la mirada asintiendo con la cabeza.

- Le fallé.

Lo miro recostada en la cama del hospital.

- Pídale disculpas.

- No creo que quiera verme.

- Inténtelo, al menos usted puede intentarlo.

Me mira aun más adolorido que antes.

- Si dejas de hacer eso, prometo buscarla y disculparme.

Señala con la mirada mis muñecas vendadas.

Suspiro.

- Imagino que después de todo, al menos usted merece ser feliz.

Parpadeo varias veces para alejar las lagrimas al recordar mis últimos momentos felices.

MI DIAMANTE CODICIADO ♤ LIBRO 2 ♤Where stories live. Discover now