Episodio 51 (Parte/1)

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Cogieron todo lo que habían comprado y, siguiendo al señor Weasley, seinternaron a toda prisa en el bosque por el camino que marcaban los faroles.Oían los gritos, las risas, los retazos de canciones de los miles de personasque iban con ellos. La atmósfera de febril emoción se contagiaba fácilmente, yHarry no podía dejar de sonreír. Caminaron por el bosque hablando ybromeando en voz alta unos veinte minutos, hasta que al salir por el otro ladose hallaron a la sombra de un estadio colosal. Aunque sólo podían ver unaparte de los inmensos muros dorados que rodeaban el campo de juego,calculaba que dentro podrían haber cabido, sin apretujones, diez catedrales. 

Las escaleras del estadio estaban tapizadas con una suntuosa alfombra decolor púrpura. Subieron con la multitud, que poco a poco iba entrando por laspuertas que daban a las tribunas que había a derecha e izquierda. El grupo delseñor Weasley siguió subiendo hasta llegar al final de la escalera y se encontróen una pequeña tribuna ubicada en la parte más elevada del estadio, justo amitad de camino entre los dorados postes de gol. Contenía unas veinte butacasde color rojo y dorado, repartidas en dos filas. Jane tomó asiento con losdemás en la fila de delante y observó el estadio que tenían a sus pies, cuyoaspecto nunca hubiera imaginado.

 Cien mil magos y brujas ocupaban sus asientos en las gradas dispuestasen torno al largo campo oval. Todo estaba envuelto en una misteriosa luzdorada que parecía provenir del mismo estadio. Desde aquella elevadaposición, el campo parecía forrado de terciopelo. A cada extremo se levantabantres aros de gol, a unos quince metros de altura. Justo enfrente de la tribuna enque se hallaban, casi a la misma altura de sus ojos, había un panel gigante.Unas letras de color dorado iban apareciendo en él, como si las escribiera lamano de un gigante invisible, y luego se borraban. Al fijarse, Jane se diocuenta de que lo que se leía eran anuncios que enviaban sus destellos a todoel estadio

La Moscarda: una escoba para toda la familia: fuerte, segura y conalarma antirrobo incorporada ... Quitamanchas mágico multiusos de laSeñora Skower: adiós a las manchas, adiós al esfuerzo ... Haraposfinos, moda para magos: Londres, París, Hogsmeade... 

—¿Dobby? —preguntó Harry, extrañado.

La diminuta figura levantó la cara y separó los dedos, mostrando unosenormes ojos castaños y una nariz que tenía la misma forma y tamaño que untomate grande. No era Dobby... pero no cabía duda de que se trataba de unelfo doméstico, como había sido Dobby, el amigo de Harry, hasta que éste loliberó de sus dueños, la familia Malfoy. Jane siempre trato de defender a su amigo Draco, se habia encariñado demasiado con el enemigo de Harry. Ella bien sabia que el trato de Malfoy hacia los demás no era el mejor,  pero sabia que muy en el fondo el era una buena persona.

¿El señor acaba de llamarme Dobby? —chilló el elfo de forma extraña,por el resquicio de los dedos. Tenía una voz aún más aguda que la de Dobby,apenas un chillido flojo y tembloroso que le hizo suponer a Harry (aunque eradifícil asegurarlo tratándose de un elfo doméstico) que era hembra. Ron yHermione se volvieron en sus asientos para mirar. Aunque Harry les habíahablado mucho de Dobby, nunca habían llegado a verlo personalmente. Inclusoel señor Weasley se mostró interesado. 

—Disculpe —le dijo Harry a la elfina—, la he confundido con un conocido.—¡Yo también conozco a Dobby, señor! —chilló la elfina. Se tapaba la caracomo si la luz la cegara, a pesar de que la tribuna principal no estabaexcesivamente iluminada—. Me llamo Winky, señor... y usted, señor... —Enese momento reconoció la cicatriz de Harry, y los ojos se le abrieron hastaadquirir el tamaño de dos platos pequeños—. ¡Usted es, sin duda, Harry Potter! 

—Sí, lo soy —contestó Harry.—¡Dobby habla todo el tiempo de usted, señor! —dijo ella, bajando lasmanos un poco pero conservando su expresión de miedo, sus ojos dieron un giro viendo a Jane.

Competitive Lovers {Oliver Wood}Where stories live. Discover now