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Al día siguiente, cuando Lucía se despertó, lo primero de lo que se percató fue de que Aida no estaba a su lado.

-¡Jesús, despierta!
-¿Qué pasa?
-¡Nos hemos dormido y Aida se ha escapado! ¡Esa niñata se va a enterar!
-Lucía, cálmate primero.
-¡NO PIENSO CALMARME!
-Lucía...

Lucía se levantó y comenzó a vestirse sin que la importara que Jesús estuviera a su lado.

-¡Heeeepa! -Se tapó los ojos rápidamente. -Escúchame, Lu. A lo mejor está en el baño o desayunando. Anoche no quiso comer nada así que estaría hambrienta.
-¡Igualmente la pedí que me avisara si necesitaba algo, Jesús! Y no lo ha hecho. ¡Podría pasarla algo!
-¿Y qué importancia tiene?

Lucía se volvió hacia la puerta.
Aida la observaba con los ojos enrojecidos, estaba claro que había vuelto a llorar.

-¡¿Cómo qué qué importancia tiene, Aida?!
-Sí, ¿qué importancia tiene para ti?
-Yo me voy.

Jesús dio un breve abrazo a Aida antes de salir y cerrar la puerta.

-Ahora mismo estoy muy alterada como para que encima, vengas y me digas eso de la nada.
-Normalmente cuando tenemos conversaciones serias te pasa, te alteras y no quieres hablar.
-Necesito que me digas por qué cojones has dicho que no tienes importancia para mí, creo que te he demostrado todo lo contrario.
-Porque vas a largarte, está claro. Aunque no sea necesario que seas reina para estar conmigo, vas a largarte.
-¿Qué?

Aida suspiró y caminó tambaleándose hasta la cama. Aún se sentía débil.
Elevó una mano cuando Lucía se fue a acercar a ayudarla para que no lo hiciera.

-Tú no quieres vivir aquí. No sé ni por qué alargamos lo inevitable, te irás en cuanto me recupere del todo.
-Eso no...
-¿No es verdad? Venga, dímelo. Dime que lo que digo no tiene sentido. -Elevó la cara hacia ella. -Dímelo.

-¿Por qué te has levantado de la cama sin avisar?
-No estábamos hablando de eso. Típico de ti, cambiar de conversación en cuanto se vuelve un poco incómoda.
-¿Por qué lo has hecho?
-Necesitaba salir un momento, lavarme la cara, hacer pis. Cosas de un ser humano, Lucía, algo normal.

-Te dije que me avisaras.
-Castígame entonces.
Aida enarcó una ceja y Lucía rodó los ojos.

-Eres un caso.
-Quiero que hablemos de ello, Lu. Y por favor, sé sincera y no me cambies de conversación. Lo necesito.
-No quiero dejarte, de verdad que no.
-Pero tienes tu casa, tu familia, tu vida. Allí fuera... fuera de este palacio, de este reino, de mí...
-No, Aidi. No de ti. -Negó y se acercó más a ella. -Pero tú quieres quedarte y cumplir con tu obligación. Y después de lo de tu padre, lo entiendo.

-Entonces se acabó. Ambas vidas no son compatibles, no podemos estar juntas...
-Espera, no vayas tan rápido. -Se sentó junto a ella. -Se supone que esta conversación debió darse...
-Cuando viniste al lago a buscarme, lo sé.

Lucía asintió.

-Y parece que el universo no quiere que la mantengamos. -Bromeó para aligerar un poco la tensión.
-A veces puede ser muy capullo, ¿eh? -Aida la dio un pequeño choque de hombros juguetón. -Si quieres... podemos dejarla para otro momento.
-No. Ahora es el momento perfecto, otro puede que no lo sea. Y no pienso arriesgarme. -Lucía inspiró hondo. -Necesito tiempo. Tiempo para procesar todo, tiempo para acabar mi carrera, tiempo para estar con mi familia. Debería haber vuelto ya con ellos, ¿sabes? No estoy reprochándotelo, no me malinterpretes. Simplemente me siento mal, los prometí pasar tiempo en familia conmigo. Llevan mucho pidiéndomelo porque la universidad me ha absorbido todo el año.
-Lo entiendo... -Aida se quitó una lagrima rebelde. -Puedes irte ya, Lu.

