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-Eso no es cierto. Si te hubieras quedado, te habrían obligado a casarte con él.
-Podría haber hecho mucho más, Lucía.

Aida trataba de no echarse a llorar.

-Estás siendo muy dura contigo misma dadas las circunstancias. -Lucía observó  como Aida intentaba incorporarse con cuidado. -Espera, espera. Vas a volver a hacerte daño.
-No te preocupes, ya no me duele.

Aido hizo una mueca que delató por completo que no había dicho la verdad y Lucía soltó un suspiro. Aquella chica era muy cabezota.

-No estoy mirando. -Comentó de pronto.
-¿Eh?
-No te estoy mirando, ya sabes, estás desnuda.
-Oh.

El ceño de Aida se frunció ligeramente.

-¿Por qué eres tan educada y amable?
-Porque así me educaron supongo. -Respondió envolviéndola con la toalla y sacándola de la bañera.
-Tus padres deben estar orgullosos...
-Eso me dicen constantemente, así que supongo que sí.

Aida sonrió con tristeza.

-Me... me alegro mucho.
-¿Es que tus padres...?

-¡CHICAS, ¿OS HABÉIS AHOGADO EN LA BAÑERA O QUÉ? ¡Llevo esperando 3 horas! -Se escuchó la voz de Jesús reprendiendo a Claudia. -¡NO ME IMPORTA! ¡Odio esperar!

-Supongo que tendremos que salir antes de que nos mate. Ten, vístete. Me daré la vuelta.

Aida sonrió al ver como Lucía se giraba hacia la puerta.

No tardó mucho en cambiarse y cuando Lucía se volvió hacia ella, su respiración se volvió pesada y tragó saliva.

-Esto... estás... yo digo... tú. -Tomó una respiración profunda. -Tequedamuybienmiropa. -Dijo muy rápido.

Y como la cobarde que era, abrió la puerta del baño y escapó de los ojos de Aida, que la miraban confundidos.
No entendía por qué Lucía se había puesto tan nerviosa de repente.

-¡Al fin! -Escucharon a Claudia. -¿Qué hacíais ahí dentro? -Subió y bajó las cejas sugestivamente.
-¡Nada, estúpida!
-¿Eh? -Aida no comprendía.

Lucía y Claudia la miraron extrañadas al darse cuenta de que no había entendido la referencia de Claudia.

-Bueno, reina Aida. Cuéntenos. ¿Por qué huiste de tu boda?
-No me llames reina Aida, no hace falta. Sólo llámame Aida. Y yo... -Sus ojos cayeron sobre Lucía quien la dio seguridad con los pulgares hacia arriba para contar lo que le había relatado a ella sobre Alejandro Montgomery. Y así lo hizo. Con la voz insegura y tartamudeos, pero logró explicarles con pelos y señales todo lo que había ocurrido aquella noche.

-Ese hijo de puta. -Fue lo que dijo Claudia en cuanto ella terminó de hablar.
-Y ahora no sé qué hacer. Podría volver pero todo acabaría en el mismo punto, mi padre me llevaría a rastras al atar sin creerme ni una sola palabra. Aunque quizá... si pudiera llegar hasta mi hermana e incluso mi madre... podría convencerlas a ellas. Seguro que mi padre acabaría por escucharlas, especialmente a Aroa.
-No vas a ir sola. -Sentenció Lucía dejando tanto a Aida como a sus amigos sorprendidos. -Yo no puedo quedarme aquí tan tranquila sin ayudarte mientras tú te vas a una misión suicida, ¿entiendes? Ya has llegado hasta aquí y no pienso dejarte sola. Además, aún tienes la cadera hecha polvo y con lo delicada que eres, alteza...

Aida la miró con reproche por primera vez desde que había llegado.

-¡Soy más fuerte de lo que parece!
-Por supuesto que sí. -Se burló.

Aida rodó los ojos indignada y eso a Lucía le pareció tremendamente tierno.

-Bien, tortolitas. ¿Cuándo partimos hacia Nordlichter? -Intervino Claudia sin dejar de mirarlas con una ceja alzada.
-Torto, ¿qué?
-Nadanada. -Nuevamente Lucía estaba nerviosa.

La reina de Nordlichter Where stories live. Discover now