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-Tira.
Alex empujó a Aida al interior del salón real.

-¡Ma... madre!

Fue a correr hacia Anna pero Alex la sujetó por el brazo.

-Nono. Primero vamos a hablar un poquito de tu castigo, mi reina.
-Aida, hija...

Peter sostenía a su mujer mientras a esta le flaqueaban las piernas.

-Quiero darle un abrazo a mi madre, por favor.
-Si obedeces, podrás.
-Está bien. Prometo no hacer nada para huir y casarme contigo. Es eso lo qué quieres, ¿no?
-Desde luego que sí. Pero necesito fiarme de que esta vez cumplirás, querida. Las palabras se las lleva el viento, lo has demostrado muy bien antes. -Sonrió con malicia. -Si me das un beso, quizá pueda creerte y dejarte estar con tu familia hasta mañana.

Aida sintió la necesidad de alejarse de él, pero no lo hizo. No quería cabrear más a aquel hombre.
Se acercó hasta que sus bocas quedaron a milímetros, cerró los ojos y se imaginó la playa de Miami. La arena blanca, el azul del cielo y el océano, el verde de los ojos de Lucía...

Entonces sintió los labios de Alejandro.
Fue un beso brusco y cargado de deseo por parte de él.
Antes de finalizarlo, llevó su mano a su culo y lo apretó.
Aida sintió ganas de vomitar.

-Bien. Supongo que con eso me vale.

Y en cuanto Alex salió del salón, Aida corrió hacia su madre y se lanzó a sus brazos.
Sintió las lágrimas calientes.

-¿Por qué has vuelto, cariño? No deberías haberlo hecho.
-No podía abandonaros, madre.

                                      ***

-¿Entonces qué hacemos? -Preguntó Carla.
-Nada.
-Pero, Lucía. La boda es mañana. -Intervino Claudia.
-Ella ha decidido su propio camino, tenemos que olvidarnos de ella.
-Ese hombre... la va a arruinar la vida.
-Repito que lo ha decidido ella. Chicas, dejadlo ya. Mirad a a Jesús y tomad ejemplo de...
-Tendrías que verte tú en su situación. Tanto la quieres y no eres capaz de ponerte en su lugar, eso sí es ser egoísta. -Jesús tenía los puños apretados. Lucía nunca lo había visto así.
-Nos ha abandonado después de todo, fue ella quien vino a pedir ayuda.
-¡Porque no sabía qué hacer! Y en ese momento no éramos nada para ella, estaba preocupada por su familia pero ahora nosotros también somos parte de ella. Simplemente no quiere que nuestras vidas peligren y menos aún la tuya.
-No sé porque dices eso.
-Seguro que no... Mira, si tú no vas a salvarla allá tú. Pero yo no pienso abandonarla, Lucía. Es mi amiga.

Lucía se apoyó en la puerta antes de que Jesús pudiera dirigirse a ella.

-No vas a ir a ningún puto sitio porque no voy a perder a nadie más, ¿entendido?
-Aún no la has perdido. -Carla se acercó y la tomó de la mano. -Aún podemos ayudarla, Lu.
-No vais a hacer una mierda.

Y antes de que alguien pudiera hacer algo, Lucía cerró la puerta con llave y la lanzó por la ventana.

-¡Te mato!

                                       ***

-Padre... lamentó haberme ido. -Aida se alejó de los brazos de su madre. -He sido una mala hija pero ahora haré lo que debo, lo prometo. No volveré a escaparme.

Los ojos de Peter y Aida se encontraron.

-Por favor, perdóneme.

Bajó la cabeza.
Pero entonces, Peter la obligó a subirla.

-Perdóname tú a mí, hija. Siento mucho todo.

Se abrazaron entre lágrimas.

-Te quiero mucho, padre.
-Y yo a ti, pequeña. -La acarició la espalda. -Jamás permitiré que ese perturbado se haga con el reino pero menos aún con mi hija.
-Padre, usted no puede hacer nada.
-Tutéame, cariño. Y por supuesto que puedo y lo haré.
-¿Y cómo?
-No puedo decir nada, aquí las paredes escuchan.

