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Aida se echó a llorar.

-Mi amor, ¿estás bien?

Lucía intentó incorporarse pero sin manos no lo conseguía.

Aida se arrastró hacia ella como pudo.

-Tengo miedo, Lu.
-Tranquila, conmigo estás a salvo.
-No quiero que te pase nada.
-Mi amor...

Lucía estiró una pierna hacia ella pero apenas pudo hacerle una pequeña caricia en el brazo.

-Nadie sabe que estamos aquí.
-Estamos perdidas.
-Lia me quiere a mí, Aidi. Quizá...
-No me va a liberar. Quiere hacerte mucho daño y sabe que yo soy la clave.
-¡Joder!
-Yo seré feliz si una vez acabe conmigo, te deja libre.
-¡¿Pero qué estás diciendo?!
-Lu... Escúchame...
-¡No, Aida!
-Por favor, Lu. No discutamos.

Lucía trató de tranquilizarse al ver las lágrimas en sus ojos.

-Saldremos de esta. Clau sabe que Lia está loca y seguro que al igual que yo, llega a la conclusión de que es la responsable de todo esto.

Aida soltó una sonrisa falsa.

Quería tener tantas esperanzas como Lucía pero cada vez se sentía más débil y no creía poder soportar mucho más la situación.

-Sí, seguro que... sí.

Se tumbó de lado.

-Aidi, ¿eso es sangre? En tu cabeza.
-Sí. Supongo que me lanzó contra el suelo cuando me trajo aquí.

La sangre de Lucía volvió a hervir.

-Voy a matar a esa grandísima hija de puta.
-Estoy muy cansada.
-Lo sé, mi amor. Pero no puedes dormirte, podrías tener una contusión.
-Solo cerrar los ojos un segundo...
-¡No!

Volvió a estirar la pierna y le dio una patada leve sobre el costado, le dio otra algo más fuerte y entonces Aida se incorporó con un poco de esfuerzo.

-Lucía, para. Ya estoy despierta.
-Bien.
-Esto es un suplicio...

Apoyó la cabeza en la pared.

Entonces el click metálico las sobresaltó.

-Toma, Lucía.

Lia dejó una bandeja con comida frente a ella.

-¿Y para Aida?

Soltó una carcajada.

-Que buen chiste. No pienso alimentar a tu puta.

Lucía apretó los puños.

-Entonces yo no pienso comer.
-¿No?

Lia soltó la cucharada de sopa que había mantenido frente a la boca de Lucía y caminó hacia Aida.

Cogió un puñado de su pelo y la levantó haciendo que Aida soltara un grito de dolor.

-¡Bien! ¡Comeré!

Lia sonrió y lanzó a Aida contra la pared.
Aida soltó un quejido apenas audible y eso a Lucía la preocupó mucho.

Mantuvo sus ojos puestos en ella hasta que Lia la amenazó con darla una patada.

-Buena chica, Lu. -Dejó un beso sobre su cabeza. -Volveré para la cena.

En el momento en el que escuchó los pasos de Lia alejándose, se arrastró hacia Aida.
No había cambiado de postura desde que la había estampado contra la pared.

-¡Aida!


Aida no se movió y Lucía temió lo peor.

***

-Menos mal que estás bien.
-La que no lo está es Aida. -Aroa bajó la cabeza.
-¿Qué?
-Mi hermana no aparece. -Sollozó. -Lucía ha ido a buscarla.
-Joder, ¿y a qué esperamos? ¡Hay que llegar rápido a palacio!

Aroa asintió.

-Pero estás herida. -Claudia señaló su tobillo. -Una de nosotras dos debe ir con Anna y la otra ayudar a Carla a volver a casa.
-Yo volveré, chicas. Mi madre no solo necesita que la ayude a buscar a Aida, necesita mi apoyo.

Claudia asintió estando de acuerdo.

-Ten cuidado, pequeña.
-Lo haré.

Dio un breve abrazo a cada una antes de echar a correr de vuelta a palacio.

-¿Y si quien tiene a Aida encuentra a Aroa antes de que llegue con su madre?
-No creo que eso pase. Creo que empiezo a sospechar, Carla. -Se quedó un momento en silencio. -¡Joder! ¡Pues claro!
-¿Qué? ¿Quién?
-Lia.

Carla frunció el ceño.

-¿Estás segura?
-¿Tú no? ¿Quién tiene más motivos que nadie?
-Tienes razón pero... ¿no se había marchado ya?
-¿Y quién dice qué no haya vuelto? O incluso, ¿quién dice que no se quedara escondida en alguna parte esperando el momento perfecto? Lia está loca.
-Tiene sentido.
-Sí que lo tiene y además...

Se detuvieron al escuchar algo.

-¿Has oído eso? -Susurró Claudia.
-Sí. Espera aquí.

Ayudó a Carla a apoyarse sobre un árbol.

-Ante la duda trata de caminar de vuelta a palacio lo más rápido que puedas.
-No pienso dejarte aquí.
-No seas tonta. Además, si pasa algo podrás avisar. Si nos coge a las dos estaremos perdidas.
-Está bien. Iré lo más rápido que pueda.

Claudia la sonrió y se inclinó para unir sus labios en un pequeño beso.

-Más vale que salgamos vivas de esta. Acabo de descubrir que es lo que quiero.

***

-¡Aida, por favor! -Era la séptima vez que la llamaba, ¿o la octava? Ya ni lo sabía.

Un leve movimiento hizo que suspirara de alivio.

-Joder, creía que... -Su voz se rompió.
-¿Lu... cía?
-¡Mi amor!
-No puedo incorporarme. -Sollozó. -Me duele todo.
-No importa, cariño. Quédate así.
-No puedo más, Lu. Estoy tratando de soportarlo pero no puedo más.
-Lo sé, mi amor. Lo sé. Pero tienes que aguantar. Estoy segura de que nos encontrarán.

Aida negó levemente.

-Nadie sabe que estamos aquí, tú misma lo dijiste. Si me dejó vencer esto acabará pronto y tú podrás ser libre por fin.
-No lo dices en serio.
-Nada me gustaría más que abrazarte ahora mismo...

Lucía sintió las lágrimas formarse en sus ojos.

-Y a mí, mi amor.
-Pero supongo que puedo imaginármelo... recuerdo tanto la sensación que no es difícil.
-No debí dejarte sola. -Sollozó. -Si te hubiera acompañado nada de esto habría pasado.
-No digas eso... Si no hubiera pasado ahí habría sido en otro momento, solo estaba esperando que me quedara sola.
-No he sabido cuidarte.
-Te dejaste coger solo para estar junto a mí. -Aida sonrió débilmente. -Eres la mejor novia que podría haber tenido.
-Tengo suerte de que no puedas compararme con nadie más.
-No creo que exista nadie mejor para mí que tú.

Lucía se acercó un poco más y nuevamente el click de la puerta las asustó.

El corazón de ambas comenzó a latir con fuerza.

Lucía temía que Lia volviese a arremeter contra Aida y Aida temía que esta vez decidiese hacerlo contra Lucía.

Sé que he estado muy desaparecida pero no sabía como continuar la historia.
Espero que os haya gustado el capítulo e intentaré no tardar en actualizar.
¡Feliz lunes!

La reina de Nordlichter Donde viven las historias. Descúbrelo ahora