Lucía negó.

-Aún...
-Necesito que te vayas ya. No podré soportar estar contigo ni un segundo más sabiendo que te marcharás al menos 2 años y que en ese tiempo apenas nos veremos. -Sollozó.
-Alteza...
-Lucía, por favor.

Lucía asintió.

-Bien.
-Una última cosa. -Aida se incorporó lentamente. -Permítete amar a alguien más. Sí... si encuentras a alguien más ahí fuera. Ten algo con esa persona, ¿vale? No te ates a mí. -Forzó una sonrisa.
-No.
-Hazlo, Lucía. Lo nuestro pasará si tiene que pasar.
-¡¿Cómo puedes decirme esto?! ¡¿Acaso no ves un nosotras en el futuro?! ¡Dime!

Aida negó y la miró con lágrimas en los ojos.

-Pasará si tiene que pasar, Lu.
-¿Eso es todo lo que tienes que decirme?
-Te amo.

Y de repente, el enfado y la tensión de Lucía se desvanecieron como si nunca hubieran existido.

-Yo también te amo, Aidi. Joder.

La abrazó por la cintura y escondió la cara en su cuello , dejó un beso ahí. Y otro. Y otro más.
Entonces la respiración de Aida se aceleró.

Lucía sonrió y la depositó suavemente sobre la cama. Se inclinó sobre ella y juntó sus labios en un beso que hizo a ambas sentir que tocaban el cielo.
Se separaron de mala gana cuando el oxígeno se hizo necesario.

-¿Estás segura de qué... estás en condiciones?
-Dame la despedida que merezco, Lu. La que ambas merecemos.

Lucía asintió y la quitó el camisón con suavidad.
Se tomó su tiempo para apreciar cada pequeño trozo de piel que quedaba al descubierto y dejaba besos ahí.

-Te necesito, Lu. Me estás volviendo loca.

Lucía sonrió.

-A sus órdenes, alteza.

La desprendió de la ropa interior sin dejar de mirarla.

-Quiero que tú también estés desnuda cuando lo hagas.
-Si que tienes peticiones.
-Soy tu reina. Debes obedecer.
-Bien, alteza. -Lentamente se fue quitando la camiseta y los pantalones del pijama. La mirada hambrienta de Aida la animaban a ello a pesar de que sí se paraba a pensarlo, se habría muerto de la vergüenza. -¿Así?
-El sujetador y las bragas fuera también. Ahora.

Lucía tomó sus manos y las levantó por encima de su cabeza.

-Primero. -Colocó una goma de pelo sobre ambas muñecas.
-¿En serio, Lu? Eso no sujeta nada.
-Es lo único que tengo. -Se encogió de hombros.
-Tu camiseta del pijama, ¡sé creativa!
-Lo estaba siendo, Aidi.

Aida resopló.

-Coge tu puta camiseta del pijama y átame las dichosas muñecas.
-Esa boca, alteza.
-Estás acabando con mi paciencia.

Lucía se rio e hizo lo que Aida la demandaba antes de que el sexo de despedida fuese suspendido por esta.

-¿Así?
-Podría mejorarse pero bueno, tienes un pase.
-¡Serás mala!

Lucía comenzó a hacerla cosquillas.

-¡Para, para, para! Que me voy a hacer pis y eso no será muy erótico y sexi que digamos.
-Discrepo.
-¡Lucía! ¡Serás cerda, tía!

Lucía soltó una carcajada.

-¡No te rías! ¿Vamos a follar o no? Mira que abandono y te largas sin tocarme ni un pelo, ¿eh?
-Primero, ya te he tocado más de un pelo. -La miró de forma lasciva. -Segundo, no estás en condiciones de negarme nada cuando estás atada.

Como he tardado un montón en actualizar, ¡os regalo este capítulo también!

La reina de Nordlichter Where stories live. Discover now