Aida asintió.

-Tienes razón.
-¿Y dónde has estado hasta ahora?

Los ojos de Aida se llenaron de lágrimas.

-¡Ay, padre! ¡Madre!
-¿Qué pasó, Aiduski? -Anna la miró con preocupación.
-Estuve en Miami y conocí a 3 chicas y 1 chico maravillosos. -Dijo tratando de tranquilizarse.
-¿Y ese chico quién era? -Peter la dedicó una mirada  pícara. -Tus ojos brillan, pequeña.
-En realidad... -Jugueteó con sus dedos nerviosa. -Se trata de una chica.

Anna y Peter intercambiaron una mirada.

-¿Te gustan las mujeres? Ay madre mía, no conozco a mi hija.
-Padre, yo...
-No digas nada, Aida. No es lo que te estás imaginando. Cuando te fuiste, lo pasé tan mal sin saber si estabas bien o no que me prometí que si algún día volvías, haría las cosas mejor. -La sonrió. -Puedes no reinar, casarte con una mujer, estudiar o hacer lo que te plazca. Eres Aida Brooke y mereces ser feliz.
-Ella ya no me quiere... se fue, a estas alturas estará cogiendo un vuelo a Miami.
-¿Y por qué no vas a buscarla?
-No. Podrían haceros daño e incluso a ella y a nuestros amigos. Jamás pondré vuestra vida en peligro de nuevo.
-Cariño...
-No, madre. La decisión ya está tomada. Me casaré con Alex a cambio de que no le pase nada a nadie que quiero. Lucía puede odiarme todo lo que quiera, por lo menos estará a salvo.

                                       ***

Claudia fue la primera en abalanzarse sobre ella.

-¡¿Por qué has hecho eso?!
-¡Necesito que me escuchéis!
-¡¿Qué te escuchemos?! -Fue el turno de Carla de ir a por ella. -¡Creía que Aida era importante para ti! ¡¿Cómo has podido?!
-¡No tenéis ni puta idea!
-¡¿Qué no tenemos ni puta idea?!

El tortazo que le dio Claudia fue con tanta fuerza que Lucía estuvo a punto de acabar en el suelo. Y entonces, se echó a llorar.

Todos la miraron sorprendidos.

-Yo no quería pero él estaba ahí y Aida me lo pidió con súplica, no podía simplemente permitir que me matasen y dejarla sola sufriendo con ese hijo de puta. Debía ser real, debía parecer real.
-¿De qué... de qué hablas?
-La dije todo eso pero no era verdad, yo la entiendo. -Sollozó. -Tenía pensado dejaros en el aeropuerto y volver a salvarla pero tenía que parecer que yo cogía ese avión también. Pensaba que os convencería rápido pero nada del plan está saliendo bien y Aida me necesita y... y... y...
-Respira, Lu. Respira. -Carla la dio un abrazo.
-Siento lo del tortazo. Es que creía que lo necesitabas.
-No... no importa. Yo solo quiero salvar a Aida y su familia.
-¿Y cómo vamos a hacerlo ahora? Has lanzado la puta llave por la ventana.
-Lancé las llaves de mi casa. Hice un cambio imperceptible y me salió bien por lo que veo.
-Pues eres muy tonta. ¿Cómo vas a entrar en tu casa cuándo vuelvas?
-Cuando salgamos, las recojo.
-Han caído en propiedad privada, cariño.
-Mierda.

Claudia, Carla y Jesús se echaron a reír y dos segundos después, Lucía se les unió.

¿Alguno creyó realmente que Lucía dejaría a Aida en la estacada? ¡Pues por supuesto que no! Eso sería imposible. Tanto en la realidad como en la ficción.
Ayer no pude actualizar y habrá otros días que tampoco podré pero prometo acabar esta historia así que no os preocupéis.
¡Buen fin de semana, chicxs!

La reina de Nordlichter Where stories live. Discover now