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Al final, la volvió a dejar en el suelo a regañadientes porque sabía que cuando Aida decía algo, lo cumplía.

-Quería hablar contigo.
-Habla entonces.
-Pues...
-¡Lu!
-¿Qué?
-¡Ay mierda! ¡Joder!
-Aidi, ¿qué pasa?
-¡Somos las putas peores amigas del mundo, Lucía!
-Ay no. -Lucía se llevó las manos a la boca espantada. -¡Somos las putas peores amigas del universo entero! ¡Carla, Claudia y Jesús!
-Debemos... encontrarlos. ¡¿Y si los ha hecho algo?! Ay no, ay no, ay no.
-Hey, alteza. Mírame.

Lucia posó las manos a ambos lados de su cabeza. Aida conectó sus ojos con los de ella.

-Estarán bien.
-¿Y cómo es que todavía no han aparecido? ¡Ni siquiera estaban ayer en la boda!
-Shhhhhhh. Escúchame. Vamos a buscarlos y ya después si no los encontramos, nos agobiamos.

Aida negó con la cabeza.

-No sé como eres capaz de mantener la calma en un momento así, Summers. Te admiro enormemente.
-Estudio medicina, querida. Estoy acostumbrada.

Aida soltó una risita que hizo a Lucía felicitarse mentalmente.

-Vamos, pues.

Lucía la tomó de la mano y caminaron hacia el palacio.

                                         ***

-¡Madre! ¡Madre!
-Cielo estoy aquí.
Anna apareció en escena.

-¿Viste ayer a Carla, Claudia y Jesús?

Anna negó con la cabeza.

-Me temo que no... ¿No los encontráis?

Aida negó tratando de no echarse a llorar.

-Después de todo lo que han hecho por mí y yo... yo me olvido de ellos.
-¿De qué habla?

Anna miró a Lucía confundida.

-Nos hemos olvidado completamente de nuestros amigos...
-Hablad con el servicio. Seguro que alguna ha visto algo.
-Es verdad. Venga, Aidi.

La rodeó la cintura y tiró de ella para dirigirla hacia la cocina.

-Gracias, Anna.
-Cuídala, por favor. Ella necesita a alguien como tú que la sostenga.

Lucía sonrió levemente.

-Lo haré.

Consiguieron llegar a la cocina a pesar de que Aida no es que pusiera mucho de su parte.
Estaba devastada.
Pero Lucía sabía perfectamente que no era solo por Claudia, Jesús y Carla.

-Amor, hemos llegado.

La dejó sentada en una silla.

-Lia.
-¡Lu! Veo que encontraste a su majestad. -Hizo una reverencia hacia Aida. -¿Está usted bien?
-Solo necesito un minuto. -Fue lo único que respondió Aida.
-Lia, escucha. Necesito que me digas si ayer te topaste con Carla, Claudia y Jesús
-¿Quiénes?
-Las que maquillaron a Aidi, Lia.
-¡Ah! Pues... quizá si las viera. -Sonrió.
-¡Genial! ¿Dónde?
-Es una información importante, ¿verdad?

Se acercó más a Lucía, hasta el punto de incomodarla.

-Su... supongo.
-¡Quiero algo a cambio!
-No sé que podría yo ofrecerte...
-Mucho.

Estiró el brazo y la acarició la mejilla.

-¿Qué... qué haces?
-Quiero que me des un beso.
-¡¿Qué?!

Aida elevó la cabeza hacia ellas.

-¿Qué pasa?
-Nada, amor. Solo estoy hablando con Lia, parece que tiene información sobre nuestros amigos.
-¿Amor? -Lia entrecerró los ojos. -¿Es qué acaso...?
-Sí. -Lucía se apartó de ella. -Y por eso no pienso... -Dirigió su mirada a Aida brevemente. -... hacer eso.
-Tus amigos agradecerán enormemente que no estés dispuesta a hacer algo tan simple por ellos.
-¿Es que acaso las cosas no pueden salirnos bien por una puta vez en nuestra vida?
-Solo te estoy pidiendo un beso, podría pedirte mucho más.
-O podrías ser una buena amiga y no pedir nada en absoluto.
-Na, paso. Hago muchas cosas por nada y ya estoy harta.

Aida se levantó repentinamente.

-Pues tu reina te ordena que nos digas dónde están sin pedir nada a cambio. Y menos un beso de mi chica.
-Vamos, Aida, no seas tonta. No quiere casarse contigo porque es obvio que lo único que ve en ti es una cara bonita.
-Más respeto, soy tu reina.
-Solo digo la verdad, majestad. -Dijo con burla. -Lucía no te quiere más allá de... -La miró de arriba a abajo.
-¡Eso no es verdad! -Lucía apretó los puños. -Mira, ¿sabes qué? Es un puto beso, te lo daré y ya está, nos dejas en paz.
-Lucía...
-Aidi, no significará nada.
-Yo...

Aida se volvió a dejar caer sobre la silla derrotada.

-Hazlo. -Dijo escondiendo la cara entre sus brazos.
-Bien.

Lucía inspiró hondo y se inclinó hacia Lia.
Sus labios se encontraron y sintió como algo la recorría de arriba a abajo. Y entonces, rodeó la cintura de Lia con los brazos y la atrajo a su cuerpo.
El beso acabó cuando el oxígeno se hizo necesario.

-Wow. -Soltó Lucía con una sonrisa tonta. -No he conocido nunca a nadie que bese tan bien.
-Lucía... -La voz de Aida sonó débil.
Había presenciado parte del beso y se sentía enferma.

Aida se acercó a ambas.

-¿Y... y nuestros amigos?
-¿Y a quién le importa, Aida? O bueno, quizá quiera recibir más pago para decírnoslo.

Lia y Lucía comenzaron a reírse.

-¿Qué le has hecho?
-¿Eh?
-Está claro que le has hecho algo a Lucía, no te hagas la inocente. ¡Dímelo!

Se abalanzó sobre ella pero Lucía se interpuso y la empujó.

-¡No te atrevas a tocar a mi novia!

Los ojos de Aida se llenaron de lágrimas y retrocedió hasta tropezarse y acabar en el suelo.

-¿Tu... tu novia?
-¿Estás sorda? ¡Sí, mi novia!
-Esta no eres tú, Lu. Por favor... mírame.

Se acercó pero Lucía se apartó.

-Déjame en paz. -Se volvió hacia Lia. -Amor, ¿por qué no la dices dónde están sus amigos y así nos deja en paz?
-Sí, claro.

Lia se acercó a Aida.

-O mejor aún. -Sonrió maliciosamente. -¿Por qué no te unes a ellos?

Y sacó un cuchillo que no dudó en clavarle en el pecho.

Aida gritó con desesperación y se incorporó en la cama y observó su alrededor por un segundo.
Se echó a llorar.

-¿Aidi?

Se lanzó a los brazos de Lucía sin parar de llorar.

Era un sueño, ¿a alguno le he asustado?
¡Espero que os esté gustando!

La reina de Nordlichter Donde viven las historias. Descúbrelo ahora